Por Alfredo Infante s.j.
Esta semana ha sido especialmente convulsa. El 14 de enero tuvo lugar la festividad de La Divina Pastora, la manifestación de fe más grande del catolicismo venezolano. En el marco de esta celebración, monseñor Víctor Hugo Basabe, administrador apostólico de la Arquidiócesis de Barquisimeto, hizo en su homilía una lectura profética del momento aciago que vivimos, llamando a la unidad y resistencia pacífica ante el poder despótico, que ha destruido las condiciones de vida de nuestro pueblo. “Queridos hermanos, así como en el pasado, también en el hoy de nuestras vidas estamos llamados a responder con las armas de la fidelidad a Dios en cuyas manos está nuestra vida y nuestro destino como Nación. Es el momento de constituirnos como muralla pacífica de resistencia pacífica delante de quienes quieren sitiarnos con el uso del poder y de la fuerza”, dijo monseñor Basabe.1
La respuesta del dictador no se hizo esperar y en su Memoria y Cuenta ante la ilegíitima Asamblea Nacional Constituyente (ANC) dijo: «Repudiamos el intento de partidizar y politizar una procesión que le pertenece al pueblo de Lara. Por eso jamás vieron a Chávez, no verán a mi persona o a cualquier líder chavista manipulando procesiones ni santos”.2 Y es que Maduro pretende que la Iglesia le inciense y bendiga su poder y se ponga de espalda al Evangelio. Cinismo puro y destilado.
Al día siguiente, 15 de enero, se celebró el Día del Maestro y los educadores fueron descaradamente reprimidos, mientras protestaban pacíficamente en el centro de Caracas, por civiles armados conocidos como “colectivos”. «Estábamos allí, en el Día del Maestro, con maestras y otras personas pertenecientes al gremio educativo, alzando nuestras voces por el salario digno que nadie tiene en Venezuela -describió en una crónica el grupo activista Labo Ciudadano-. Habíamos salido de la misa que tuvo lugar en la Catedral de Caracas y protestábamos en la esquina La Torre, en la entrada de la Plaza Bolívar» cuando la protesta fue reprimida por grupos parapoliciales adeptos al gobierno. «Esta vez fueron más que golpes y empujones: nos lanzaron encima, a maestros, activistas y periodistas, potes llenos de excrementos y orina. Luego nos corrieron del lugar con la paz de la que ellos hablan: la paz de los golpes, de las patadas, de los empujones, la paz de la humillación, mientras respirábamos y probábamos el sabor de ese chorro de ‘paz’. Paz de mierda». 3
Este humillante hecho de bañar con heces y orina humanas a los educadores, quienes exigían un trato digno y un salario justo, da cuenta del lugar que ocupa la educación en este régimen inescrupuloso e inmoral.
Como si fuera poco, el jueves 16 de enero, los venezolanos fueron testigos de un acto ante el Tribunal Supremo de Justicia (TSJ) en el que activistas del gobierno, traídos en autobuses pagados por el régimen, se disfrazaron con los colores del opositor partido Primero Justicia (PJ)4 para respaldar una demanda introducida por el diputado José Brito5 y miembros de la írrita junta directiva de la Asamblea Nacional en contra de la dirigencia del partido PJ, quienes expulsaron a dichos dirigentes al constatar los actos de corrupción y complicidad con el gobierno de facto. Brito solicitó al TSJ que le sean restituidas sus credenciales como militante e incluso pidió que el tribunal designe una nueva directiva en esa tolda. Con esto, el régimen se encamina a formar un nuevo partido Primero Justicia a la medida de sus caprichos de poder, para crear una pseudo oposición.
En definitiva, este gobierno ha roto todas las barreras del cinismo, el descaro, la manipulación, la violencia. La parapolítica es su modo de ejercer el poder.