Por Dr. Ricardo R. Contreras*
Las campanas de los templos e iglesias de la ciudad de Mérida y de muchas otras ciudades a lo largo y ancho del extenso territorio venezolano repicaron henchidas de alegría el pasado 19 de junio de 2020. El sonido emanado desde los campanarios, tan significativo y arraigado en el inconsciente colectivo de la comunidad de creyentes, trasmitía una noticia muy anhelada, la beatificación del venerable Dr. José Gregorio Hernández Cisneros, “Médico de los pobres” [1].
Y es que desde la Ciudad Eterna, la Roma de los césares y de los reyes, pero también de los santos y los pontífices, sede de la Cátedra de San Pedro el príncipe de los Apóstoles, llegaba la noticia definitiva: la Congregación para las Causas de los Santos promulgó, con la autorización del papa Francisco, el decreto de beatificación, dado que el 28 de abril de 2020 [2], este Dicasterio de la Curia Romana, había aprobado por unanimidad el informe presentado por los peritos y la Comisión teológica sobre un milagro obrado por intercesión del doctor José Gregorio. Y es que la niña Yaxury Solórzano Ortega [3] recuperó completamente la salud luego de que el 10 de marzo de 2017, en un infortunado intento de robo, recibiera una bala que alcanzó su cabeza, dejándola gravemente herida y con pocas o nulas probabilidades de recuperar la salud neurológica, un caso ocurrido en la jurisdicción de la Diócesis de San Fernando de Apure.
El encargado de comunicar la noticia fue su eminencia el Dr. Baltazar Cardenal Porras Cardozo, primus inter pares de los prelados de la iglesia católica venezolana, metropolitano de la arquidiócesis de Mérida y Caracas quien, en la solemne eucaristía celebrada por la ocasión, el 20 de junio, en la iglesia de Nuestra Señora de la Candelaria de Caracas, señaló:
Hoy Venezuela está de fiesta y rebosa de agradecimiento porque desde El Vaticano nos ha llegado la buena noticia que anuncia la beatificación del Dr. José Gregorio Hernández. Con humildad y gratitud al Señor comparto con ustedes la gran noticia de tan esperado momento. Su venerada imagen ya puede entrar a ocupar un sitial de honor en los templos y capillas del país. Modelo de buen cristiano y excelente ciudadano que ahora nos recibe y bendice desde los altares de la Iglesia venezolana. El santo criollo, amado e invocado por pobres y ricos, hoy nos reanima, justo cuando el mayor clamor por justicia social y liberación nacional suena en todas partes [4].
A partir de ese momento la Iglesia católica venezolana marcó un itinerario a seguir y, en el tercer día de la CXIV Asamblea Ordinaria del Episcopado Venezolano, los prelados se enfocaron en la preparación de la beatificación del Dr. José Gregorio Hernández, quien vendrá a ser el cuarto beato venezolano y el primero en ser laico [5]. El tema fue desarrollado por el cardenal Porras Cardozo, quien en el marco de esta reunión plenaria expuso varios aspectos relacionados con la beatificación del venerable médico trujillano, un proceso que en su última etapa ha sido acompañado por la Dra. Albe Pérez Perazzo, coordinadora de la comisión nacional para la beatificación y el Pbro. Alfredo Infante SJ., coordinador de la comisión pastoral para la beatificación, quienes presentaron las actividades propuestas para la promoción de la recta devoción del Dr. José Gregorio Hernández.
Por su parte, en cada una de las jurisdicciones eclesiásticas venezolanas fueron nombradas las respectivas comisiones y, en el caso de la Arquidiócesis de Mérida se designó la comisión arquidiocesana para la beatificación del Dr. José Gregorio Hernández Cisneros [6], presidida por el cardenal arzobispo su eminencia Baltazar Porras Cardozo y su obispo auxiliar monseñor Luis Enrique Rojas Ruiz, el Pbro. Alexander Rivera Vielma, delegado diocesano y vicario general de la Arquidiócesis, el Pbro. Edduar Molina, vicario de pastoral, el Pbro. Ricardo Vielma, secretario, el Rvdo. P. Publio Díaz y la Hna. Gleudy Lara, en representación de las comunidades religiosas, así como la Dra. Ana Hilda Duque, directora del Archivo y Museo Arquidiocesano, y los doctores Virgilio Castillo y Pedro Fernández, representantes de la Universidad de los Andes y el gremio médico respectivamente.
