Samir Khalil Samir*
*Análisis del reputado jesuita egipcio e islamólogo Samir Khalil Samir para AsiaNews sobre la crisis que enfrenta a la Arabia suní (y sus aliados) con el Irán chií (y sus aliados).
El enfrentamiento que está delineándose entre Arabia Saudita e Irán tiene, por cierto, motivos políticos y económicos:
-La diferencia de posiciones sobre las cuestiones siria y yemenita;
-La competencia en la producción petrolífera;
-El dominio de la península arábiga y del Golfo.
Pero dicho enfrentamiento tiene también raíces religiosas, y se vincula con una lucha que ha de definir quién debe guiar la forma del islam destinada a la hegemonía.
Una crisis de décadas, la peor de siglos
El islam está atravesando una crisis desde hace algunos decenios: es la más grande de los últimos dos siglos. La misma asume formas variadas, de acuerdo a la política. Un punto sobre el cual es urgente y necesaria una superación es la estrecha relación entre política y religión.
En realidad, dicho problema fue afrontado desde la mitad del siglo XIX hasta la mitad del siglo XX: teníamos una tendencia liberal que buscaba crear Estados que fueran neutrales en términos religiosos; islámicos, porque la mayoría de la población era musulmana, pero quien no era musulmán tenía más o menos los mismos derechos. En síntesis, había una cierta neutralidad y laicidad.
Arabia exporta integrismo con dinero
Ahora, en cambio, al menos en los últimos 50 años se ve una tendencia contraria a ésta. En Egipto, por ejemplo, en Minia, en el ’73, como una especie de signo, en la apertura de las escuelas femeninas, todas las jóvenes asistieron cubiertas, con el chador, y las manos cubiertas son guantes.
La explicación: Arabia Saudita pagaba una “retribución mensual” a las familias egipcias que aceptasen cubrir a sus mujeres. Dicho pago era equivalente a un tercio del salario de un empleado. Y la gente aceptaba el dinero.
Este hábito se ha vuelto absolutamente normal. Actualmente, si una mujer no está cubierta con el velo es criticada y mirada mal. Incluso las mujeres cristianas se pasean cubiertas por el temor a ser insultadas u ofendidas.
Este deslizamiento hacia una cerrazón proviene del fundamentalismo sunnita y wahabita, de Arabia Saudita y de Qatar.
Y se explica también desde el punto de vista sociológico: Egipto tenía a más de un millón de sus trabajadores en el exterior, en Arabia Saudita, que, luego de pasar algunos años allí, al regresar a su patria, se ponían a practicar los usos sauditas. Esto es aplicable también para otros países de proveniencia de los inmigrantes.
La expresión corriente que podía escucharse era: “¡Dios bendiga a Arabia Saudita, maldita sea!”. Arabia era una fuente de ganancias, pero a la vez una fuente de integralismo y de cerrazón.
Cosas de este tipo suceden también en Italia, donde los maridos fundamentalistas obligan a sus mujeres a seguir las costumbres sauditas o fundamentalistas. Para ellos, esta vestimenta es una categoría religiosa.
Ha de decirse que otros países del Golfo tienen visiones más tolerantes, permitiendo la construcción de iglesias y llegando incluso a financiar la misma.
El integrismo chií de Jomeini ya pasó
Desde fines de los años ’70, con Ruhollah Jomeini, en Irán también se difundió un fundamentalismo chiita, pero los iraníes ya han tomado distancia del mismo.
Hace algunos años estuve en Qom [ciudad al sur de Teherán, una especie de “Vaticano” de los chiitas iraníes, por el gran número de escuelas teológicas allí presentes-ndr], y se veía a las mujeres en el chador, todas cubiertas de negro.
Pero en Shiraz, por ejemplo, las jóvenes llevaban velos de colores, que dejaban asomar algún que otro mechón impertinente de cabello rubio, o iban de la mano con su noviecito.
Un ayatolá de Qom me explicó: “Usted debe entender que Qom no es Irán. Como ciudad santa hemos de tener cierto modo de vivir”.
El fundamentalismo iraní, mucho más abierto
Existen, por lo tanto, dos fundamentalismos, pero el persa es mucho más abierto desde el punto de vista intelectual e incluso posee cierto espíritu crítico.
