Piero Trepiccione*
Hugo Chávez tuvo la particularidad que en prácticamente todas las evaluaciones de gestión que se le hicieron pudo salir airoso
Algunos presidentes a lo largo de la historia han sido especialistas en manejar el llamado “efecto teflón” que no es más que lograr mantener altos índices de popularidad que les dan un importante retorno político-electoral a sus gestiones; asociándolos la opinión pública sólo con los temas positivos y en ningún caso, o al menos en porcentajes muy pocos significativos, a problemas o dificultades nacionales que afectaban la vida cotidiana de la gente. Ronald Reagan y Bill Clinton en los Estados Unidos, Charles de Gaulle en Francia, Alvaro Uribe en Colombia y Hugo Chávez en Venezuela, son una muestra de operar estratégicamente la comunicación y la gestión para refutar ataques frontales e indirectos a la figura de la presidencia y de quien la ejerce en un momento determinado.
En Venezuela, Hugo Chávez tuvo la particularidad que en prácticamente todas las evaluaciones de gestión que se le hicieron pudo salir airoso. Siempre estuvo su valoración positiva por encima o muy cerca del cincuenta por ciento de la población aún en los peores momentos que confrontó. Su éxito radicó en que estadísticamente muy poca gente lo asociaba con problemas claves que afectaban el desenvolvimiento de la vida social de los venezolanos y venezolanas. Temas como la inseguridad, el desempleo, las fallas del sistema eléctrico nacional entre otros males, no le eran atribuidos directamente a Hugo Chávez ni a la presidencia como institución. Siempre estaban de por medio los ministros, gobernadores, la oposición, los alcaldes,inclusive, el imperio entre otros actores y nunca Chávez. Por eso se le denomina efecto teflón; simplemente, porque le “resbalan” las críticas y nunca se materializan en su contra afectando su imagen ante la opinión pública.
Este fenómeno del “teflón” no ha podido ser asumido por el presidente Nicolás Maduro. Todo lo contrario. Desde que fuera electo el pasado 14 de abril, todas las responsabilidades de gestión según las evaluaciones permanentes que hacen las principales encuestadoras del país, indican que el porcentaje que directamente asocia la figura presidencial con los problemas nacionales ha ido en aumento sostenidamente. No ha parado en estos últimos meses. Esto, sin duda alguna, es un elemento que preocupa a nivel de gestión ya que puede afectar el retorno político a propósito de las elecciones locales que se celebrarán el mes de diciembre de este año y los retos políticos a mediano y largo plazo planteados desde la revolución bolivariana.
El “efecto teflón” combina elementos de comunicación política y gestión pública. Pero también, el carisma personal del mandatario, asi como un olfato natural que interpreta fríamente los momentos políticos para siempre sacar provecho puntual. Es algo complejo que redondea personalidades que se siembran en la historia cargadas de un pragmatismo intuitivo, pero delineadas por sueños y cristalizaciones ideológicas que aglutinan masas que partidariamente respaldan proyectos políticos de largo aliento.
Sin “efecto teflón” no hay largo aliento. Sólo hay mandatarios asociados a la cotidianidad y ésta, si no se aborda con éxito, corre el riesgo de hacer caer en la rutinización a la majestad presidencial y por consiguiente, en descrédito y deslegitimidad.
*Director del Centro Gumilla de Barquisimeto.