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El imperio como excusa

AP Foto_Ariana Cubillos

Por Félix Arellano

En la estrategia de expansión internacional, los Gobiernos autoritarios asignan especial importancia al discurso, que se presenta como fundamento y carta de presentación en la búsqueda de respaldos; en esencia, producen y reproducen una narrativa conformada, en su mayoría, por un conjunto de contradicciones con la que aspiran manipular y controlar. Una pieza emotiva y atractiva para estimular pasiones, pero, en un alto porcentaje, representa un falso discurso, que al menor análisis se desmorona.

El rechazo al sistema capitalista hace un tiempo constituía el epicentro del discurso, que combinaba marxismo, mezclado con populismo y nacionalismo. Pero los cambios en varios países autoritarios, como China y Vietnam, que se orientaron a la economía de mercado para superar sus hambrunas, han tornado difícil mantener la farsa de la sociedad ideal sin clases sociales y sin mercado. Por el contrario, lo que se observa en los países con gobiernos autoritarios es la conformación de un capitalismo salvaje sin sensibilidad social.

Hoy la narrativa de la geopolítica del autoritarismo privilegia el rechazo a los valores liberales, en particular la institucionalidad democrática y los derechos humanos, que están enfrentando el asedio de una guerra hibrida; empero, respaldan el liberalismo económico, un mercado sin mecanismos de equidad y con el desprecio a las instituciones internacionales que ejercen funciones de control, supervisión o peor aún de sanción.

Se ha bajado el tono en lo relativo al rechazo al sistema, pero se ha fortalecido el ataque a los Estados Unidos como el gran enemigo, un discurso que se ha exacerbado, y debemos destacar que la aplicación de sanciones individuales por parte del Gobierno norteamericano ha contribuido a cohesionar a los gobiernos autoritarios y repotenciar la narrativa.

En el ataque al imperio se mezclan varios elementos, incluyendo algunos legítimos que deberían ser objeto de revisión y negociación internacional, como por ejemplo revisar la dinámica de funcionamiento del sistema institucional de Bretton Woods –específicamente el Fondo Monetario Internacional y el Banco Mundial– y, en alguna medida, los privilegios del dólar como divisa fundamental del sistema financiero internacional.

Pero la narrativa autoritaria mezcla lo que podría ser legítimo con fantasías, con el objeto de avanzar en la manipulación. En este contexto, destaca la tesis de responsabilizar a las sanciones que aplica el Gobierno norteamericano como la causa de todos los males que enfrentan los pueblos en países autoritarios. Las sanciones se constituyen en una gran excusa que permite encubrir problemas fundamentales y estructurales, como por ejemplo que a los gobiernos autoritarios les conviene mantener sus pueblos en pobreza, para ejercer un control social más eficiente.

Rechazar el papel de potencial gendarme internacional de los Estados Unidos goza de amplio respaldo, bandera que apoyan diversos gobiernos críticos desde distintas perspectivas. No se exagera al considerar el rechazo al imperio como el nuevo epicentro de la narrativa autoritaria, pero como sucede con toda la visión, está cargada de contradicciones. La reciente visita a la región de Ebrahim Rasi, presidente de Irán, que se ha concentrado en los países más críticos del imperio (sus aliados ideológicos), nos permite apreciar las contradicciones de la narrativa autoritaria.

A lo largo de la visita oficial, el Presidente iraní resaltó constantemente la unidad frente al “enemigo común”. Un gran rechazo a los Estados Unidos, pero cada uno de los Gobiernos involucrados está interesado en la negociación directa y efectiva con el imperio. Resulta difícil ocultar las reales intenciones; empero, los autoritarios construyen sus justificaciones para calmar a los radicales.

Podríamos iniciar con el caso de Irán, pues el Presidente exacerbó el tema desde que anunció su visita a la región, resaltando la unidad de “la justa lucha contra el imperio”; sin embargo, mientras el presidente Rasi desarrollaba su apasionado verbo radical, el máximo líder de la revolución chiita iraní, el ayatolá Alí Jamenei, señalaba desde Teherán “no hay nada malo en acuerdo nuclear con Occidente” (DW 11/06/2023).

Como es lógico, el ayatolá Jamenei controla las instituciones y el país en su conjunto, sus intervenciones son estratégicas y se reserva la última palabra; en consecuencia, tal mensaje se podría interpretar como la campaña de justificación para los radicales revolucionarios, ante un posible avance de las negociaciones para la reincorporación de los Estados Unidos en el acuerdo nuclear, suscrito en el 2015 y del cual se retiró el expresidente Donald Trump en el 2018.

