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El legado de Gorbachov, la religión y los jesuitas

Foto 1_David Longstreath_AP_SIPA (1)

Jesús María Aguirre s.j.*

Las diversas interpretaciones de los articulistas sobre el legado de Gorbachov, y las voces que aparecen ya anticipadamente en la obra monumental del “El homo sovieticus”, de la premio Nobel Svetalana Aleksiévich, versan ante todo sobre las divergencias políticas y económicas, vinculadas a la disolución de la Unión de Repúblicas Socialistas Soviética (URSS).

No han faltado noticias sensacionalistas sobre su oculta pertenencia no solo religiosa, sino incluso católica, hecho negado públicamente por él, pero su contribución no tiene tanto que ver con su ateísmo, sino con el espíritu de la perestroika sobre el hecho religioso.

Como nos recuerda Luis Santamaría, en un artículo sobre el pensamiento de Mijaíl Gorbachov sobre la religión, él mismo declaró que seguía siendo ateo y en una Conferencia Nacional del Partido Comunista (PCUS) celebrada en 1988, Gorbachov, como secretario general, dejó claro que “nosotros –los comunistas soviéticos– no ocultamos lo que opinamos sobre la concepción religiosa del mundo como ideología no materialista, acientífica”. Algo en consonancia con la tradición marxista. Pero continuaba diciendo: “esto no es motivo para que adoptemos una actitud irrespetuosa hacia el mundo espiritual de los creyentes ni, menos aún, para que se les haga objeto de presiones administrativas con el fin de afirmar las concepciones materialistas”.

A partir de esa fecha y en congruencia con el ambiente de la “glasnot” –transparencia– hubo un profundo viraje que se manifestó desde su mandato. Un breve recorrido histórico nos permite comprender el viraje que se da en la URSS, gracias a la reformulación filosófica y sociopolítica de la religión y de sus formas institucionalizadas. Espiguemos en la web algunos datos significativos de ese recorrido.

La Unión Soviética fue un Estado ateísta desde 1922 hasta su disolución en 1991, en el cual la religión se prohibió y en gran medida fue perseguida. Más de un tercio de la población del país profesaba alguna creencia religiosa.

El cristianismo y el Islam tenían la mayoría de los creyentes. Los cristianos pertenecían a diversas iglesias: ortodoxa, que tuvo el mayor número de seguidores; católicos; y bautistas y varias otras denominaciones protestantes. La mayoría de los fieles islámicos fueron suníes. El judaísmo también tenía muchos seguidores. Otras religiones, las cuales fueron practicadas por un número relativamente pequeño de creyentes, incluían el budismo y chamanismo.

Dos tercios de la población soviética, sin embargo, eran irreligiosos. Los miembros del gobernante partido comunista y funcionarios de alto nivel del gobierno, profesaban el ateísmo.

El papel de la religión en la vida cotidiana de los ciudadanos soviéticos varió enormemente. Para la mayoría de los ciudadanos soviéticos la religión era irrelevante y su expresión pública invisibilizada.

Para el régimen soviético, las cuestiones de la nacionalidad y la religión estuvieron siempre estrechamente vinculadas. No es de extrañar, por tanto, que la actitud hacia la religión varíara también de una prohibición total de algunas religiones al apoyo tácito u oficial de otras.

Por ejemplo, en las repúblicas, donde vivían la mayoría de los católicos, la República Socialista Soviética de Lituania, RSS de Bielorrusia y la RSS de Ucrania, el catolicismo y el nacionalismo resultaban estrechamente asociados. Aunque la Iglesia católica en la República de Lituania fue tolerada, un gran número del clero fueron encarcelados, muchos seminarios estaban cerrados, y los agentes de la policía se infiltraron en el resto. La campaña anticatólica en la República de Lituania disminuyó después de la muerte de Stalin, pero las duras medidas contra la Iglesia se reanudaron en 1957 y continuó durante la era Brezhnev y sus sucesores.

El viraje religioso de la perestroika

En marzo de 1985 muere Chernenko, Mijaíl Gorbachov se convierte en secretario general del partido y adopta medidas para reformar el país, comenzando la perestroika.

Tras la caída del Muro de Berlín, la reunificación de Alemania y la proclamación de la soberanía de Rusia (RSFSR), Yeltsin es elegido presidente. Fracasado el intento de golpe en 1991, Yeltsin se erige en presidente y primer ministro y en 1993 se promulga la nueva constitución, profundizando las libertades de expresión y asociación.

Según el experto José Antonio Rodríguez García, a quien seguimos en las siguientes líneas:

(…) la perestroika significó una transformación sin precedentes en la historia de la URSS. Toda esta reestructuración en su vertiente legislativa supuso una serie de enmiendas constitucionales y más de cuarenta leyes, aunque su vigencia fue corta por la desaparición de la URSS en diciembre de 1991.

Estas serían retomadas más tarde por la Federación Rusa, pero ya se iniciaron simultáneamente los primeros pasos para cambiar las relaciones entre la iglesia y el Estado, principalmente con la Iglesia ortodoxa.

