Noel Álvarez*
El panorama político que vivimos plantea complejos retos a las democracias de todo el planeta. La globalización determina los desplazamientos geopolíticos del poder; el papel y las estructuras cambiantes de las organizaciones e instituciones supra nacionales; las nuevas tecnologías de comunicación; el aumento de las desigualdades; la polarización y la exclusión social que generan y distorsionan la voz, la representación política y, por tanto, reducen el centro vital y moderado del electorado.
Esta dinámica ha contribuido a la opinión, ampliamente discutida, de que la democracia está en declive. En todo el mundo acontecen hechos que cuestionan la idea de la resiliencia de la democracia y hacen que los sistemas democráticos parezcan frágiles y amenazados. No obstante, algunos representantes de organismos internacionales coinciden en que: los ciudadanos y las instituciones nacionales e internacionales siguen defendiendo los valores democráticos de los liderazgos auténticos y creíbles.
Los partidos populistas prosperan cuando existe un vacío político y los partidos tradicionales les permiten ofrecer un discurso unilateral, populista. Mediante el compromiso con los ciudadanos, los partidos tradicionales podrían eliminar ese vacío y ofrecer alternativas convincentes. Sin embargo, algunos de ellos están adoptando las características y prácticas de sus rivales populistas exitosos.
Dirigentes autoritarios, electos democráticamente, tratan cada vez con mayor frecuencia de manipular la ley para aumentar su poder dentro del ámbito constitucional. Mientras que los golpistas clásicos derribaban gobiernos, los déspotas modernos debilitan los sistemas democráticos mediante su manipulación. Habitualmente estos dirigentes eliminan las limitaciones en el término de sus mandatos, o modifican unilateralmente la normativa electoral en su favor, alterando los circuitos electorales, o bien cambiando el sistema electoral para fabricar mayorías amplias de modo artificial.
Algunas de las consecuencias más comunes de los retrocesos democráticos incluyen la ampliación de las atribuciones del poder ejecutivo para gobernar por decreto, la reducción del control legislativo, la coartación de la independencia del poder judicial y los medios de comunicación, el abuso de los estados de emergencia y la aprobación de legislación que restringe los derechos consagrados en la constitución con el fin de “pulverizar” a la oposición política.
Hay numerosos ejemplos de retroceso democrático “En la República Bolivariana de Venezuela, el Gobierno reescribió la Constitución para otorgar al presidente la posibilidad de reelegirse indefinidamente y obtener atribuciones amplias, lo que contribuye a socavar las instituciones de control. En Turquía, miles de académicos, periodistas y miembros de la oposición fueron encarcelados; y en Hungría, los grupos de comunicación críticos al Gobierno se vieron obligados a cerrar”, dice el informe 2017 de IDEA Internacional.
Nancy Bermeo, profesora de la Universidad de Oxford señala que: el número de casos de retroceso democrático parece ir en aumento, incluso, en países que solían considerarse como ejemplo en su transición democrática, casos de Polonia y Malasia. Continúa diciendo: Para que una democracia pueda resistir los embates despóticos, los contrapoderes deben poder contrarrestar la manipulación, abolición o debilitamiento de las reglas institucionales. Para ello, es necesario que los ciudadanos sean capaces de enfrentar las situaciones políticas cambiantes y darles respuesta, así como que, el poder judicial, el legislativo, los medios de comunicación y los partidos políticos ejerzan una oposición sin ambigüedades.
*Coordinador Nacional de GENTE