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El ejercicio del poder en clave de comprensión

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Este artículo recoge las conclusiones derivadas de una serie de sesiones de reflexión organizadas por la revista SIC sobre el ejercicio del poder en Venezuela actualmente, con cinco destacados intelectuales que residen en el país y que, además, comparten la misma preocupación: definir y comprender el tema propuesto. Así, extendemos a Indira Urbaneja, Mibelis Acevedo, Mercedes Malavé, Phil Gunson y Guillermo Tell Aveledo, nuestro profundo agradecimiento por sus aportes

Juan Salvador Pérez*

La idea es aproximarnos a una suerte de comprensión del poder hoy en día, su concepción y su ejercicio, pero no por pura curiosidad teórica, ni para justificar acciones, ni atropellos, ni loas, ni críticas, sino para que podamos conseguir caminos que nos permitan salir de esta crisis.

El chavismo, tras todos estos años, nos ha colocado ante un reto histórico tremendo: dar soluciones al drama nacional. Nos encontramos en una situación paupérrima, en el estricto sentido del término pauperis, pobre, necesitado. Y, definitivamente, como van las cosas pareciera que la fórmula de gobierno que se ejerce no logra dar con respuestas exitosas. Gobernar en su etimología (kybernaein), representa el arte de pilotar un barco, es decir de llevarlo de un destino a otro. Un buen gobierno no se trata, pues, solo de controlar el barco internamente, sino de hacerlo llegar a buen puerto.

Surgen entonces las preguntas obligatorias: ¿Para dónde va este barco? ¿Cuál es el rumbo? ¿Tenemos cómo y con quién llegar? ¿Sabemos cuáles son los escollos?

Pero entremos en materia y comencemos por lo primero, lo que nos ocupa a los fines de este escrito, hablemos de los timoneles. Comprendámoslos o al menos hagamos el intento.

Es necesario para esto partir de lo primero: el poder real en Venezuela se encuentra en Miraflores y es Nicolás Maduro la figura que lo representa. Maduro y su equipo de gobierno son quienes deben –y no han podido– dar respuestas a los problemas del país, son los responsables de ello, es esa su principal (acaso única) función.

Entonces, si esto es así, ¿por qué no se dedican, no se abocan, no se ocupan de llevar el barco a buen puerto?

Solo hay dos respuestas posibles: porque no han querido o porque no han podido.

Si fuese lo primero, pues este artículo llegaría hasta aquí. Estaríamos en frente de una banda de maleantes, o de piratas, que tomaron el barco simplemente para asirse del barco, de lo que hay en él (de lo poco o mucho), pero sin ningún otro proyecto o plan más que el simple hecho de ser los dueños y amos de un barco que no va a ningún lado, que no quiere ir a ningún lado, que no llegará a ningún lado. No hay más que analizar. No se trataría de un gobierno, el problema en ese caso sería otro.

Ahora bien, si partimos de la idea de que el problema en este barco es que el Gobierno no ha podido gobernar, la historia es otra. Aquí sí cabe –y se hace más que necesario– entonces comprender por qué Maduro y su equipo no pueden llevar el barco a buen puerto. Dónde radica su impotencia. Cómo se destranca la capacidad de dar respuestas.

La pretensión de este artículo, como lo indica su título, es tratar de aproximarnos a esta comprensión del Gobierno y lo haremos con base en cuatro ideas o planteamientos que esperamos sean útiles para superar este peligroso y nefasto doldrum en el cual estamos.

Fuentes: Reuters

Superar la visión maniquea de adversarios

Siempre va a ser un problema tratar de arrojar matices o de sentar matices ahí donde todo se ha puesto en blanco y negro. Durante décadas hemos reforzado esa visión adversarial, que comienza con el chavismo al instalarse en el poder con una visión de amigo/enemigo que estuvo siempre muy clara. Sin duda, la polarización no la creó Chávez. Ya existían, previo a la llegada del chavismo, elementos sociales muy propios de la polarización que estaban ahí vigentes. El descontento por supuesto que existía, pero la narrativa de ese contexto sí fue dada por el chavismo.

Evidentemente, tal actitud tuvo que generar también una reacción en aquellos que por decisión del chavismo no podían estar, y que poco a poco se fueron convirtiendo en más excluidos. Es decir, empezó con la exclusión de AD y Copei, y luego va por los demás. Eso no quiere decir que la demanda no fue verosímil ad initium, es decir, hubo una decadencia en los sistemas de partido, hubo una decadencia del sistema democrático, que tuvo reflexiones. Pero el chavismo, sobre esas reflexiones, terminó montado sobre otro proyecto, un proyecto excluyente en sí mismo, excluyente de todo aquel que no pensara y piense exactamente como el Gobierno.

Y así no se puede gobernar en democracia, porque para poder ir adelante, se tiene que ir adelante con todos.

Es esta nuestra primera incomprensión, no entendimos que estábamos ante dos visiones distintas de la democracia, que ahora toca dejar atrás y (re)conciliar. Hoy le corresponde a Miraflores superar la visión excluyente sin trucos ni ficciones, debe generar reconocimiento para poder ser reconocido. En estos momentos, a esta altura del partido, el paso inicial corresponde exclusivamente a Maduro y su equipo. Sin duda es un cambio profundo en la concepción originaria de la dinámica política del chavismo, pero es que ese discurso y esa manera de ejercer la acción de gobierno hoy es no solo inconveniente, sino inviable.