En Qom, por ejemplo, había 40 instituciones vinculadas a la mezquita, pero no eran organizaciones religiosas: tenían una asociación para ayudar a los sordos, otra para los ciegos, para los medicamentos, una TV para los niños, un observatorio astronómico en la montaña cercana; bibliotecas de historia, de filosofía.
Una vez incluso encontré un imán que me confesó que cada día leía alguna página de las Enéadas de Plotino [filósofo pagano neoplatonista del siglo III, más bien monoteísta; nota de ReL] en la versión árabe inédita, todavía manuscrita, llamada “Teología de Aristóteles”. Esto es impensable en el mundo sunnita. Además, en la tradición wahabita suní estos libros serían quemados.
De la misma manera, en el wahabismo se persigue toda la corriente mística del Islam: recordemos lo ocurrido con Al Hallaj en el siglo IX, que fue crucificado por sus ideas y sus escritos, en los que describía su unión espiritual con Dios.
“Los sunnitas no entienden de filosofía ni ciencia”
Hace algunos años, en el 2008, en el Vaticano tuvimos el primer Foro islamo-católico. Encontré a un imán que se definió a sí mismo como “un docente de filosofía”. Con él hablamos sobre un hecho que había sucedido algunos días antes: en el sitio ‘islam.org’, una joven universitaria de París solicitó ayuda para preparar una tesis sobre Avicena (filósofo y médico persa musulmán que vivió entre 980-1037). La respuesta fue: ¡No estudie estas cosas de infieles, sino concéntrese en el estudio del Corán!
El imán frente a mí, que era chiita, concluyó: “Quien dio esa respuesta era, ciertamente, un imán sunnita. Ellos no entienden nada de filosofía o de ciencia”.
La formación de un imán chiita incluye muchas materias que no son estrictamente religiosas, sino culturales. En cambio, los imanes sunnitas se limitan a estudiar el islam. Por eso, el diálogo con los chiitas es más fácil y amplio; el que se da con los sunnitas tiene una base mucho más restringida. La educación de los imanes sunnitas se desarrolla fundamentalmente aprendiendo de memoria los versículos del Corán, sin comprenderlo ni interpretarlo, y tampoco poniéndolo en un contexto histórico.
La supremacía en el mundo islámico
Sunnitas y chiitas no tienen la misma visión de la vida y de la religión, y por esto chocan entre sí. Este enfrentamiento existe desde el comienzo, pero en otro tiempo las diversidades eran más aceptadas.
Con el wahabismo, el dogma sunnita se está imponiendo donde sea. En Pakistán, por ejemplo, las leyes sobre blasfemia, que han llevado a la condena a muerte de Asia Bibi y al asesinato de tantas personas, son de inspiración típicamente saudita. En todas las regiones sunnitas -menos en algunos países, como Egipto- se está difundiendo este fundamentalismo que rechaza el uso de la razón en la lectura del Corán.
Sunnitas y chiitas se combaten para ganar la supremacía de influencia en el mundo islámico, y para definir quién debe dialogar con Occidente. El acuerdo nuclear iraní, al que arribaron las grandes potencias con Teherán, deja el campo libre a Irán; y Arabia Saudita -que se ha opuesto al acuerdo hasta el final- todavía hoy se opone al mismo de manera vehemente. Lo mismo hace Israel, aunque por motivos distintos.
ISIS nació como una milicia anti-chií
Hay que decir que, en su origen, la guerra de ISIS era una guerra anti-chiita. No es casual que en Siria y en Irak gobiernan grupos que se remiten al chiismo: la minoría alauita en Damasco y los chiitas (que son la mayoría de la población) en Bagdad.
Tensiones y enfrentamientos entre las dos comunidades ya se han difundido en el Líbano, en la India, en Pakistán (donde sea que haya comunidades chiitas).
Los chiitas son como mucho el 15% de los musulmanes, y, por ende, no podrán pretender ser hegemónicos en el mundo islámico. Los sunnitas, que son la gran mayoría, tienden a afirmarse de manera totalizante. A menudo, en debates televisivos en Egipto, me ha pasado escuchar a un imán sunnita que dice a sus colegas chiitas: “¡Vosotros no tenéis derecho a estar aquí! ¡Esta es una tierra sunnita!”. ¡Y esos chiitas son tan egipcios como él!
