Por Rafael Curvelo
El 3 de diciembre los venezolanos estamos convocados a un referéndum sobre nuestra soberanía en el territorio Esequibo. Más allá de la partidización, realizada por el Gobierno, se hace necesario reflexionar sobre un hecho tan trascendental y que lleva demasiado tiempo en la lista de pendientes del Estado.
“El Esequibo es nuestro” o “La soberanía se ejerce no se consulta”; son algunas de las frases que hemos oído en las redes sociales o medios de comunicación, sin mayor contenido y demostrando que un tema muy importante, como lo es, nuestra soberanía territorial; ha quedado reducido al conflicto político de la polarización.
Como nación pudiéramos afirmar, que desde nuestra independencia, hemos ido perdiendo el territorio que nos correspondía como Capitanía General. Algunos diferendos territoriales se han ido resolviendo, otros en cambio, siguen en pie. El más emblemático es el que tenemos con la actual República Cooperativa de Guayana, sobre el margen oeste del río Esequibo; más de 159.500 km² están en reclamación por parte de Venezuela desde hace 150 años, desconociendo decisiones judiciales irregulares y apegándose a los acuerdos más recientes, donde la ONU ha sido uno de los garantes.
Venezuela, con sus diferentes gobiernos ha mantenido una postura de defensa del territorio, unos más vehementes que otros; incluso con la posibilidad de entrar en un conflicto bélico, pero sin mayores consecuencias. Los aliados, circunstanciales no está demás decirlo, han mantenido posturas divergentes, dependiendo de la situación; aunque en algunos casos, ha habido coherencia al ponerse del lado guyanés.
En la defensa del lado guyanés podemos mencionar a Cuba, que en los últimos años, ha sido un aliado de Venezuela, pero que con los múltiples beneficios recibidos, mantiene su postura a favor de Guyana. En esta misma línea se mantienen las naciones del Petrocaribe; ante esto el Gobierno venezolano, prefiere mantener un silencio incómodo y no molestar a los que sigue considerando “¿aliados?”.
Por el otro lado, podemos mencionar la posición de los Estados Unidos que, aunque en anteriores oportunidades ha mantenido una defensa de los intereses venezolanos; hoy se ha puesto del lado guyanés. Ante esto, un sector de la oposición, que ha mantenido una postura cercana con el Gobierno americano, prefiere no decir nada y evitar momentos incómodos con aquel que les ha dado cheques en blanco.
Ambos bandos, que llevan años disputándose el poder, son incapaces de condenar las palabras y acciones de sus aliados. Aunque a lo interno, traten de mostrar un nacionalismo enlatado, no hacen lo necesario para defender una posición válida y soberana, ante aquellos, que prefieren darle la espalda a nuestra nación, solo por el simple hecho de beneficiarse de las riquezas temporales.
Más allá del referéndum y su intencionalidad, hay que abrir un debate sobre la defensa del territorio, que en los últimos años se ha perdido, no por potencias extranjeras, sino por las mafias y grupos irregulares que han explotado nuestras riquezas, así como a nuestra población más vulnerable. Allí es donde debemos buscar un punto de encuentro y construir un acuerdo para recuperar nuestra soberanía, en todo el territorio, incluyendo el Esequibo.
Esta situación ha evidenciado, que hace falta una pedagogía, sobre el nacionalismo; pero no un nacionalismo enlatado, sino aquel del que hablaban Simón Bolívar o José Antonio Páez; también del que demostraron Isaías Medina Angarita y Rómulo Betancourt. Un nacionalismo que no se entregó a ningún interés extranjero, sino que pensó en el avance y desarrollo de la nación.
Obviamente que el Esequibo es nuestro y que la soberanía debemos ejercerla votando, pero la decisión corresponde a cada ciudadano, el qué hacer este domingo. Porque más allá del domingo, tenemos que mantener la discusión y las acciones, dentro de la ley, en nuestra defensa soberana.