Ya hemos comenzado a ver una incipiente apertura en lo económico y esto, aunque pudiera parecerle a algunos un simple acto de pragmatismo, representa en sí una importante señal interna, pues este tipo de reformas rara vez ocurren en la primera generación. En el caso de Atatürk, en Turquía, o en el caso del franquismo español, fueron generaciones posfundación, posguerra, las que hicieron procesos de revisión y de apertura.

Pero la verdadera apertura que se necesita es la política y todo indica que Miraflores lo sabe. Le corresponde ahora asumirlo.

Entender la dificultad de ser un partido de Estado: caso PRI

Un segundo tema que es indispensable comprender es la naturaleza del Partido Socialista Unido de Venezuela. Es un partido que nace desde el ejercicio propio del gobierno, nace desde el Estado, es un partido de Estado. Por ello, la idea de que tenga –en algún momento– que separarse del Estado genera el temor, por un lado, de poner en peligro sus inmunidades, pero también trae consigo la duda propia de su existencia, de cómo concebirse como un partido, cómo hacer política, sin detentar el poder.

Esta circunstancia no es única del PSUV, y valdría la pena revisar el caso del Partido Revolucionario Institucional (PRI) en México, que también es un partido creado desde el poder. El PRI es un partido de Estado y al igual que el PSUV enfrentó internamente el temor –el miedo– a no saber cómo actuar para lograr estabilidad. Una cosa es tener el poder y otra lograr la estabilidad. El PSUV no ha logrado sentirse estable, sino todo lo contrario, tiene un problema estructural de desconfianza y eso es básicamente porque no posee reglas claras internas, sino voluntades y pugnas de criterio y visiones internas. ¿Cuánto tiempo estará Maduro? ¿Quién será el próximo candidato? ¿Cómo se define el relevo en el liderazgo interno?

El principal tema que dio estabilidad interna al PRI fue definir el asunto escabroso y sensible de las sucesiones en el liderazgo. El PRI lo resolvió con la figura del sexenio, eso puso límite temporal a los líderes y le dio la estabilidad de la certeza. Pero, además, permitió el surgimiento de una oposición real y verdadera que exitosamente logró llegar al poder, cosa que el PSUV no ha logrado entender, ni asumir, ni mucho menos permitir.

Claramente no es sencillo aceptar verse fuera del poder, hay temores fundados e infundados para no querer que ello ocurra, pero el PSUV debe prepararse para ello, entender que eso ocurrirá y no tiene por qué ser traumático, sino que es la oportunidad para crecer orgánicamente como partido, como movimiento, como opción.

Pasar del miedo de la fuerza a la confianza de la gestión

La amenaza, el miedo, el uso de la fuerza, siempre resulta más sencillo como mecanismo de control, pero no es posible construir con base en ello un sistema de confianza. La llegada del chavismo al poder atendió profundamente a un clamor de desigualdad y necesidad de cambios que había en el país en ese momento (hace más de veinte años), pero hoy ese clamor sigue allí. Volvamos una vez más al concepto de kybernaein como el arte de pilotar un barco para llevarlo a buen destino. Esto es lo que se espera del Gobierno, de este o de cualquier otro. No puede seguir la nave dando vueltas sin rumbo y, mientras, los tripulantes saltando fuera de borda en su desesperación.

Quienes han ocupado Miraflores, ayer, hoy y mañana, tienen una única razón para estar allí: hacer que el país objetivamente sea mejor. Eso se logra con gestión concreta de gobierno, con logros reales, medibles, con orden, honestidad y control democrático. Esa es la gestión de la confianza, no otra.

El atropello, el irrespeto, la violación de las normas, la imposición por la fuerza, solo conduce al deterioro del ejercicio del poder, a la distorsión de la función de gobierno y al surgimiento del desorden social. La violencia como mecanismo de control termina por hacer todo disfuncional, porque al final limita por completo la capacidad de gobernar.

Gobernar es atender a la gente, es ocuparse de la gente, es respetar profundamente la dignidad de la persona, y eso solo se logra dejando la violencia y el uso de la fuerza a un lado, para asumir con seriedad la gestión de gobierno. El movimiento político que pretenda obviar esto, podrá tener pasado, quizás presente, pero nunca tendrá futuro.

Llenar de contenidos el conflicto: la confrontación virtuosa

Por último, es necesario comprender la naturaleza propia de nuestro conflicto. En Venezuela el problema estriba no en el hecho en sí de la confrontación, pues en política siempre existirá la confrontación. Eso ni es malo, ni es evitable.

La falla en nuestro antagonismo político está en la ausencia de profundidad en el conflicto por parte de los actores. Necesitamos impulsar un discurso virtuoso en la política, llenar el debate con contenidos políticos serios y vaciarlo del discurso bélico. Centrarnos en los grandes problemas del país, identificarlos, ofrecer propuestas.

Esto requiere actuar con valentía, no con temeridad. Comprender que el acercamiento entre las partes es indispensable y el reconocimiento es fundamental.

No puede Miraflores hoy salir de esta crisis con éxito si no es por este camino. No puede la oposición hoy salir de esta crisis con éxito si no es por este camino.


*Magíster en Estudios Políticos y de Gobierno. Director de la revista SIC.

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