En este momento es menester señalar que la causa de beatificación del doctor José Gregorio experimentó, en el último lustro, un giro cardinal con el nombramiento de una nueva postuladora, la Dra. Silvia Mónica Correale, una abogada ítalo-argentina con un doctorado en derecho canónico por la Pontificia Universidad Lateranence de Roma, quien en 2007, y a instancias del Papa Benedicto XVI, se convirtió en la primera mujer en ocupar una posición en la Curia Romana y recibir el cargo de “postuladora” en la Sagrada Congregación para las Causas de los Santos [7] atendiendo el proceso de canonización del cardenal vietnamita Francois-Xavier Nguyen Van Thuan.
La Dra. Correale se ha encargado de varias causas y el 10 de diciembre de 2018 [8] es designada al cargo de postuladora de la causa del venerable Dr. José Gregorio Hernández Cisneros, sustituyendo al P. Rodolfo Meoli, quien había cumplido un ciclo de trabajo en este Dicasterio y pasaba a retiro por razones de edad. Para el momento en que la Dra. Correole se convertía en postuladora de la causa, ya habían pasado cuatro décadas desde que se inició la fase romana, entre julio de 1973 y enero de 1976, y que resultó en el positio super virtutibus que, en este caso, no se completó sino hasta el año 1984 y, finalmente, el 16 de enero de 1986, San Juan Pablo II declaró venerable al doctor José Gregorio Hernández mediante un decreto donde dejó establecido: “Que consta de las virtudes teologales Fe, Esperanza y Caridad para con Dios y el prójimo, y de las virtudes cardinales Prudencia, Justicia, Templanza, Fortaleza y sus anexas, del Siervo de Dios José Gregorio Hernández en grado heroico, en el caso y para los efectos de que se trata” [9].
El positio super virtutibus (posición sobre las virtudes) o simplemente positio, es un documento o, mejor, un dosier que recoge los datos obtenidos en la fase o etapa diocesana, y donde se relatan las virtudes heroicas del candidato a ser elevado a los altares, y sigue estrictamente los procedimientos y formas establecidas para su correcta presentación a la Congregación para las Causas de los Santos [10]. Intrínsecamente, el positio super virtutibus es el segundo de los cuatro pasos, el primero determina a la persona como “Siervo de Dios”, y ocurre en la Diócesis donde ha sido abierta la causa.
En el caso del Dr. José Gregorio Hernández, la primera fase se inició en la Arquidiócesis de Caracas en 1949, a expensas de Mons. Lucas Guillermo Castillo. Esta etapa diocesana concluyó en 1972, cuando se logra que la Santa Sede le reconozca universalmente como Siervo de Dios, un título que por lo menos desde el 2 de julio de 1949 era utilizado por disposición de Mons. Castillo [11] en las devociones católicas de uso privado.
En la fase romana, a partir de la revisión del positio, y luego de la recomendación de la comisión de peritos y expertos, el candidato es declarado por la Sede Apostólica como “Venerable”, abriendo el camino a la tercera y cuarta fase, la beatificación y la canonización. Normalmente, y salvo algunas excepciones, entre las cuales tenemos el reciente caso de la canonización de San Juan Pablo II [12], entre cada una de las etapas pueden pasar décadas.
Transcurridas tres décadas desde que el doctor José Gregorio Hernández fue declarado venerable, se van articulando una serie de hechos, que dan luces al proceso. En tal sentido, ocurre un relevo generacional, y los posibles milagros se siguen multiplicando en el mismo orden que crece la devoción al Médico de los pobres.
En 2013, luego de la renuncia del papa Benedicto XVI, llega al solio pontificio un jesuita argentino, Jorge Mario Cardenal Bergoglio, elegido como papa Francisco por el cónclave el 13 de marzo [13]; y el 31 de agosto de 2013, el nuncio apostólico en Venezuela, Mons. Pietro Parolin, fue nombrado por el Papa como Secretario de Estado del Vaticano, sucediendo al cardenal Tarcisio Bertone. El cardenal Parolin [14], durante los cuatro años que permaneció al frente de la Nunciatura Apostólica, pudo palpar de cerca los valores y la fe del pueblo venezolano, así como el significado que el venerable doctor José Gregorio tiene para la comunidad de fieles católicos. Su eminencia Pietro Parolin llegará a señalar que: “José Gregorio es un ejemplo de cómo la Iglesia crece por atracción y no por proselitismo, como repite insistentemente el papa Francisco” [15].
