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Edificio Centro Valores, local 2, Esquina de la Luneta, Caracas, Venezuela.

El Papá de todos

Crédito Georges de La Tour

Por Germán Briceño Colmenares*

Me había trazado el propósito de dedicarle unas líneas a San José, con motivo de su fiesta el pasado 19 de marzo, como acción de gracias por los muchos favores -conocidos y desconocidos- recibidos de su benéfica mano. Pensaba que las breves meditaciones que me llegaban a diario, con ocasión de una consagración a su paternal figura que venía haciendo en preparación a su festividad, me ayudarían a cumplir mi cometido. Sin embargo, a medida que pasaban los días, iba cayendo en la cuenta de que el proyecto, por sencillo y breve que fuera, excedía con mucho mis modestas capacidades. Después de todo, ¿quién era yo para osar decir algo sobre una figura respecto de la cual hasta los Evangelios guardaban un misterioso y reverencial silencio? De manera que, convencido de mi insuficiencia, estaba a punto de postergar la tarea para una mejor ocasión cuando se cruzó ante mis ojos la historia de Juan José Lucero Domínguez y su padre Juan.

Juan José nació en el puerto de Rota, frente a la hermosa bahía de Cádiz, con una grave discapacidad que afectó su desarrollo motor y lo ha confinado a una silla de ruedas. Para su padre Juan, el día más feliz de su vida fue también el más triste: su esposa murió por complicaciones en el parto de Juan José. Desde entonces, se consagró en cuerpo y alma al cuidado de su hijo y ambos han llegado a ser uno solo. Una más de las miles de historias de santidad y abnegación ocultas que pasan desapercibidas a los ojos del mundo. La familia, los amigos, los profesores y compañeros hicieron todo lo posible por dar a Juan José una vida normal. Quizás nunca nos hubiéramos enterado de su existencia de no ser por lo que ocurrió mientras Juan José cursaba su segunda carrera universitaria.

Todos los días Juan Lucero acompañaba a Juan José a la universidad, y no solo se dedicó a atender a su hijo sino que al final encontró tiempo para prodigarse también hacia sus compañeros. Esto han dicho de él: “Lo que nos llamaba la atención de Juan es que siempre estaba pendiente de su hijo, en la puerta de la clase. Si acaso se marchaba a la cafetería a tomarse un café. Muchos profesores, viéndolo a diario, le proponían que entrase en clase”.

Cuentan que Juan incluso llevaba en su carro a algunos de los alumnos que vivían en otras localidades. Otro compañero aseguró que Juan destacó durante todo el curso por su humildad, porque “nunca ha hecho alarde de lo que hace por su hijo. No habla por no molestar. Es muy buena persona”. Todos coinciden en que “Juan se ha sacado la carrera al igual que nosotros. Sin presentarse a los exámenes ni estar matriculado, pero a nivel de tiempo, él ha estado presente siempre. Para él, su hijo es capaz de hacer de todo y lo único que tiene son unos límites corporales y motores. Su hijo puede ser lo que quiera en la vida”.

Crédito Rota al día

Yo pensaba en Juan José como un niño atrapado dentro de un cuerpo de hombre frágil y maltrecho, con la inteligencia y la voluntad de un hombre, pero con debilidades, necesidades y limitaciones de niño por causa de su condición. Su padre, que nunca lo desamparaba, estaba siempre a su lado, hasta cuando él no sabía que estaba a su lado, hasta cuando lo alzaba en brazos para meterlo en la cama por las noches. Pensaba también en el resto de nosotros. Si somos lo suficientemente humildes y sinceros para admitirlo, ¿acaso no estamos todos a cualquier edad necesitados de un padre que nos ampare y nos proteja; no somos acaso siempre unos niños vulnerables con debilidades, necesidades y limitaciones, que echamos de menos la mano suavemente vigorosa y protectora de nuestro padre para que nos sostenga en las tribulaciones y nos libre de los peligros?

Al final, tras devanarse inútilmente los sesos intentando decir algo original sobre su silenciosa y entrañable figura, comprendí que San José quería dejarme entrever un atisbo de su patriarcal auxilio reflejado en el rostro de Juan y su hijo Juan José. En la orla de una promoción como cualquier otra de los graduandos en Educación Primaria por la Universidad de Cádiz, con la venia unánime de todos sus compañeros, al lado del retrato de su hijo (quien posee además un título en Matemáticas), figuran la imagen y el nombre de alguien que no cursó formalmente la carrera, tal vez un caso único en la historia. Se trata del bueno de Juan Lucero y al pie de su foto se puede leer la siguiente leyenda: “Papá de Juan José y de todos…”. Misteriosamente, la historia de Juan José y de su padre me hizo comprender en un instante con meridiana claridad lo que San José significa para nosotros: San José es el Papá de todos…


*Abogado y escritor / germanbricenoc@gmail.com

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