Ya el 29 de abril de 1988, M. S. Gorbachov recibió al Patriarca Pimen y a los miembros del Santo Sínodo, y entre los temas que se trataron fueron la elaboración de una nueva ley sobre libertad de conciencia que reflejara los intereses de las organizaciones religiosas y el apoyo estatal a la celebración del milenario de la Iglesia ortodoxa. A partir del desarrollo jurídico ulterior:

Las organizaciones religiosas, tienen el derecho a participar en la vida social y a utilizar, en pie de igualdad con las demás asociaciones sociales, los medios de información. Sin embargo, no pueden participar en la actividad de los partidos políticos ni apoyarlos con recursos financieros. Al mismo tiempo, los sacerdotes pueden participar, por cuenta propia o a título individual, en la vida política en pie de igualdad con los demás ciudadanos.

En el caso específico de la Federación Rusa, según la constitución aprobada en diciembre de 1993, “1) La Federación de Rusia es un estado laico. Ninguna relación podrá establecerse como estatal u obligatoria. 2) Las asociaciones religiosas quedan separadas del Estado y son iguales ante la ley”.

Al reconocimiento de las asociaciones religiosas hay que agregar toda la reglamentación referente a su inscripción, pues se impuso la disposición, de que se reconocían en primera instancia las organizaciones que llevaban cincuenta años o más de preexistencia a la conformación de la URSS, como ocurría con la mayor parte de las religiones históricas y algunas organizaciones afines.

El caso singular de los jesuitas

Según declaró a los medios el jesuita alemán Bernd Groth, profesor de la universidad Gregoriana de Roma y delegado del general de la Compañía de Jesús para dirigir la comisión especial para los asuntos religiosos de la URSS, después de una batalla jurídica que llegó al Tribunal Constitucional, la Compañía de Jesús obtuvo reconocimiento legal en Rusia.

En septiembre de 1992 los jesuitas se habían registrado en Rusia, conforme a la ley de cultos entonces vigente. Pero, al intentar registrarse de nuevo de acuerdo con la ley de libertad de conciencia y asociaciones religiosas, en vigor desde 1997, el ministro de Justicia de la Federación Rusa rechazó la inscripción en abril de 1999 (servicio 87/99). Como razones de su negativa, el Ministerio de Justicia mantenía que la Compañía de Jesús era una institución fundada en el extranjero, su nombre no expresaba la fe a la que pertenecía y no habían acreditado una presencia en Rusia desde más de cincuenta años, como exige la ley.

Pero la verdad histórica es que los jesuitas estaban enraizados desde el siglo XVIII, durante el reinado de Catalina la Grande, ortodoxa, amiga de Voltaire y déspota ilustrada, quien recibió también, como sabemos por su diario, a nuestro prócer Francisco de Miranda.

Luego de gobernar por diez años todas las Rusias, en 1772, en el primer reparto de Polonia, la zarina se apropió de Bielorrusia y Livonia, la Rusia Blanca. Con este territorio, adquirió como súbditos 201 jesuitas polacos y lituanos, más cuatro colegios, dos residencias y seis misiones.

Un año más tarde, el papa Clemente XIV suprimió a la Compañía de Jesús mediante el Breve “Dominus ac Redemptor”, de fecha 21 de julio de 1773. El Breve llegó a Polonia a mitad de septiembre. Catalina ordenó ignorarlo y recoger todos los ejemplares del documento, porque la Zarina conocía la fama que tenían los jesuitas en la enseñanza de todas las ciencias y letras.

Por eso las alegaciones del provincial jesuita, Stanislav Opiela, ante el Tribunal Constitucional han dado fruto, y los jesuitas han sido registrados. Pero, como informó The Catholic World Report en noviembre de 2000, los problemas de los jesuitas en Rusia no han terminado: el provincial Opiela tenía denegado su permiso de residencia, y tuvo que ser sustituido por el P. Jerzy Karpinsky, que sí tenía ese permiso, y asumió la representación de los jesuitas en el proceso judicial que culminó con éxito.

Actualmente hay once jesuitas en Rusia, divididos en tres comunidades: en Moscú, donde, además de las iniciativas culturales del Instituto, ofrecen retiros y asistencia a las parroquias católicas; en Tomsk, donde se ocupan de una escuela, una parroquia y asisten a las pequeñas comunidades católicas dispersas en las distintas ciudades y pueblos de la región; y en Novosibirsk, donde solo hay un jesuita –además del propio obispo de la diócesis católica, monseñor Joseph Werth, s.j.– que se ocupa de un centro cultural y del seminario menor.

Sin embargo, la aplicación de la ley de 1997 (servicio 124/98) sigue dando lugar a un clima de inseguridad y discriminaciones, como ha podido verse en la práctica, y más ahora teniendo en cuenta el régimen autoritario de Putin y su connivencia con la Iglesia Ortodoxa Rusa.


Notas

  1. SANTAMARÍA, L. (2022). “¿Qué pensaba Mijaíl Gorbachov sobre la religión y el cristianismo?” . Aleteia.
  2. RODRÍGUEZ, J. A. (1995) “La libertad religiosa y de conciencia en la perestroika”. Universidad Complutense de Madrid.
  3. ACEPRENSA (2000): “La Compañía de Jesús reconocida, al fin, en Rusia”, 20 diciembre del 2000.

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