En 2015, monseñor Tulio Luis Ramírez Padilla, obispo titular de Ausuccura y auxiliar de Caracas, es designado como vice-postulador de la causa y, adicionalmente, en el Consistorio del 19 de noviembre de 2016, monseñor Dr. Baltazar Porras Cardozo, arzobispo de Mérida, es creado cardenal [16] y en julio de 2018 es designado Administrador Apostólico de la Arquidiócesis de Caracas, asumiendo la responsabilidad sobre el proceso iniciado por su predecesor Mons. Lucas Guillermo Castillo. Asimismo, el 26 de mayo de 2018, un diplomático de carrera y Sustituto de la Secretaría de Estado, además de delegado especial para la Soberana Orden Militar de Malta, el italiano Giovanni Angelo Cardenal Becciues, es nombrado como nuevo prefecto de la Congregación para las Causas de los Santos [17] sucediendo al cardenal Angelo Amato que guío este dicasterio desde el año 2008.
Transcurridos setenta y un años desde el momento en que fue abierta la causa y cien años luego de su fallecimiento [18], el doctor José Gregorio finalmente va a ocupar en las Iglesias venezolanas el sitio que en razón de sus virtudes heroicas debe ocupar, al lado de otros hombres y mujeres que, como lo hizo él, entregaron su vida en favor de los más grandes y elevados principios de la fe católica.
En este momento es necesario preguntarnos precisamente acerca de la vida y cotidianidad del médico, científico y profesor universitario cuya fama de santidad ha trascendido las fronteras de Venezuela y llegado a diversas partes de la cristiandad. El venerable doctor José Gregorio Hernández Cisneros nació en Isnotú, una pequeña localidad del estado Trujillo, el 26 de octubre de 1864.
Para ese momento, Venezuela se estaba apenas recuperando de una cruenta Guerra Federal que, entre 1859 y 1863 [19], había sumido al país en una profunda crisis. Este conflicto fratricida es heredero del conflicto original, de la Guerra de Independencia, y la Venezuela decimonónica parece que no puede levantar cabeza, no puede dar un salto a la madurez, las diferencias políticas, económicas y sociales siguen tomando el camino de las armas, no hay suficiente inteligencia para resolverlas en un escenario que no sea bélico: “Todos aquellos movimientos eran simplemente continuación de la misma lucha iniciada desde 1810, la propagación del mismo incendio, oculta a veces bajo las cenizas o elevando sus llamas hasta enrojecer el horizonte, pero implacable en su obra de devastación y nivelación” [20].
No se puede perder de vista que este es el escenario de carencias y dificultades que marcan el nacimiento y los primeros años de vida de un niño, el primogénito de los seis hijos de Benigno María Hernández Manzaneda y Josefa Antonia Cisneros Mansilla [21]. La primogenitura le corresponde como consecuencia de la muerte del primer vástago del matrimonio Hernández-Cisneros [22], una niña, María Isolina, que falleció en 1863, precisamente en las postrimerías de ese “enfrentamiento cainita” entre conservadores (godos) y liberales, que obligó a Benigno María y Josefa Antonia a buscar el sosiego de las tierras altas, en los valles bañados por los ríos Boconó y Motatán
La genealogía del venerable José Gregorio lo relaciona obviamente con la Hispania, la de Cervantes, Quevedo y Góngora, la de Velázquez y el Greco, la de Teresa de Ávila, Juan de la Cruz e Íñigo de Loyola, solo por mencionar algunos nombres de aquella pléyade de hombre y mujeres que marcaron la historia, la religión y la cultura de una nación, de un reino y de un continente.
Por la vía paterna de los Hernández y los Febres Cordero, el doctor José Gregorio tiene ascendencia isleña (canaria). Su tatarabuelo, el herreño Antonio de Febres Cordero y de la Peña emigró a Venezuela, y finalmente en 1730 se estableció en Coro, donde llegó a ser hacendado y alcalde ordinario de esa ciudad [23]. El vínculo con los Febres Cordero, a través de su tío bisabuelo, relaciona a José Gregorio Hernández con otra figura de santidad, el Santo Hermano Miguel (Francisco Luis Florencio Febres Cordero Muñoz, 1854 – 1910), un educador ecuatoriano y religioso perteneciente al Instituto de los Hermanos de las Escuelas Cristianas, que era un intelectual y académico, y además un prolífico escritor, canonizado por el papa San Juan Pablo II el 21 de octubre de 1984.
