Douglas Zabala
Si de algo ha servido el arma de la abstención ha sido para dejar plasmado el porcentaje de los no votantes sobre el total de los que tienen derecho al voto. En todo proceso electoral esta acción siempre estará presente, pero de allí a convertirla en una estrategia, incluso para oponerse a los regímenes autoritarios, más que una temeridad, pasa a ser un instrumento aliado al enemigo que pretendes golpear, sobre todo si ella implica la no presencia del actor político que la promueve. La no participación en esos procesos deja el espacio libre al contrincante para cometer los fraudes hartos ya conocidos en la historia.
Pudiésemos agotar estas cuartillas explicando los tipos de abstención como fenómeno electoral, pero el asusto que nos mueve es la predica en factores minoritarios, pero muy activos en las redes y demás medios de comunicación, no solo abogando por la no participación electoral, sino calificando de traidores y negociantes de las luchas emprendidas recientemente a quienes han decidido participar. Los combates contra las pretensiones dictatoriales no pueden ir en línea recta y dura como una viga de acero, los mismos ameritan asumir todas las formas pacíficas y violentas que la coyuntura vaya colocando en el tablero.
En la pelea contra el fraude constituyente los grupos radicales le impusieron al resto de la MUD, la vía del “Boicot Electoral” como forma de evitar el acto fraudulento, y este llamado devino en una simple abstención pasiva, no vigilante para evitar los resultados conocidos. De esa actitud nadie ha entregado cuentas, pero si han regresado a su radicalismo infecundo, para esta vez lanzar toda su caballería, contra quienes hemos tomado la iniciativa de participar en estas elecciones regionales, donde, por cierto, se demostrará que jamás existieron los ocho millones de votos de los cuales se ufana el PSUV.
Con la imposición de la ANC el régimen de Nicolás solo ha logrado el peor aislamiento, que país alguno haya tenido, desde los tiempos del bloqueo contra su aliado gobierno cubano; de manera que promover apatía, escepticismo o desinterés por los asuntos políticos, con el manido argumento de la traición, es hacerle el juego a quienes saben que jamás volverán a ganar una elección, vigilada y auditada por una oposición, dispuesta a defender en las mesas la voluntad del elector, con el mismo ahínco demostrado en las calles de Venezuela, en los días de la resistencia activa por el derecho al voto.
En efecto nuestro principal adversario en esta nueva contienda es el gobierno con todo su poderío económico, institucional y militar, por lo que no podemos perder de vista el terrible daño que nos acecha de tomar fuerza la predica equivocada de algunos factores y líderes opositores por la abstención militante. No vamos a insistir en ejemplos de errores abstencionistas, pero incluso, hasta esta última convocatoria a la abstención en la Constituyente madurista, habrá que considerar en el futuro si fue pertinente o no tal decisión política. De todos modos, la historia ha demostrado que la democracia se defiende es con votos.
No votar es un derecho político del ciudadano y, eso nadie lo discute, pero con este gobierno la abstención es un arma de doble filo, ella puede hasta degollar la inmediata posibilidad que tenemos de salir de estos gobernadores, corruptos, ineficaces y violadores de nuestros derechos humanos. Asumamos estas elecciones como otra barricada por la libertad y por la salida de Maduro. La derrota de este gobierno este 15 de octubre ya está cantada, solo depende de si el país entero sale a votar, ese es el reto.