Sin autocrítica alguna
Además de la tentación totalizante, el mundo sunita tiene la tentación de absolverse siempre: no ejercita función de autocrítica alguna.
Durante siglos, el mundo musulmán tuvo un carácter pluralista. Entre los siglos VIII y XIII, bajo los abasíes con capital en Bagdad, había sunnitas y chiitas, fundamentalistas y liberales. En el siglo IX había incluso mutazilitas, que afirmaban que “el Corán había sido creado”, mientras otros decían que era “increado”. Si el libro sagrado es “increado”, viene directamente de Dios, y no se lo puede tocar; si es “creado”, entonces es posible estudiarlo e interpretarlo. Esta posición mutazilita siguió desarrollándose por siglos, sobre todo con el califa Al-Ma’mūn (813 – 833). Su sucesor, al-Muʿtasim (833-842), partidario de la posición “increada”, expulsó a los mutazilitas.
Pero dicha corriente permaneció a lo largo de los siglos: el Corán debe ser interpretado con la razón, con aquello más agudo e inteligente que existe en la realidad. Aún en nuestros días, esta posición es vista como una amenaza, y quienes la expresan corren el riesgo de ser acusados de herejía.
La universidad de Al-Azhar sufre este problema: siendo particularmente sostenida por Arabia Saudita, no critica la posición “increada”, no obstante en el pasado ha sido esta corriente la que ha guiado con fuerza una reforma modernizante del islam.
¿El Corán según la recta razón?
Entre 1860 y 1950, durante casi un siglo, la tendencia era interpretar el Corán con libertad y sentido común. El gran rector de la Universidad de Al-Azhar, Muhammad Abduh (1849-1905), afirmaba que el Corán debe ser interpretado según la razón. Junto a él, estaban Jamal al-Din al-Afghani (1838-1897), iraní, Abd al-Rahman al-Kawakibi (1855-1902), sirio, y tantos otros que estuvieron entre los protagonistas de la Nahda, del Renacimiento árabe e islámico. Todos ellos terminaron luego exiliados por motivos políticos, pero en París continuaron publicando una revista mensual (“El vínculo indisoluble”) muy abierta, dispuesta incluso a recibir y debatir críticas al islam de personajes como Ernest Renan.
Este Renacimiento ha llevado a la construcción de Estados tolerantes con las distintas religiones. Nasser fundó la República egipcia, y su eslogan era: “La religión pertenece a Dios; la patria es de todos”. “La religión pertenece a Dios” significa que cada uno es libre de elegir y practicar la religión que quiera.
Sin embargo, en los años ‘70 y bajo la influencia wahabita, todo esto comenzó a desaparecer.
Pero ya en Egipto se había pasado del pensamiento liberal de Muhammad Abduh al pensamiento mediano de Muhammad Rashīd Ridā, su discípulo, a la posición de Hassan al-Banna, el fundador de los Hermanos Musulmanes. Los wahabitas son incluso más extremistas que los Hermanos Musulmanes.
Dinero saudí para lograr sumisión religiosa
Aquí entra en danza otra cuestión: ¿cómo hace Arabia Saudita para difundir su verbo wahhabita? Egipto recibe al menos 3.000 millones de dólares al año de Riad; Sudán recibe algún que otro paquete de mil millones.
Para atraerlos hacia su visión, los sauditas están dispuestos a pagar, a apoyar a los gobiernos y a construir mezquitas. Más de 1000 mezquitas han sido construidas hasta ahora por Arabia Saudita en muchas partes del mundo (incluso en Italia y en Europa). Habitualmente estas mezquitas son majestuosas, enormes, y Riad paga también al imán y a los empleados. Ahora, quien paga, manda. Y, por eso, Arabia Saudita influencia el estilo de islam que se vive.
