Scroll Top
Edificio Centro Valores, local 2, Esquina de la Luneta, Caracas, Venezuela.

El Espíritu lo fue llevando

Miercoles09_sin crédito

Por Luis Ovando Hernández, s.j.

Entramos en la Cuaresma, es decir, en el tiempo especial para renovar nuestra fe, nuestra esperanza y caridad; realidades tan necesarias por estos días.

Con el Miércoles de Ceniza abrimos un arco de tiempo para concientizar cómo el Espíritu Santo ha actuado y actúa en nosotros, del mismo modo que lo hizo en Jesús, y cuyas mociones se concentran en el relato de los cuarenta días que pasara en el desierto, discerniendo el camino a tomar y los atajos a rechazar, en su misión de proclamar el Reino.

Jesús, “lleno del Espíritu”

Si recapitulamos lo sucedido en la vida de Jesús hasta el evangelio del primer domingo de Cuaresma, el relato del desierto que ofrece Lucas es “volver atrás”: el Señor se deja bautizar por Juan, y recibe el Espíritu Santo, que “se posó sobre Él”.

Con el Espíritu como compañero, Jesucristo se introduce en el desierto, a ejemplo de su pueblo y de muchas otras personas. Como en ningún otro sitio, el desierto es el lugar donde se ponen a prueba las propias energías, y al tratarse de un espacio extremo, toda la confianza —la fe, la esperanza y el amor— se siembra en Dios.

La mayor parte del día está determinada por el sol inclemente y el calor infernal, asfixiante, peligroso; la noche es más bien fría, y consiguientemente tan peligrosa como el día. Hay alimañas y animales salvajes permanentemente acechando, buscando víctimas incautas o descuidadas. Los riesgos son muchos; los alimentos y el agua escasean.

“Desierto” es sinónimo de soledad, de ausencia y riesgos. Es, asimismo, sinónimo de “encuentro con Dios”.

Jesús pasó pues cuarenta días en el desierto acompañado y asistido por el Espíritu. Pero también se encuentra el diablo, el enemigo de Dios y del hombre, aquel que constantemente hace hasta lo imposible para crear división: con Dios, con las demás personas y consigo mismo. Su tarea es que el hombre se distancie del Señor, “extrañándose” a sí mismo, de manera que, cuando se vea, no se auto reconozca como hermano de sus semejantes e hijo de Dios.

Para alcanzar sus propósitos, el demonio se vale de todo tipo de artimañas, trucos y engaños, tentándonos a fin de que cedamos a sus sugerencias.

Estando así las cosas, la primera conclusión obvia que podemos extraer del relato es que el desierto no está tan vacío como pudiéramos imaginárnoslo. Están de modo explícito dos de las Divinas Personas de la Trinidad, la otra Persona Divina —Dios Padre—, lo está implícitamente; después, está el diablo.

Una segunda conclusión es que “bien” y “mal” están entremezclados, especialmente en la boca del diablo, quien, en momentos abiertamente vulgares y en otros sutilmente condescendientes, manosea la verdad y la Palabra de Dios, con la única finalidad de llevar a Jesús a su movedizo terreno. El diablo está claro en sus propósitos, y usa los medios para alcanzarlos.

Tercero. Jesús está igualmente claro, y se aclara aún más en la medida en que se adentra en el desierto. Él aceptó predicar el Reino de nuestro Padre Dios desde los necesitados, excluidos y pecadores, débiles y perdedores históricos.

La misión que lleva entre manos no se realiza valiéndose de atajos, favoreciendo populismos, creando parasitismos, esterilizando la dignidad de las personas o desprestigiando el esfuerzo humano, despreciándolo. La tarea que Dios le dio no pretende rendir culto a falsos dioses, ídolos que nos creamos apoyados en la fuerza bruta, en la injusticia y en la polarización. El trabajo por hacer no tiene que ver con luminarias enceguecedoras, efímeras, o con likes e influencers.

Jesucristo sale victorioso de los acechos del diablo; sabe qué hacer y cómo hacerlo: el Reino se predica a diario, sin sustituir a Dios con falsos ídolos o modas. Las tentaciones se disipan, la confianza brota, se encienden luces que alumbran el camino, el amor llena el corazón.

Para que haya paz, debemos cambiar de corazón

Algo anda mal con nuestro mundo. Algo no está bien con nosotros, seres humanos. Justo cuando un sector considerable de la población mundial está dejando atrás la pandemia, nos dan con la puerta en la cara con la guerra Rusia–Ucrania.

No asimilamos las lecciones que nos dio el COVID–19. La guerra entre Rusia y Ucrania no es el único conflicto bélico en el mundo. Cuando pensamos que tendríamos un receso a las angustias y preocupaciones, éstas cobran fuerzas provocando sufrimientos, desestabilizando la convivencia y desacreditando el derecho, como ha afirmado justamente el papa Francisco.

La Cuaresma es la oportunidad de volver al propio corazón, desde Dios. El “regreso” al Señor lleva a los criterios discernidos por Jesús en el desierto. A la tentación de resolver los problemas —reales o supuestos— a través de la violencia injusta e irracional, hay que anteponer el camino de la paz, resultado de nuestra conversión cordial.

Dejémonos guiar por las insinuaciones del Espíritu de Jesús; que vaya siempre delante, mostrándonos el sendero, y que nuestras acciones lo muestren a Él.

Entradas relacionadas

Nuestros Grupos