Con la actual hiperinflación, el sistema monetario, bancario y financiero de Venezuela no es viable. El monto máximo de retiros en un cajero automático apenas alcanza para pagar el estacionamiento, los retiros de efectivo por taquilla son insuficientes, las transferencias interbancarias se quedan cortas y ni siquiera los límites de las tarjetas de créditos cubren un mercado de alimentos
Víctor Álvarez
La tasa de interés anual es 24% y la inflación en 2017 fue de 2.616%. Lo que los ahorros reciben por interés no compensa lo que pierden por inflación. También los bancos sufren daños patrimoniales y se descapitalizan. Ni siquiera pueden ponerse al día con los estándares tecnológicos que establece la Superintendencia de Instituciones del Sector Bancario (Sudeban), reto que exige grandes inversiones, pero que, en un contexto inflacionario con tasas de interés congeladas, la banca no puede cubrir.
Como la brecha entre las tasas de interés y la hiperinflación desestimula el ahorro, los clientes de los bancos retiran sus depósitos en moneda nacional para comprar divisas u otros activos como reserva de valor. En consecuencia, el bolívar ha perdido las funciones básicas que debe cumplir toda moneda: i) unidad de cuenta para medir los precios, ii) medio de pago para concretar las operaciones de compra-venta, y iii) reserva de valor de los ahorros.
En el buen funcionamiento del sistema monetario es muy importante el papel que juega la institución encargada de la emisión de dinero. Si el Banco Central está subordinado a las necesidades del gobierno y éste lo presiona para que le financie el déficit de las empresas públicas con desmesuradas emisiones de dinero, entonces el instituto emisor no podrá preservar el valor de la moneda. Pero, así como el Banco Central crea dinero, también los bancos públicos y privados crean dinero al otorgar préstamos a sus clientes. Cuando el gobierno emite una letra del tesoro y se la vende a la banca, ésta crea el dinero contable que le transfiere al gobierno.
Por eso, para erradicar las causas de la hiperinflación es necesario –más no suficiente– restaurar la autonomía del BCV en la emisión de dinero. Imprescindible es cerrar el déficit fiscal y evitar que su financiamiento se traslade del Banco Central al sistema bancario nacional, a través de la emisión de instrumentos de deuda pública nacional (DPN) que son comprados con la creación de dinero bancario.
– Necesidad de una reforma monetaria, fiscal y cambiaria –
Para abatir la hiperinflación, la reforma monetaria tiene que ir acompañada de una reforma fiscal. Se trata de aprobar unas reglas presupuestarias básicas que establezcan límites legales a los déficits públicos, y sustituyan los fondos que se crearon para gastar la renta petrolera por nuevos fondos para ahorrar e invertir la misma, de tal forma que se puedan compensar los efectos negativos del comportamiento errático de los precios del petróleo. La sincronización de ambas reformas pasa por restaurar la autonomía del Banco Central en la emisión de dinero, en el manejo de las reservas internacionales y en la publicación oportuna de los índices económicos y cuentas nacionales.
La reforma cambiaria es clave para erradicar las causas de la hiperinflación. Tengamos en cuenta que el BCV también compraba dólares a la tasa Dipro de 10 Bs/$ y en adelante los comprará a la tasa que indique la última subasta de Dicom. Esto implica que el BCV tendrá que crear dinero para pagar el nuevo precio de la divisa y esto tiene un impacto equivalente a la emisión de dinero para financiar el déficit de Pdvsa y otras empresas públicas. El tipo de cambio oficial no puede seguir dando bandazos entre los objetivos anti-inflacionarios o fiscalistas del gobierno.
El alto peso del componente importado en la economía nacional origina que se desplace la producción nacional cuando se impone la sobrevaluación anti-inflacionaria, pero también provoca que se desquicien los precios cuando se apela a la devaluación fiscalista para vender los petrodólares más caros y generar así más ingresos para Pdvsa y el gobierno.
La unificación cambiaria en un nivel que exprese la verdadera productividad y competitividad del aparato productivo nacional es una condición básica para impulsar la transformación de una economía rentista e importadora en una nueva economía productiva y exportadora que permita la estabilización de los precios en el mediano y largo plazo.
– La cripto-reforma monetaria –
Las criptomonedas son una megatendencia. Tendrán una gran cobertura y relevancia a nivel mundial como unidad de cuenta, medio de pago y reserva de valor. Lenta e imperceptiblemente han comenzado a desplazar a las monedas tradicionales que sufren una permanente manipulación por parte de los bancos centrales, gobiernos y especuladores cambiarios.
En la introducción del Papel Blanco publicado por la Superintendencia de Criptomonedas de Venezuela se reconoce que: “La adopción de la tecnología de cadena de bloques (blockchain) en el mercado global no es simplemente una tendencia o moda temporal, sino un cambio firme y continuo hacia un futuro en el cual el manejo de las finanzas personales, institucionales y potencialmente estatales se volverá más fácil, directo, rápido y transparente”.
