Por Esteban Pittaro
La despedida de uno de los mejores atletas argentinos de todos los tiempos, leyenda del deporte.
La ceremonia del retiro de la camiseta número 20 con la que vistió por 16 años a los San Antonio Spurs fue una suerte de última función de Emanuel Ginóbili en los courts de baloncesto. Y tuvo todo lo que la maravillosa obra de teatro que fue su vida tenía que tener: un tributo a su talento deportivo, a su laboriosidad, a lo que significó para la Argentina, a su amistad y a su familia.
Y fueron justamente los momentos dedicados a su familia los que más conmovieron y emocionaron al que probablemente sea el mejor atleta argentino de todos los tiempos, uno de los más destacados que jamás hayan nacido en tierra latinoamericana.
Minutos antes de que se devele en lo alto del estadio su camiseta, en un extenso discurso de agradecimiento, Manu reservó los últimos minutos para su familia. Primero buscó con la mirada a sus padres Jorge y Raquel, que no logró hallar en el medio de los miles que colmaban el AT&T Center. Mejor, como expresó, porque no hubiese contenido el llanto.
“A ellos, gracias por darnos todo lo que necesitábamos, aunque a mamá mucho no le gustó al principio que querías un hijo doctor, abogado, contador o lo que sea, pero siempre la libertad total de elegir. Papá, siendo un fanático total del básquet, jamás interferiste en nada con mis compañeros, entrenadores, clubes, con nadie pero siempre te sentí al lado pegadito apoyándome, eso vale más que cualquier consejo”, aseguró sobre sus padres.
Al referirse a sus niños, en el court central con él, recuperó el humor, y se río con el estadio de la incomprensión de los tres, a los que les aclaró que su papá no estaba triste, sino muy contento, y que su llanto era de felicidad. “Todo lo que hacemos con mamá es por el bien de ustedes”, les recordó.
Fuente: Aleteia