Hay una división de opiniones acerca de si el liderazgo de Hugo Chávez es político, carismático o religioso. No veo oposiciones infranqueables entre ellas. Es todo a la vez. Un liderazgo mantenido por catorce años invita a preguntarnos de qué fuentes surge el poder del líder para sostener la fidelidad de la masa durante tanto tiempo y a pesar de la precaria gestión de gobierno. Hay dos fuentes que saltan a primera vista y en las que no me voy a detener porque son las que constantemente son citadas y referenciadas por todo tipo de opinadores: el poder económico y el poder político. No hay mucho que agregar sobre esto porque es obvio. Si partimos de la definición de que las masas siguen a Hugo Chávez porque les brinda (o promete brindar) apoyo directo a sus necesidades básicas, que son prioritarias en sectores pobres o pobrísimos de la sociedad, y continuamos con la definición de que esas masas están controladas por un poder político sin barreras ni cortapisas, estaremos, sin duda, diciendo algo cierto y evidente. Pero si eso es lo único que mantiene la fidelidad al líder, entonces tendríamos que pensar que estamos definiendo a esas masas como un conjunto de cuerpos vacíos que solamente responden a la inmediata necesidad y al control intimidatorio de los mecanismos del poder. Debemos recordar que estamos hablando de personas (de muchas, por cierto) y no de máquinas a las que se les suministra combustible o se programa para actuar; y en términos religiosos –que es precisamente el tema que nos convoca–, bien pudiéramos decir que son cuerpos con alma. En ese movedizo terreno de la subjetividad se ancla la tercera fuente de poder del líder: el poder simbólico.
Ana Teresa Torres, texto completo en Prodavinci.
Parte de su ponencia en el Seminario: política venezolana y construcción de mayorías.