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El Papa y la migración

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Guillermo Ordorica R.

Expectativas en Ciudad Juárez

La presencia del papa Francisco en Ciudad Juárez durante su próxima visita a México tendrá especial valor simbólico, no sólo porque es una localidad fronteriza emblemática para México y Estados Unidos, sino debido a que le ofrecerá la oportunidad para reiterar in situ, justo ahí donde a diario cruzan miles de personas en ambos sentidos, su compromiso con los migrantes y sus familias.

Se trata de un tema que toca las fibras más sensibles de Bergoglio; como es del conocimiento público, casi cuatro meses después de ser electo, el Papa realizó su primer viaje fuera de Roma a la isla siciliana de Lampedusa, donde expresó su solidaridad con los miles de africanos que ahí han llegado en las últimas dos décadas en busca de un mejor nivel de vida y de oportunidades de progreso y bienestar para ellos y sus familias.

Por ahora, la opinión pública mexicana parece estar más interesada en los preparativos del viaje de Francisco, y menos, mucho menos, en lo que pudiera decir en los diferentes lugares a los que llegará. Es normal, las expectativas de su visita tienen más que ver con la esperanza que alberga mucha gente de poder acercarse al Papa, y poco con el mensaje que habrá de transmitir en cada evento.

En cualquier caso, habrá que estar atentos a los pronunciamientos del obispo de Roma, en particular luego de que hace unos días se dio a conocer el documento final del VII Congreso Mundial de la Pastoral de las Migraciones, que tuvo lugar en el Vaticano en noviembre de 2014, y que hoy es el eje rector de la cristiandad católica para el tema.

Entre otros puntos destacados, el documento en cuestión indica que la Iglesia debe establecer un enfoque común y humano en el capítulo de la migración, y colaborar con los gobiernos, las organizaciones no gubernamentales y aquéllas de carácter religioso para proteger los derechos de los migrantes y prevenir, entre otros muchos delitos, la trata, la explotación y la violación sistemática de sus derechos humanos.

De forma especial y teniendo presente la universalidad de la Iglesia, condición que le exige pronunciarse con una sola voz en materia de migración, señala que este trabajo ha de realizarse con el apoyo de redes sociales y que la comunidad eclesial cuenta con los recursos y capacidades para transformar la teoría en práctica en cada localidad. Esto, agrega, conlleva un enfoque pastoral más amplio, que rebasa el aspecto meramente caritativo.

El posicionamiento descrito refleja la decisión del primado de Roma de salir a la calle y no quedarse intramuros, es decir, avala su disposición a estar cerca de comunidades y personas concretas, ya no con parábolas, sino mediante acciones afirmativas con potencial para influir en voluntades y cambiar realidades. Esta conducta no es nada nueva y más bien refrenda el objetivo central que se ha planteado Francisco para este Año Santo de la Misericordia “de dar consuelo a cada hombre y cada mujer de nuestro tiempo”.

Y para ello Roma no está dispuesta a escatimar recursos que sean útiles a la meta de sensibilizar a la opinión pública mundial sobre la situación de los migrantes y sus derechos. En el antes citado Congreso Mundial quedó claro que, desde la parroquia, debe formularse un llamado a transformar la narrativa sobre la migración, de tal suerte que se informe adecuadamente sobre la verdadera situación de los migrantes en los países de origen y destino.

Es algo así como una convocatoria general a todas las naciones a que reconozcan su mea culpa, lo mismo por los abusos cometidos en aquéllas de tránsito y destino, que por la incapacidad de las de origen para atender los rezagos económicos, políticos y sociales que propician el fenómeno migratorio.

Francisco ha puntualizado que desea una Iglesia pobre para los pobres, una comunidad de esperanza comprometida en la práctica con los esfuerzos que realiza la comunidad internacional para asegurarse de que se escuche la voz de los migrantes y se reconozcan y aprecien sus historias y aportes.

Cierto, Roma y Francisco están haciendo política, siempre lo han hecho, pero ahora con un sesgo diferente, de marcado contenido social y en línea con las enseñanzas del Concilio Vaticano II, que alerta a los países de origen, tránsito, destino y retorno de migrantes sobre la necesidad de atender el fenómeno desde una perspectiva humanitaria y con iniciativas solidarias, por ejemplo a través de albergues y casas de asistencia, la oferta de atención médica, la provisión de alimentos y la asistencia jurídica, sin importar el estatus de las personas que migran.

Las palabras del papa argentino en Ciudad Juárez serán escuchadas en todo el globo. En los linderos de la patria, Bergoglio reafirmará su compromiso con una visión integral del tema migratorio y, habituada la gente a las sorpresas que guarda bajo la sotana, no sería extraño que formule un llamado de atención a quienes, desde la autocomplacencia, no reconocen que la migración acredita la urgencia de que se reglamenten los aspectos perniciosos que tiene la globalización entre los sectores sociales menos favorecidos.

En fin, enhorabuena que el primado de Roma haya escogido Juárez para abordar el capítulo de la migración, en el que México se distingue en todos los ámbitos por sus avanzadas posturas de defensa del migrante y sus familias.

En ese entrañable terruño, donde reside gente buena y trabajadora, el Papa confirmará que los mexicanos reconocemos en la frontera con Estados Unidos un espacio que une a pueblos y gobiernos amigos que están dispuestos a seguir forjando, en el marco del respeto mutuo, lazos de cooperación perdurables entre ambos países, así como una sociedad comercial promisoria, que se sustenta en valores compartidos.

Fuente: Siempre, de México.

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