Por Carlos Tablante
La ambición desmedida de mantenerse en el poder como sea del autócrata Nicolás Maduro es la causa principal de la tragedia y del colapso que padecemos en Venezuela.
Cuando mueren niños por falta de tratamiento médico, y la población en general no tiene alimentos ni medicinas. Estamos en una emergencia, una verdadera y profunda crisis humanitaria que nos plantea la urgencia de detener la destrucción del país evitando mayores traumas y dolor.
Un acuerdo para realizar elecciones generales con un nuevo Consejo Nacional Electoral (CNE), con todas las garantías democráticas que estamos exigiendo, es decir, sin presos políticos, sin inhabilitados, sin exiliados y con la presencia de observadores internacionales independientes que sean garantes de la mas absoluta transparencia en el respeto al derecho al voto que ha estado asediado por el ventajismo y el fraude, de lo cual hay suficientes evidencias como demostró el robo de las elecciones regionales a Andrés Velásquez.
El cambio político que exige el país pasa por abrir la vía electoral que ha sido cerrada por el abuso y las trampas del régimen.
Toda nuestra lucha y la presión internacional tiene como objetivo lograr la plena vigencia de la Constitución y las leyes para sustituir a la casta corrupta que se ha adueñado de Venezuela, principal causa de el hambre y la violencia.
Debemos detener la destrucción. Esa es la prioridad. Como lo ha dicho el presidente encargado Juan Guaidó, cuando vamos a Noruega con el respaldo de la comunidad internacional, estamos exigiendo a Maduro que se aparte para facilitar desde la Asamblea Nacional la hoja de ruta que nos lleve a un desenlace político y pacífico para atender de manera inmediata la grave crisis humanitaria que sufre la mayoría del país.
¿Cómo resolver entonces los nudos críticos? De entrada, los representantes de Guaidó deben exigir a los de Maduro la liberación de los presos políticos ilegalmente encarcelados, muchos de ellos incomunicados y sometidos a una sistemática violación de sus derechos humanos.
Por ejemplo, ¿qué hacer con la falsa asamblea constituyente? ¿Cómo lograr un equilibrio con contrapesos que dé garantías a las partes desde el Tribunal Supremo de Justicia y la Asamblea Nacional?, ¿Cómo organizar y preparar un proceso electoral complejo en medio de tanta desconfianza?
A estas y otras preguntas debemos encontrarle respuesta para evitar que la violencia y el conflicto armado nos trituren aún más como país en esta diabólica mecánica que trata de imponer la dictadura.
Es comprensible la desesperación y la falta de racionalidad política de quienes creen que lo deseable es una intervención militar multilateral, sin revisar las experiencias de otros pueblos que han pasado por guerras y conflictos para finalmente tener que negociar acuerdos encima de miles de cadáveres y una historia manchada de sangre cuyas heridas son de muy difícil curación.
El régimen utiliza las consignas guerreristas para intimidar, la presencia cubana y rusa para amedrentar, la represión, torturas y asesinatos para aterrorizar. Estamos frente a una cleptocracia y por ello el desafío es mayor para utilizar todas las herramientas de la política con inteligencia y creatividad, debe servirnos para lograr, con el apoyo contundente de la comunidad internacional, una salida por la calle del medio para construir una verdadera democracia de todos y para todos.
Debemos evitar entonces que la politica se convierta en un mantra, en un dogma. Nuestra propuesta debe ser flexible y ajustable en lo estratégico.
La dinámica política y la correlación de fuerzas, deben priorizar el orden de las opciones. Lo deseable sería iniciar la transición luego de realizar unas elecciones generales libres con un gobierno de unidad nacional. Es decir, lograr entre todos el cese de la usurpación con votos y sin balas.