Javier Lesaca (Pamplona, 1981) es, si no la única, una de las pocas personas de este mundo que han visto, analizado y catalogado todos los vídeos publicitarios de la organización terrorista Estado Islámico. Licenciado en la Universidad de Navarra y con un máster de Estudios árabes en Georgetown, ha sido contratado por la Universidad George Washington, donde desarrolla su trabajo de investigación sobre la estrategia audiovisual de Estado Islámico.
¿Usted ha visto todos los vídeos propagandísticos de Estado Islámico (EI)?
Sí. Están a punto de sacar el número 1.000. Van a dos por día. Entre ellos hay 170 vídeos de ejecuciones en los que asesinan a 1.600 personas.
Usted sostiene que el yihadista John, que degolló a periodistas y cooperantes occidentales, se creía un personaje de cómic o de videojuegos.
Efectivamente, su estética es más propia de un personaje de videojuego que de un ortodoxo musulmán; la narrativa de los vídeos es propia de películas populares de terror como la saga SAW o V de Vendeta, donde un hombre enmascarado amenaza con ejecutar a una persona para hacer justicia, crea un ambiente de terror, capta la atención de la audiencia y entonces es cuando ejecuta en vivo al rehén.
¿Qué diferencia existe entre el yihadista John y un asesino en serie como por ejemplo Jack el Destripador?
Comparte características con famosos asesinos en serie de la historia. Muestra absoluta falta de empatía con el dolor ajeno y parece disfrutar del sufrimiento de los demás.
Pero el yihadista no se esconde, reivindica y presume de sus asesinatos
Exacto. Comunica su acción de manera directa través de las redes sin tener que pasar por el papel mediador de los medios de comunicación tradicionales. Es un psicópata postmoderno y millenial que convierte el terror en un espectáculo audiovisual atractivo y popular. La amenaza que representa Estado Islámico es que miles de jóvenes de todo el mundo acaban sintonizando con su manera de justificar el terror.
¿En qué consiste la estrategia comunicativa del EI?
Tiene tres características: magnitud, segmentación y cercanía cultural. En menos de dos años, el EI ha difundido además de mil vídeos, más de dos mil newsletters, decenas de miles de infografías y fotos… Para ello, ha utilizado entre 45.000 y 75.000 cuentas de Twitter, según un estudio de la Brookings Institution. Estas campañas han sido vistas por millones de personas. Además el EI hace una segmentación regional a través de 36 productoras audiovisuales y utiliza diversos recursos y diversos idiomas en función de cada audiencia. La estética y el lenguaje audiovisual que utiliza siempre están ligados a productos audiovisuales populares como los videojuegos con la intención de captar a jóvenes y adolescentes de entre 15 y 25 años de todo el mundo.
¿El Estado Islámico se dirige específicamente a jóvenes residentes en países occidentales?
El videojuego más popular entre los adolescentes de París o Nueva York es el mismo que entre los más jóvenes de El Cairo o Bagdad. Los terroristas se aprovechan de esa identidad cultural global para acercarse a los más jóvenes. Después, utilizan campañas segmentadas. Si lanzan un vídeo para reclutar terroristas en Australia, usan a un joven australiano rubio de ojos azules que se ha unido al EI como médico; si quieren reclutar en Francia, lanzan un videoclip musical en francés a ritmo de hip hop…
Nada que ver con los sermones religiosos de Bin Laden.
Nada. La producción audiovisual de Al Qaeda era escasa. Los vídeos eran largos, aburridos y no diferenciaban las audiencias.
¿Dónde está el interruptor que activa a un joven que reside en París, Berlín o Barcelona para sentirse llamado a alistarse a la yihad?
Se trata de una evolución progresiva. Nadie se une al EI o se coloca un cinturón de explosivos sólo por ver propaganda en internet. La estrategia comunicacional del EI persigue despertar la curiosidad y empezar un camino de aproximación a cuentas (on line) o a personas reales que les van deslizando por la senda de la radicalización.
¿La fascinación por la violencia surge de un resentimiento latente?
Los productos audiovisuales diseñados para los más jóvenes han banalizado de una forma extrema la violencia y la han convertido en un espectáculo mediático. Y jóvenes con vidas aparentemente acomodadas, pero con importantes carencias identitarias, culturales y, probablemente, con disfunciones psicológicas, se sientan seducidos por el mensaje totalitario y violento.
¿Podría hablarse de un ‘mercado de la rebeldía’?
Sí. Un común denominador entre los 35.000 jóvenes de todo el mundo que se han unido al EI en el último año es el de su rebeldía contra las instituciones que representan a sus respectivas naciones Estado.
Los que se apuntan al yihadismo ¿son los más pobres y desamparados? ¿O todo lo contrario?
No hay ninguna vinculación entre terrorismo y pobreza. De hecho, la mayoría de personas que se unen a proyectos terroristas tienen un perfil de estudios medios y altos y no se encuentran en situaciones de exclusión. El proceso de radicalización terrorista está mucho más ligado a carencias identitarias.
¿Cuál es el antídoto?
Bueno, hay 170 vídeos de ejecuciones y ninguno de los familiares de las 1.600 ejecutados explicando la desgracia de sus hijos o hermanos.
El fenómeno es muy distinto en Europa que en EE.UU.
A diferencia de lo que ocurre en Europa, no existen en Estados Unidos barrios de musulmanes como de afroamericanos o hispanos. En general son familias integradas y acomodadas orgullosas de su ciudadanía estadounidense y en muchos casos han llegado aquí precisamente porque han huido de la yihad. De Francia se han alistado 10.000; de Estados Unidos, apenas 300.
Por Jordi Barbeta/ www.lavanguardia.com