Por Félix Arellano
Entre los objetivos fundamentales de la acción exterior del gobierno venezolano destaca la búsqueda de reconocimiento internacional, es decir, legitimidad internacional; muy debilitada, luego del inédito precedente de más de cincuenta gobiernos democráticos, que desconocieron la reelección presidencial; empero, más recientemente, la atención parece concentrarse en la búsqueda de recursos financieros, dinero fresco, las opciones son limitadas y están generando complejos dilemas al gobierno.
En el marco del desconocimiento del Gobierno venezolano, se inscriben las instituciones financieras multilaterales, bastante cuestionadas por las narrativas radicales, pero fuentes seguras, a las que no se puede recurrir, hasta tanto no se logren avances en las negociaciones con el gobierno de los Estados Unidos. Por otra parte, el sistema financiero privado internacional, que resulta más costoso y complejo, podría ser una opción, sin embargo, se presenta cauteloso frente a Venezuela, por estar sujeta a sanciones y la prudencia financiera tiende a sobre aplicar el espíritu de las sanciones.
Pero desde que Joe Biden asumió la presidencia de los Estados Unidos (enero 2021) ha destacado su disposición a flexibilizar y desmontar las sanciones, sujeto a un proceso de negociación que permita garantizar condiciones competitivas en el proceso electoral venezolano.
Tal posición rompe con el esquema de “máxima presión” que aplicó el presidente Donald Trump en su administración.
La administración Biden ha demostrado con hechos fehacientes su disposición a la flexibilización de las sanciones y, en el caso venezolano, ha aprobado la licencia que permite el funcionamiento de la empresa Chevron en el sector petrolero.
Varios especialistas destacan los efectos positivos de la participación de tal empresa en la capacidad productiva del país; no obstante, debemos tener presente que la licencia se puede revertir, en consecuencia, la negociación es importante.
Por otra parte, para confirmar la tendencia flexible del Gobierno de los Estados Unidos, acaba de liberar unos 6 mil millones de dólares a Irán, otro país bajo sanciones, en el marco de un acuerdo de liberación de cinco detenidos por cada país. Otra evidencia de la cuestionable “diplomacia de rehenes” que maneja el Gobierno iraní. Los fondos se encontraban en cuentas de Corea del Sur y deben ser utilizados para fines humanitarios.
Como se puede apreciar, si las negociaciones con Estados Unidos avanzan, los recursos financieros estarán disponibles. Pero la administración Biden es prudente.
Por una parte, tiene el precedente negativo de las negociaciones del presidente Barack Obama con Raúl Castro de Cuba, donde el presidente Obama cumplió con los compromisos y Castro no lo hizo, pues aspiraba “un cheque en blanco”, lo que conllevó a un fracaso y retrocesos.
Adicionalmente, 20 senadores del Congreso de los Estados Unidos, de los dos partidos, han enviado una carta al Departamento de Estados (31/08/2023), alertando sobre la situación política en Venezuela, lo que evidencia la importancia que el Congreso asigna al tema venezolano. Tampoco debemos olvidar el peso de los latinos, y el efecto Florida en las elecciones presidenciales, previstas para noviembre del 2024.
Todo parece indicar que el Gobierno de los Estados Unidos está dispuesto a negociar; pero los dilemas y contradicciones se presentan del lado venezolano.
El Gobierno ha demostrado su rechazo a una negociación concreta sobre las condiciones electorales del país, pues la asume como el principio del fin y tenemos como precedentes los fracasos de esfuerzos realizados, entre otros, por organizaciones multilaterales, la Unión Europea, el Vaticano, la República Dominicana, México y el Reino de Noruega.
Ahora bien, según información que circula, los Gobiernos de Estados Unidos y Venezuela adelantan conversaciones informales y de bajo perfil, lo que constituye un éxito para la administración venezolana, pues ha logrado eliminar la mesa de México y la mediación del Reino de Noruega.
