Desde hace 55 años el Centro Gumilla ha venido cumpliendo con su misión de ser un centro de investigación y de acción social que desde la visión cristiana y la Iglesia católica promueve la construcción de un país mejor para todos. Igualmente, desde hace 85 años la revista SIC ha venido cumpliendo con su misión de dedicarse al análisis político, social, económico y cultural del acontecer nacional.
Es decir, juntos, desde el inicio de nuestra existencia, tanto SIC como el Centro Gumilla, nos hemos esforzado en ofrecer a los venezolanos una alternativa de país: el país que queremos.
Pero ¿qué significa esa frase? Aquí es necesario que desarrollemos esa frase con claridad, pues es fácil confundir el significado de la misma, y es más fácil aún ser malinterpretados.
No se trata de ir por la vida como aquel personaje de Bertolt Brecht que llevaba el ladrillo consigo para mostrar al mundo cómo era su casa, anclado en un pasado que fue y ya no es, pero que sobre todo no volverá a ser.
Tampoco se trata de presentar un constructo de condiciones ideales, una construcción teórica que intenta comprender un problema determinado. Eso sería como el amante que grita a los cuatro vientos que ama a su mujer perfecta, llena de cualidades ideales, pero que no coinciden en la vida real con la verdadera mujer que tiene de pareja. Amar a alguien por las condiciones ideales que no posee es más un trastorno psicológico que un acto de optimismo. Lo mismo ocurre con los países.
Decir que amamos a Venezuela, pero no la Venezuela actual sino la que fue o la que podría ser, en el fondo lo que significa es que realmente no amamos a Venezuela, y allí estriba el problema que atravesamos hoy los venezolanos.
El país que queremos no es un lugar utópico, como aquel propuesto por Moro, un lugar que no existe.
El país que queremos es este, no el que quisimos, ni el que pudo haber sido, ni tampoco el que podría llegar a ser, sino este en el cual vivimos hoy. El país que queremos, o el que decimos querer, es este que tenemos hoy y no otro. Pero precisamente al mismo tiempo, porque lo queremos, y porque lo conocemos, sabemos que puede y debe estar mejor.
Por ello, nuestro empeño desde Gumilla y SIC en comprender y entender este país que somos. Porque para poder amar a Venezuela, es indispensable conocer cómo está, de qué adolece y al mismo tiempo entender las potencialidades que tiene. Estar conscientes de nuestros defectos y nuestras bondades.
En 2024 a los venezolanos se nos presenta una oportunidad histórica y única de hacer que las cosas mejoren, pero no por soluciones mágicas sacadas de sombreros, sino mostrando y demostrando que podemos ser hombres y mujeres virtuosos.
Los países, igual que las personas, son siempre perfectibles y es justamente a través de las virtudes, –con la práctica de estas– que nos hacemos mejores, como bien señala Giovanni Cucci, s.j., en la cuestión de la virtud está la capacidad de reconocer y poner en práctica el bien propio del hombre, que puede dar sabor y plenitud a su vida. Y encontramos en el pensamiento social de la Iglesia una fórmula comprobada para ejercer las virtudes mediante la práctica de la solidaridad, la observancia de la subsidiaridad, la procura del bien común y la dignidad de la persona humana.
El país que queremos es este que tenemos, y justamente porque lo queremos debemos todos hacer que cambie para mejor, y eso solo se logra siendo nosotros mejores.
Notas:
Vale la pena revisar el trabajo de Giovanni Cucci, s.j., publicado por La Civiltá Cattolica, titulado “Virtudes”.