Por la vía materna [24], estaba emparentado con el famoso cardenal Cisneros (Francisco Cardenal Jiménez de Cisneros OFM., 1436 – 1517), arzobispo de Toledo y primado de España, confesor de la reina Isabel I y tercer inquisidor general de Castilla, fundador de la Universidad de Alcalá y gran impulsor de la cultura hispánica.
José Gregorio Hernández fue bautizado el 30 de enero de 1865, en la población de Escuque y, el 28 de agosto 1872 queda huérfano de madre, pues doña Josefa Antonia Cisneros muere tras dar a luz a una niña, a la que por razones obvias llamaron Josefa Antonia. Este es otro acontecimiento que no puede ser pasado por alto, pues el niño José Gregorio tiene apenas ocho años y se ve al lado de su padre viudo y con seis hijos (José Gregorio, Isolina del Carmen, Sofía, Benjamín, César y Josefa Antonia).
En torno a este hecho se pueden elaborar varias hipótesis sobre cómo afectó a la personalidad de José Gregorio Hernández, y como influyó el entorno sociocultural en el cual va a recibir sus primeras letras. Es innegable que el niño José Gregorio recibió una formación intelectual inicial en su propia casa y no será sino hasta los nueve años cuando don Benigno Hernández le inscribió en la escuela privada del maestro don Pedro Celestino Sánchez [25], donde por espacio de cuatro años comenzó su deambular por las letras, en un proceso educativo que, al mejor estilo de la paidea griega, no solo le permitió adquirir saberes metódicos en el ámbito de letras, las humanidades y las ciencias naturales, sino que le permitió conocer a los autores clásicos.
Muchos de los biógrafos coinciden en el hecho de que el maestro Sánchez tuvo la oportunidad de conocer el carácter del niño e identificar sus cualidades y, por tanto, recomendarle a su padre su rápida incorporación al sistema educativo formal en la capital de la República con miras a posibles estudios superiores. La carrera de leyes o de medicina eran opciones y en tal sentido, podemos comenzar por preguntarnos, ¿por qué medicina?, la respuesta puede tener varias aristas y, en primer lugar, debemos señalar que don Benigno Hernández, quien era un exitoso negociante, atendía la venta de diversos géneros comerciales [26], entre los cuales destacaban productos propios de una botica, es decir, cosméticos y perfumes, hierbas y elíxires o extractos terapéuticos [27] y, en general, productos medicinales de las extensa y rica herbolaria venezolana [28]. Qué impresión tan poderosa debió causar en el niño José Gregorio ver las balanzas y cilindros graduados, pomos y diversos envases o recipientes de porcelana y vidrio [29] que contenían esas sustancias medicinales que despachaba su padre y que se presentaban con diversas densidades y consistencias, colores y aromas.
Seguramente, el niño dirigió muchas preguntas sobre la naturaleza y uso de esas sustancias, plantas y resinas, pero, y quizá más importante, es probable que José Gregorio Hernández pudo observar a más de un vecino de aquella localidad que acudió a don Benigno para solicitar ayuda o primeros auxilios para resolver algún problema de salud, y éste, en calidad de boticario empírico, le pudo recetar algún bálsamo tónico o jarabe, o el tratamiento a base de alguna planta medicinal.
Es aquí cuando, con toda seguridad, una incipiente vocación por las ciencias naturales y la medicina ha debido nacer, no solo en la mente, sino en el corazón de un extraordinario ser humano que, ya desde su infancia, debía sentir el dolor del prójimo como suyo, pues en palabras de Benedicto XVI, “Mi prójimo es cualquiera que tenga necesidad de mí y que yo pueda ayudar” [30]. Ahora bien, la carrera de leyes, debido a las inclinaciones intelectuales del joven trujillano, era también atractiva, pero la balanza se inclinará por la medicina y, en opinión de sus biógrafos, la influencia paterna será definitoria.
En 1878, un José Gregorio Hernández ya en su primera juventud, pasa a completar su formación académica inicial en el Colegio “Villegas” de la ciudad Caracas [31]. Durante este período, él vendrá a convertirse en testigo presencial del intento del general Antonio Guzmán Blanco por transformar la sociedad venezolana, no solo en lo físico sino en lo cultural.