El Gobierno venezolano está logrando su preciado objetivo de las negociaciones directas con Washington, pero no puede aspirar repetir la experiencia cubana del “cheque en blanco”, pues además de verse obligado a negociar condiciones concretas, seguramente se enfrentará a nuevas sanciones si no cumple con lo pactado.
Ante los temores y dilemas frente a la negociación concreta con los Estados Unidos, no obstante que puede representar acceso a fondos importantes, como lo está viviendo su aliado iraní, el Gobierno venezolano sigue la línea de los últimos años, de recurrir a sus aliados en el bloque de países autoritarios y anti sistema; pero, las condiciones no se presentan muy favorables.
En el caso de las sanciones personales, a funcionarios venezolanos que han violentado los derechos humanos, proceso que inicio desde la administración del presidente Obama, Rusia resultó en un gran aliado, el operador financiero, pues contaba con una excelente relación con el sistema financiero europeo, pero eso ya no existe. Luego de la invasión a Ucrania, uno de los sectores duramente sancionados por occidente es el financiero. Rusia está aislada financieramente.
Ni Rusia, ni los otros aliados que han apoyado en temas comerciales por las sanciones de los Estados Unidos, como Irán, Turquía o Corea del Norte, tienen la fuerza financiera para apoyar al Gobierno venezolano.
En el escenario del autoritarismo solo queda China, gobierno que ha marcado distancia en los últimos años, en parte, por la sumatoria de fracasos en su experiencia con Venezuela.
Negociaciones de bajo perfil con Estados Unidos, con escasas posibilidades de éxito, por los temores del lado venezolano a comprometerse en temas políticos y, negociaciones públicas con China, que tienen efectos geopolíticos favorables para Xi Jinping, pues confirman su liderazgo global, pero hasta el presente no se tiene información que, luego de una larga visita oficial de seis días, se haya logrado el objetivo fundamental, dinero fresco, que permita enfrentar un proceso electoral, con un significativo rechazo popular.
Gran hermetismo y opacidad caracterizan las relaciones de Venezuela con China. Se informa que en la visita oficial se han suscrito unos 30 acuerdos en diversas áreas, cuyos contenidos se desconocen y se deben sumar a unos 500 acuerdos que se han firmado con el gobierno comunista chino desde que inició el proceso bolivariano. Pero los resultados son desoladores, una cantidad de proyectos paralizados en sus fases iniciales y muchos acuerdos archivados.
Producto de la visita, entendemos que China también participará directamente en el proceso productivo petrolero, algo que no parece nuevo, pues ha participado en diversos sectores sin mayores resultados. También estaría prevista su participación para la solución de la grave situación que enfrenta el sector eléctrico nacional. Conviene recordar que el pasado también se informó sobre la participación de Ramiro Valdés, vicepresidente del Consejo de Estado del gobierno comunista de Cuba, para enfrentar el problema (febrero 2010). Pero lo cierto es que la crisis eléctrica se agrava cada día, de forma más aguda en el interior del país.
Entre los resultados más destacados de la visita oficial a China, el sector oficial resalta la elevación del estatus de relación entre ambos países, ahora se define como: “una asociación estratégica, a toda prueba y todo tiempo”, por cierto, también le fue otorgado el mismo estatus a Siria en la reciente visita del presidente Al Assad a Pekín (21/09/2023).
Un nuevo niel de relación, con alto efecto mediático, pero no se tiene información sobre lo más relevante, el dinero fresco para enfrentar la campaña electoral; por el contrario, sí está claro que Venezuela se encuentra en un pago permanente de la “deuda eterna” con China, que se calcula en 15 mil millones de dólares, garantizada con petróleo.
Pare el Gobierno venezolano los dilemas se incrementan, la presión internacional se mantiene y la popularidad en picada, tiempos difíciles para despreciar la oportunidad de avanzar en una negociación efectiva con los Estados Unidos.