Eduardo Galeano
Bocas del tiempo
Angelo Giuseppe Roncalli, nacido y crecido en huerta pobre, no lloraba de emoción cuando evocaba su infancia campesina:
– Los hombres -decía- tienen tres maneras de arruinarse la vida: las mujeres, los juegos de azar y la agricultura. Mi padre eligió la mas aburrida.
Pero el subía, cada día, a la Torre del Viento, la torre más alta del Vaticano, y allí se sentaba a mirar. Catalejo en mano, echaba una rápida mirada sobre las calles y después buscaba las siete colinas de las afueras de Roma, donde la tierra es tierra todavía. Y en la contemplación del lejano verderío pasaba las horas, hasta que el deber lo obligaba a interrumpir la comunión.
Entonces, Angelo se ponía el manto blanco, con su lapicera y cruz al pecho, las únicas propiedades que tenía en este mundo, y regresaba al trono donde volvía a ser el papa Juan XXII.
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