En Egipto, a causa de la influencia saudita, durante el Ramadan está prohibido vender comidas y bebidas a quien sea. Como compensación, los sauditas han comprado una zona cercana a las pirámides, que se ha convertido en un resort exclusivo, donde los ricos árabes gozan de libertades que en su país les serían prohibidas. En el mundo, la opinión es que los musulmanes tienen a los sauditas, y que ellos son “vacíos”, “infieles”, “corruptos”, pero se garantizan su poder, incluso religioso, a través del dinero y la riqueza.
Del wahabismo a ISIS
Lo que es triste es que Arabia Saudita se compra aliados “religiosos” a través de la riqueza. Es de remarcar que el estilo religioso, fundamentalista y practicante de la sharia, conduce directamente al tipo de gobierno de ISIS.
Cada semana, en las plazas sauditas, hay ejecuciones -decapitaciones, latigazos, lapidaciones– que son celebradas como un rito religioso, tal como vemos en los videos difundidos por ISIS.
Quisiera agregar una puntualización más: ¡Isis no es un movimiento que ha caído del cielo, Isis es la aplicación brutal de la enseñanza difundida no sólo por Arabia Saudita, sino también por muchas universidades islámicas, incluyendo ciertas enseñanzas de la Universidad de Al-Azhar, que forma a miles de imanes al año! Este fenómeno es esclarecido por estudiosos liberales en algunas emisiones televisivas actuales. ¡La fuente que inspira a los yihadistas tiene su origen en cierto tipo de enseñanza islámica tradicional, que aún sigue siendo difundido hoy en día!
El Occidente sometido
En su intento de dominar el mundo islámico, Arabia Saudita quiere decidir el futuro de Siria, del Líbano, de Irak, de Egipto, de numerosos países africanos y asiáticos. Tiene un rol nefasto, porque no posee una visión amplia y tolerante, e ignora totalmente el pensamiento moderno: tiene sólo la sharia, y está difundiendo este estilo fundamentalista en el mundo. Y es a través de ellos que el fundamentalismo ha llegado a Malasia, a Indonesia, a las Filipinas, etc.
Desde este punto de vista, Irán, con su islam más cultivado y abierto, podría actuar como un correctivo, pero, no obstante teniendo una población más numerosa que la de Arabia, no tiene la fuerza que posee ese país. Y los chiitas se han difundido, por desgracia, en la zona del Golfo.
El enfrentamiento entre Arabia Saudita e Irán es, por lo tanto, un enfrentamiento político, pero en su raíz hay una oposición religiosa, y la lucha es por la supremacía religiosa. Por último, en el mundo islámico, la religión y la política van de la mano.
Occidente parece razonar como los países musulmanes que son ayudados por los sauditas: parece interesarse sólo por el comercio. Los Estados Unidos jamás criticaron el comportamiento de Riad en relación a los derechos humanos, si bien en Arabia han sido decapitadas más personas que en en todos los países del mundo.
Se podría esperar que los musulmanes en Europa -son al menos 10 millones- presentasen un islam razonable y racional, abierto a todo las cosas positivas que existen en el mundo moderno. En Francia y en otras partes, hay imanes ilustrados, pero se trata de una minoría, y deben expresarse de manera discreta por cuestiones de seguridad. Por otro lado, ellos no tienen todo el poder financiero e ideológico de Arabia Saudita.
Si en Arabia hubiera una visión liberal similar a la tunecina, por ejemplo, hoy tendríamos una situación islámica muy diferente, más abierta, más tolerante. Y es esto lo que la mayoría de los musulmanes desea alcanzar, sin saber a ciencia cierta cómo hacer, o sin atreverse a hacer aquello que saben que es inevitable.
No se trata de imitar a Occidente en todo lo que hace -¡sería catastrófico!- ; sino que se trata de discernir en la modernidad aquello que es positivo y constructivo, para aplicarlo.
En esto, pienso que los cristianos de Oriente tienen una misión de discernimiento, para ayudar a sus hermanos musulmanes a integrar lo positivo de la modernidad, rechazando aquello que es negativo.
Algunos enlaces de interés:
9 mapas que explican lo que está sucediendo
Sunitas y chiítas: ¿qué es lo que los separa?
http://www.taringa.net/post/info/19080726/19-nuevos-y-curiosos-mapas-del-mundo-que-te-sorprenderan.html