Víctor Álvarez R.
El 29 de junio se celebró el Congreso de Conindustria bajo el lema “Productividad, Innovación y Reactivación Industrial”. Temas como la situación de la manufactura nacional; el papel de la empresa privada en el desarrollo económico y social del país; la productividad, la tecnología y la innovación en la reactivación industrial; la educación y la innovación tecnológica para la innovación industrial; y, las alternativas para superar los desequilibrios macroeconómicos y sectoriales fueron abordados en el evento por destacados y reconocidos ponentes y panelistas.
La tarea de conformar una economía sustentada en los ingresos que pueda generar la actividad productiva interna y así superar la dependencia del ingreso petrolero, todavía sigue pendiente. Los problemas relacionados con la escasez de divisas que restringen la capacidad de importación, deben ser vistos como una gran oportunidad para relanzar el desarrollo industrial. No hay que esperar a que reboten los precios del petróleo y se produzca un nuevo auge de la renta. Para la industria nacional, la abundancia de petrodólares ha sido una maldición porque ha estimulado la tendencia a importar lo que aquí se puede producir a través de un sostenido impulso a la industrialización de la economía venezolana.
Venezuela: pobre país rico
Una vez más el país sufre la paradoja de ser un país rico en materias primas pero pobre en las tecnologías que se requieren para transformarlas en productos de mayor valor agregado. Impulsar la manufactura nacional sustentada en el fortalecimiento permanente de sus capacidades tecnológicas e innovativas es un imperativo en estos tiempos de escasez. Sobre todo si tenemos en cuenta el efecto multiplicador que el desarrollo de este sector es capaz de ejercer sobre otras actividades económicas orientadas a generar la oferta de bienes, servicios y empleos destinados a satisfacer las necesidades básicas y esenciales de nuestra sociedad.
La caída de los precios del petróleo, al agudizar la escasez de divisas, es al mismo tiempo una oportunidad para relanzar la industrialización en Venezuela. Ya no se cuenta con la abundante renta petrolera que propició la sobrevaluación de la tasa de cambio y entronizó una prolongada tendencia a comprarle al resto del mundo lo que aquí se puede fabricar. Hay que convertir este problema en una nueva oportunidad para relanzar la industrialización con el fin de lograr que las necesidades del consumo interno sean cubiertas con productos nacionales.
La política industrial en la agenda económica
En el Congreso de Conindustria se planteó el reto de reactivar y reindustrializar la economía nacional para contribuir a superar los problemas de desabastecimiento, escasez, acaparamiento y especulación que tanto malestar generan en la población.
La reindustrialización de la economía venezolana no puede ser un proceso que se deje en manos de la mano invisible del mercado, sino un esfuerzo bien planificado, sustentado en la complementación de los sectores público y privado para lograr la rápida reactivación de las capacidades productivas y tecnológicas que están cerradas u operando a media máquina.
En adelante, la política industrial debe ser un componente fundamental de la política económica orientada al logro de los objetivos de seguridad y soberanía alimentaria y productiva. Por eso es tan importante armonizar la política macroeconómica con las políticas sectoriales, particularmente la agrícola, industrial y tecnológica. El punto de partida radica en desalentar las importaciones para favorecer la producción nacional a través de un tipo de cambio que exprese la verdadera productividad de la economía no petrolera, una política arancelaria y tributaria que proteja el esfuerzo productivo nacional, y una gama de incentivos fiscales y financieros para la inversión productiva y el fortalecimiento de las capacidades tecnológicas e innovativas.
Reindustrializar la economía
Según los indicadores internacionales, un país ha logrado su grado de industrialización cuando el sector manufacturero aporta al menos el 20 % del PIB. Pero en Venezuela la industria contribuye con menos del 14 % y la densidad de establecimientos manufactureros por cada mil habitantes cayó de 0,33 en 1999 a 0,25 al cierre de 2015.
Por eso, en Venezuela, la reindustrialización de la economía está llamada a ser la fuerza motriz para impulsar la transformación de una economía rentista, que poco produce y casi todo lo importa, en una nueva economía independiente y soberana. Es la única estrategia posible para transformar el modelo primario-exportador por un nuevo modelo productivo capaz de sustituir eficientemente importaciones, diversificar la oferta exportable y, de esta manera, ahorrar y generar nuevas fuentes de divisas que nos hagan menos dependientes del ingreso petrolero.
En la Visión Industrial 2025 del Congreso de Conindustria se planteó convertir la industrialización en el sustento del bienestar social. Ciertamente, los países que han alcanzado una creciente calidad de vida y grado de bienestar han reconocido la importancia de la industria como la fuerza motriz del desarrollo económico y social. En su proceso de transformación productiva, el crecimiento del sector manufacturero con frecuencia ha sido mayor que la velocidad de crecimiento del PIB, convirtiéndose así en el sector dinamizador del desarrollo económico, lo cual se expresa en un aumento del grado de industrialización, es decir, de la contribución de la industria en la conformación del PIB, en comparación con el aporte de los demás sectores económicos.
La industrialización es un componente clave de la estrategia antiinflacionaria, toda vez que genera empleo productivo cuya remuneración no solo se traduce en demanda, sino que tiene como contrapartida una creciente producción de bienes y servicios. Al satisfacer la demanda interna con una producción industrial de creciente valor agregado, se evita que los ajustes en el tipo de cambio encarezcan el componente importado y aticen la inflación. De esta forma se contribuye a preservar el poder de compra de los salarios y a proteger el bienestar social.