La influencia de la Ilustración, un positivismo incipiente y la masonería, impulsan el anticlericalismo del período guzmancista (1870-1888), y es lógico pensar que la acendrada fe de este joven trujillano ha debido ser estremecida en la misma medida que veía crecer el conflicto entre el Ilustre Americano, su gobierno liberal, y la Iglesia católica romana. El choque entre la Iglesia y el presidente Guzmán llega a su máximo cuando el 28 de septiembre de 1870, el arzobispo de Caracas, Mons. Silvestre Guevara y Lira, es obligado a exiliarse [32]. Por otro lado, en 1871, Guzmán tuvo la osadía de presentar al Congreso el proyecto de crear una Iglesia nacional venezolana, independiente de Roma, en la que los obispos serían designados por el congreso y los párrocos elegidos por los fieles [33].
En los años subsiguientes serían cerrados los seminarios (1872), suprimidos los conventos (1874), y sus bienes entregados, al mejor estilo de la desamortización española [34], a otras instituciones como la Universidad Central de Venezuela, o a los establecimientos de la enseñanza laica que estaban siendo creados sobre la base de la reforma de la educación basada en el decreto de Instrucción pública, gratuita y obligatoria de 1870.
A pesar de encontrarse experimentando los entresijos de la Caracas afrancesada y laicista que el liberalismo se esmeraba por construir, el joven José Gregorio Hernández siguió viviendo su fe a plenitud, esa misma fe que había sido abonada por doña Josefa Antonia, pero también por sus tías paternas [35], Ana Josefa del Sagrado Corazón de Jesús, monja dominica que perteneció al suprimido Convento Regina Angelorum de Trujillo y, especialmente, por doña María Luisa Hernández que, en criterio de los biógrafos del doctor José Gregorio, constituye una figura decisiva en su formación no solo espiritual sino intelectual.
Es plausible pensar que durante esa etapa de su vida, José Gregorio Hernández entró en contacto con diversas formas de vivir su espiritualidad, y con la lectura de la vida de los santos y los clásicos libros de la mística católica, comenzando por las Confesiones de S. Agustín o las Florecillas de S. Francisco, el Itinerario de la mente hacia Dios de S. Buenaventura y Noche oscura del alma de S. Juan de la Cruz, pasando por las Moradas de Sta. Teresa hasta llegar a los teólogos más modernos que van configurar la espiritualidad de finales del siglo XIX y comienzos del XX [36]. Se nota que el laicismo liberal y guzmancista no pudo vencer frente a la firmeza de su espíritu, y su fe fue más bien acrisolada, al tiempo que su curiosidad intelectual crecía y discernía su vocación de servicio.
Precisamente se percibe que durante la década de 1880, un José Gregorio Hernández en la mayoría de edad y en la plenitud de sus fuerzas, no desvió lo que venía siendo un interés por la ciencia, surgido desde su infancia, y seguramente afianzado por la lectura de los libros de ciencias naturales entre los que se encuentra la Química general y Terapéutica de Bouchardat, la Química general, Industria y Agricultura de Torres Muñoz de Lunao, la Farmacia, Enología y Química general de Carbonell Bravo, solo por mencionar algunos textos y autores del no muy extenso pero sólido repertorio de literatura científica disponible en idioma español para mediados del siglo XIX [37].
Una vez adquirida una sólida formación intelectual tanto en el ámbito de la humanidades como en el de las ciencias naturales, y terminado el bachillerato el 25 de mayo de 1882, seguirá estudios de medicina en la Universidad Central de Venezuela, que lo hace parte de su claustro y le otorga, primero, en 1888, el título de bachiller en ciencias médicas y, ese mismo año, luego de pasar con honores las evaluaciones correspondientes, el título de doctor en ciencias médicas, aprobado con lo que sería el equivalente al actual Summa Cum Laude. Debemos señalar que el rector de la época, Dr. Aníbal Dominicci, el abogado (no se confunda con su hijo, el médico Dr. Santos Aníbal Dominicci, asesor del propio doctor José Gregorio), reiteró las expectativas y la necesidad que tenía nuestro país de contar con más y mejores médicos de la calidad del Dr. José Gregorio Hernández Cisneros [38].
Ahora bien, ¿cómo es que un hombre que es un creyente y católico practicante puede también ser un científico? ¿cómo se explica que en su fuero interno no entre en contradicción el José Gregorio Hernández médico y científico, con el hombre de iglesia y terciario franciscano? La verdad es que en el fondo no existe contradicción, pues la ciencia, la verdadera ciencia, busca comprender la naturaleza del mundo sin que ello signifique negar que existe un orden superior y trascendental; en palabras de San Juan Pablo II: “Se encuentran los científicos invitados a continuar en sus esfuerzos investigativos permaneciendo siempre en el horizonte sapiencial en el cual los logros científicos y tecnológicos están acompañados por los valores filosóficos y éticos, que son una manifestación característica e imprescindible de la persona humana” [39].