El tema es complejo, el presidente Biden enfrenta una fuerte oposición de los radicales del Partido Republicano en el Congreso, del Gobierno de Israel y de las monarquías árabes más conservadoras. No resulta fácil aceptar que un acuerdo con Irán, que contemple mecanismos de control y negociación, es mejor que dejar a Irán actuando sin limitaciones.

Para la revolución chiita resulta fundamental superar las sanciones que actualmente enfrenta, que se calculan sobrepasan las tres mil (DW 20/06/2023). La cúpula en el poder observa que el rechazo popular a la revolución se ha incrementado con el deterioro económico y la ausencia de perspectivas de crecimiento.

En consecuencia, nos encontramos con un discurso revolucionario que sataniza a los Estados Unidos y el presidente Raisi pregona por la región; pero, paralelamente, la revolución desarrolla esfuerzos diplomáticos, junto con la Unión Europea, para reincorporar el impero en el acuerdo nuclear y lograr desmontar las sanciones.

El caso de Cuba podría resultar el más emblemático, pues lleva décadas promoviendo un agresivo discurso contra el embargo que aplica los Estados Unidos, al cual identifica como la causa de todos sus problemas del pueblo cubano; empero, paralelamente desarrolla una estrategia para lograr negociaciones directas con la Casa Blanca. Por varios años el embargo ha servido para cohesionar la población con la revolución y, además, lograr el apoyo internacional, en particular en las Naciones Unidas.

Ahora bien, en los últimos años, que se están desapareciendo las dádivas internacionales –primero la soviética y luego la chequera petrolera venezolana– y la ineficiencia y corrupción impera en la isla, el rechazo popular a la revolución se ha incrementado, como se pudo apreciar en la espontánea protesta popular del 11 de julio del 2021; en consecuencia, las negociaciones con el imperio son fundamentales.

Para la visión autoritaria resulta difícil entender que toda negociación implica concesiones, el partido comunista cubano quiere recibir todo y no ceder, pues teme que eso signifique el principio del fin, de allí su resistencia con la apertura económica. Con tal actitud destruyeron el esfuerzo del expresidente Obama orientado a desarrollar un compromiso constructivo con el pueblo cubano.

El expresidente Donald Trump fortaleció la presión con una “política de asfixia” que ha generado, entre sus consecuencias, mayores migrantes al norte. El presidente Biden comparte la visión de Barack Obama, pero avanza con prudencia y bajo perfil. En tal sentido, se observa que actualmente ambos gobiernos “caminan discretamente hacia un nuevo acercamiento” (El País 22/01/2023) y la administración Biden ha flexibilizado varias restricciones e iniciado un proceso de diálogos bilaterales en temas de interés común.

Se puede apreciar otra evidencia de la manipulación de la narrativa en los actos oficiales atacando al imperio, pero a espaldas de los radicales, promoviendo el diálogo. El caso de Nicaragua se vincula con la experiencia de Rafael Correa en Ecuador, quien apoyaba el ataque a los Estados Unidos, particularmente en el Alianza Bolivariana para los Pueblos de Nuestra América (ALBA), pero mantuvo permanentemente el dólar como la moneda oficial del Ecuador.

El dúo Ortega-Murillo sataniza el imperio, pero mantiene el Tratado de Libre Comercio entre Estados Unidos, Centroamérica y República Dominicana (RD-CAFTA) y, adicionalmente, el comercio ha crecido significativamente y la balanza comercial resulta superavitaria a favor de Nicaragua.

El caso venezolano, largo y complejo, entra en la misma línea de contradicciones, pues compartiendo la narrativa antiimperialista con el Presidente iraní, llegaba de nuevo al país Roger Carstens, enviado presidencial especial para asuntos de rehenes de los Estados Unidos, en un avión de la Agencia Central de Inteligencia (CIA por sus siglas en inglés). Otra visita, pues ya ha negociado la liberación de los ejecutivos de Citgo detenidos en Venezuela, en canje con los jóvenes Flores sancionados por temas de narcotráfico.

Todo indica que uno de los objetivos fundamentales de Miraflores es lograr una negociación directa con el Gobierno de los Estados Unidos, de allí los obstáculos que incrementa frente al esquema de negociación previsto en México.

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Este artículo fue originalmente publicado en TalCual Digital.

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