Sin lugar a dudas, el uso de medios de pago digitales es una tendencia mundial. Las criptomonedas estimulan la bancarización de la población hasta hacer común el uso de billeteras virtuales y puntos de venta en las operaciones de compra-venta más elementales y cotidianas.
El documento oficial del gobierno venezolano reconoce que las criptomonedas: “facilitan las transacciones monetarias y legales, permiten la transferencia de activos (o certificaciones de su propiedad) de manera más segura, facultan a los usuarios y las organizaciones sobre el manejo de sus finanzas, para que ellos mismos se conviertan en los dueños de los bancos, y no solo de la cuenta bancaria, al poseer un “monedero digital” para guardar sus criptomonedas, evitan el alto costo transaccional de las tarjetas de crédito y procesadores de pago centralizados, ahorran tiempo gracias a la rapidez de las transacciones, eliminan las barreras geográficas al ser sustentados en protocolos de internet, dando acceso a operaciones financieras internacionales seguras”.
Ciertamente, a raíz del desorden que surgió con la quiebra del patrón oro y la aparición del dinero fiduciario -basado en la confianza, pero sin respaldo material-, se ha planteado la necesidad de reformas monetarias que impongan límites a los bancos centrales y gobiernos a la hora de emitir dinero para financiar el déficit fiscal. En este contexto se plantea la idea de cripto-reformas monetarias a través del lanzamiento de criptomonedas con respaldo material y un precio más estable.
La tasa de cambio de las criptomonedas descentralizadas y sin ningún tipo de respaldo material -tipo bitcoin- no la fija ningún Banco Central o gobierno, sino que la define el mercado. Por esos sufren oscilaciones muy bruscas como las que afectaron al bitcoin que, después de llegar en diciembre a 20.000 dólares la unidad, se desplomó a 8.000 dólares a principios de febrero.
En cambio, las nuevas criptomonedas que se crean con respaldo de reservas de recursos naturales certificadas internacionalmente, tienen la ventaja de la auto-regulación que se deriva por su sincronización con el precio del recurso natural que las respalda. Al estar anclada a la cotización del recurso natural, sus oscilaciones -por muy fuertes que sean- no llegarán a registrar semejantes alzas o descalabros.
Ahora bien, una cripto-reforma monetaria se extiende al cambio del marco legal y del entorno institucional que rigen la emisión del signo monetario del país. Justamente, eso es lo que estamos viendo en Venezuela con el lanzamiento del petro. No solo se está emitiendo una criptomoneda respaldada con petróleo, sino que también se está creando una nueva institución (la Superintendencia de Criptomonedas) y un nuevo marco legal y regulatorio.
En la actual coyuntura hiperinflacionaria, el gobierno anunció el lanzamiento del petro como una criptomoneda que -además de ser el instrumento para levantar recursos financieros en el mercado internacional a través de la venta de petróleo a futuro-, también se asoma como el nuevo signo monetario que se utilizará para medir precios y realizar un creciente número de transacciones. De hecho, el gobierno ha informado que aceptará el petro como forma de pago de impuestos, tasas, contribuciones y servicios públicos nacionales. También promoverá su uso por parte de Pdvsa y otras empresas públicas y mixtas, así como entes públicos nacionales y gobiernos regionales y locales.
Establecerá mecanismos de incorporación del petro en sus relaciones con empresas petroleras extranjeras en el país y en las relaciones comerciales internacionales de Pdvsa y otras empresas y servicios estatales. Las empresas que incorporen el uso del petro a sus operaciones comerciales podrán recibir incentivos fiscales y se legalizará su contabilización como un activo, con base en su valor de mercado en bolívares.
El gobierno también ha dicho que estimulará el pago en petro de compromisos y beneficios laborales extraordinarios, así como el pago de las prestaciones sociales acumuladas. En lo que puede interpretarse como una señal del petro como primer paso de una reforma monetaria, “el gobierno de Venezuela se compromete a promover el uso del petro en el mercado interno y realizar esfuerzos para estimular su aceptación en el todo el mundo”. (Libro Blanco de El Petro, págs. 14-16).
Estos pagos se aceptarán en bolívares, donde la tasa petro/bolívar se calculará a través de un promedio ponderado del volumen de operaciones de las casas de cambio autorizadas. A medida que una creciente gama de bienes y servicios se puedan pagar en criptomonedas a esa tasa de cambio, los precios en petros tenderán a estabilizarse y así el gobierno podrá sustituir el bolívar por una nueva moneda circulante que puede llevar el mismo nombre de petro.
Fuente: http://elestimulo.com/elinteres/el-petro-como-inicio-de-una-reforma-monetaria/