Actualmente, un número creciente de científicos han encontrado que sus propios descubrimientos ofrecen apoyo a la espiritualidad y dan pistas acerca de la naturaleza misma del fenómeno religioso [40]. Así paso con Galileo Galilei quien, a pesar del juicio al cual fue sometido a partir del 23 de septiembre de 1632 [41], nunca claudicó de su fe y la mantuvo intacta hasta el final de sus días. Es más, la teología y la ciencia están entrando en una nueva relación y, “desde Georgetown hasta Berkeley, los teólogos que abrazan la ciencia y los científicos que no pueden tolerar el vacío espiritual del empirismo, están estableciendo cátedras e institutos que integran la ciencia y la religión” [42]. Pero más extraordinario es que, encontrándose en el apogeo del positivismo decimonónico o, mejor, de un cientifismo que cabalga en medio de un cambio de siglo, ¡el doctor José Gregorio Hernández tenga en una mano el estetoscopio y en la otra la camándula del santo rosario!
Con las credenciales de doctor en medicina recién obtenidas, y siguiendo la tradición, José Gregorio Hernández va a regresar a su Isnotú natal, llamado por esa necesidad de servir a aquellos que sufren el dolor de la enfermedad [43], [44].
Sobre lomo de caballo (y de vez en cuando sobre el de una mula), pero siempre bien vestido y a la moda, con traje, corbata y sombrero, como corresponde a un elegante gentleman, tal y como lo recuerda la mayoría de los venezolanos a través de sus fotografías y retratos, recorrió pueblos y caseríos en su lucha por atender a un pueblo venezolano que enfrenta los rigores de la tuberculosis, la lepra, la viruela o el sarampión, el tifus, o las enfermedades endémicas (chagas, leishmaniasis, malaria entre otras [45]) y, asimismo, las consecuencias de la devastación dejada por la Guerra Federal y por las constantes guerras intestinas propias de ese desquiciado fenómeno histórico denominado caudillismo, el cual significó para el país la imposibilidad de establecer algún tipo de política de salud pública o un sistema sanitario medianamente funcional, tal y como ya existía para ese mismo período en otros países [46].
Obviamente, las condiciones eran muy adversas y por mucha entereza, paciencia, conocimientos y destrezas médicas, era más bien poco lo que podía hacer el doctor José Gregorio, aparte quizá de recetar lo que estaba disponible en las boticas y consolar a los enfermos con aquel ánimo que caracteriza las almas de los grandes hombres.
Para el momento en que el doctor Hernández Cisneros obtiene los laureles del doctorado por la UCV, quedaba perfectamente claro que su formación académica y, especialmente la científica, debía ser perfeccionada. En tal sentido, en 1889 fue becado por el gobierno del Dr. Juan Pablo Rojas Paúl [47], el cual decretó que, por cuenta del Gobierno, se le otorgara una subvención al joven médico venezolano, en atención a sus reconocidas aptitudes intelectuales y honestidad personal a los fines de que se trasladara a realizar estudios en Francia [48].
Con la certeza de que sus estudios vendrían a beneficiarlo, no solo a él en lo personal, sino a un país que requería los mejores médicos y científicos, viajó a París, epicentro del desarrollo de la biomedicina y, llegó a recibir una importante formación académica en las mejores cátedras y laboratorios de medicina experimental de la época, por ejemplo, las cátedras de fisiología de Ricket [49],[50], la de histología y embriología de Duval [51],[52] y patología experimental y comparada de Straus [53],[54].
En opinión de algunos expertos, el doctor Hernández logró especializarse de manera notoria en la histología y fisiología, tanto que sus láminas de tejido nervioso fueron tan positivamente juzgadas en los círculos científicos europeos, que no las encontraron inferiores a las realizadas por el célebre sabio español y al premio Nobel de Medicina (1906) don Santiago Ramón y Cajal [55].
Terminados sus estudios en París, viajará a Berlín para estudiar Histología y Anatomía Patológica y seguir nuevos cursos de Bacteriología. En su periplo por Europa, le ayudarían no solo la bonhomía de su carácter sino sus conocimientos de francés, inglés, italiano, alemán, portugués y por supuesto latín. Sus campos de formación serán finalmente microscopía, histología (normal y patológica), bacteriología y fisiología experimental [56].
Es interesante develar esta faceta del Dr. José Gregorio Hernández, la de experimentalista. Desde que la tríada Galileo/Bacon/Descartes le dan corpus al moderno método científico [57], el experimento ocupa un lugar preponderante en la ciencia. En tal sentido, podemos decir que el experimento es la actividad por excelencia del científico que, a través de un diseño experimental, perturba la naturaleza e interpreta la respuesta de esa perturbación.
En el caso del doctor José Gregorio vemos ese interés por adquirir las herramientas necesarias para hacer una medicina experimental, es decir, para estudiar la enfermedad, no simplemente en su manifestación sintomática, sino en su etiología. El Dr. José Gregorio Hernández quería ayudar al paciente tratando los síntomas de la enfermedad, pero, a su vez, quería ir más allá, quería determinar la causalidad de la misma, y esto solo era posible mediante el estudio de la evidencia biológica a través de los experimentos.
La bacteriología y la fisiología eran claramente las ramas del conocimiento que necesitaba conocer a profundidad, a fin de poder diseñar los experimentos más adecuados. Estos experimentos pasaban por estudiar bacterias, tejidos y otros especímenes biológicos donde, a través de las herramientas de la fisiología, se podían arrojar luces acerca de un camino a seguir para detener o prevenir una enfermedad.
De regreso en Venezuela, en 1891, el doctor José Gregorio será juramentado como profesor de la UCV por el rector Dr. Elías Rodríguez y asumió la jefatura de las recién creadas (por decreto presidencial) cátedras de Histología, Fisiología experimental y Bacteriología [58], esta última, la primera cátedra de este campo creada en Latinoamérica [59].
Sobre el valor de este episodio es menester señalar que en la historia de la medicina en Venezuela, existen por lo menos cuatro fechas que destacan por ser factores decisivos: 1721 por la fundación de la Real Universidad de Caracas, 1820 por la primera operación cesárea in vivo (primera en Venezuela y en Latinoamérica) [60], 1854 por el establecimiento de la teoría insectil de la transmisión de la fiebre amarilla gracias a Luis Daniel Beauperthuy [61] y, finalmente, 1891 por la creación de la primera Cátedra de Bacteriología. Así de importante fue este evento como sobresalientes fueron los alumnos egresados de esta Cátedra, que luego se convertirán en los paladines de la investigación y enseñanza de las ciencias médicas y el desarrollo del sistema sanitario venezolano [62].
El doctor José Gregorio también entrará a dirigir un Laboratorio de Medicina Experimental para estudios de Fisiología y Bacteriología, absolutamente necesario para desarrollar una investigación científica de calidad en estas áreas. Esto ocurrirá el 4 de noviembre de 1891 (previamente, el 2 de enero se había producido la inauguración del Hospital Vargas), bajo la presidencia del Dr. Raimundo Andueza Palacios. De hecho, el venerable Dr. Hernández traerá a Venezuela instrumentos para estos laboratorios, entre ellos obviamente microscopios, micrótomos y otros equipos requeridos en los procedimientos de la técnica histológica, con los cuales comenzará “la epopeya de su laboratorio” [63].
En tal sentido, se puede decir que el Dr. José Gregorio Hernández viene a ser “el primer técnico histólogo y anatomopatólogo formal en Venezuela” [64]. Es importante recalcar que, para enseñar ciencias, y en este caso, medicina experimental, es necesario combinar la teoría y la práctica, las clases tradicionales y los experimentos de laboratorio, un binomio absolutamente imprescindible. Sin lugar a dudas, por su contribución en este campo, el doctor Hernández Cisneros será considerado el padre de la medicina experimental venezolana [65].
El doctor José Gregorio era de aquellos científicos que, como hemos mencionado, no tenía miedo a la hora de manifestar su fe, y esto será especialmente cierto en el debate que se va a producir entre el creacionismo y el evolucionismo. Quizá este debate sea el mayor ejemplo del desencuentro entre la ciencia y la religión. Comprensiblemente, los científicos positivistas venezolanos más influyentes de la época, los doctores Luis Razetti, Pablo Acosta Ortiz, Elías Toro, Andrés Herrera Vegas y Guillermo Delgado Palacios, van a defender la tesis evolucionista, quizá en su corriente más extrema, mientras que el Dr. José Gregorio Hernández será defensor del creacionismo, un debate que tuvo como escenario la Academia Nacional de Medicina, especialmente entre los años 1904 y 1905. De más está decir que el Dr. Hernández Cisneros y sus colegas serán los fundadores en 1904 de la Academia Nacional de Medicina [66] y de la Gaceta, una revista en la cual el doctor José Gregorio publicó el resultado de sus investigaciones [67].
Volviendo al álgido debate, el Dr. Hernández, frente a la insistencia del Dr. Razetti, que deseaba que la Academia de Medicina tomará postura en el tema, contestó de la manera más simple pero categórica, quizá con economía de leguaje, pero con la contundencia necesaria: “Hay dos opiniones usadas para explicar la aparición de los seres vivos en el universo: Creacionismo y Evolucionismo. Yo soy creacionista” [68].
Todavía faltaba mucho para que un Pierre Teilhard de Chardin, presentara su tesis sobre la evolución general y progresiva del hombre hacia el punto Omega [69]. Con Teilhard y San Juan Pablo II, la evolución dejará de ser anatema y se concebirá una evolución humana integral, en la cual la humanidad va cambiando, dirigiéndose hacia su fin último y cósmico, hacia el sitio que el creador le tiene predestinado.
En 1906, un José Gregorio Hernández de 42 años, con un prestigio académico, científico, y un reconocimiento por su trayectoria médica, solicitó ante las autoridades del Ministerio de Instrucción Pública una jubilación anticipada al cargo de profesor, que le fue concedida, no sin resistencia, pues era obvio que le quedaba mucho por dar. Empero, su compromiso con la docencia siguió y sus clases magistrales no se detuvieron.
Ahora bien, ¿que había detrás de esta decisión en un hombre de su talante? La respuesta se encuentra dos años después, en 1908, momento en el cual, y luego del discernimiento correspondiente, el doctor José Gregorio decidió abandonar la vida seglar, e ingresar a la Cartuja de Farneta (Certosa di Santo Spirito di Farneta) en Italia [70]. En este monasterio cartujo desarrollará una experiencia de vida monástica que será interrumpida en 1909, cuando por razones de salud, debe emprender el retorno. Ese año, y a solicitud del gremio de estudiantes, es restituido en las cátedras de Histología, Bacteriología y Fisiología Experimental [71].
Sin lugar a dudas el doctor José Gregorio Hernández que retomó ese año las clases y la investigación científica es un hombre diferente, pero igualmente excepcional. Consciente de la necesidad de seguir actualizando sus conocimientos en un mundo donde la ciencia se encontraba dando pasos agigantados, en 1917 viajó a Estados Unidos y a Europa para completar estudios avanzados de Embriología e Histología, pero el estallido de la Primera Guerra Mundial [72] solo le permitió llegar a Madrid, donde aprovechó para interactuar de manera más cercana con su colega don Santiago Ramón y Cajal.
Su intención original era obvia, volver a París y Berlín, para desarrollar la parte experimental de sus investigaciones en laboratorios mejor equipados, sin embargo, el destino lo llevó de vuelta a Norteamérica [73], donde desde la Universidad de Columbia y otras instituciones científicas de prestigio, pudo desarrollar experimentos cuyos resultados presentará en la Academia Nacional de Medicina de Caracas.
De regreso en Caracas, con datos experimentales en la mano, comenzó un análisis de resultados siguiendo rigurosamente el método científico y preparó las que serán sus últimas publicaciones, entre ellas el “Tratamiento de la tuberculosis pulmonar por medio del aceite de chaulmoogra” [74], pero también se enfrenta a uno de los grandes retos de su vida como médico y científico, la pandemia de la gripe española de 1918 [75] (a veces llamada la “dama española” o simplemente “muerte púrpura”). Este virus, un subtipo A H1N1 [76], puede haber infectado a un tercio de la población mundial (o 500 millones de personas) y se estima que causó al menos 50 millones de muertes [77].
La gripe española encontró en Venezuela [78] un ecosistema propicio para su desarrollo, tomando en cuenta la pobreza y la insalubridad, la falta de educación de una población famélica y enferma, que carecía de un sistema sanitario y donde no existían políticas de salud pública consistentes. Los propios doctores José Gregorio Hernández y Luis Razetti llegaron a afirmar sin ambages que era esta situación lo que en realidad estaba matando a los venezolanos y no la propia gripe [79]. Para enfrentar esta pandemia, el gobierno gomecista creó una Junta de Socorro que presidia Luis Razetti.
Es importante mencionar aquí que, la comprobada experiencia científica del doctor José Gregorio en lo que hoy conocemos como el área de la microbiología, lo convirtieron en una voz autorizada para opinar sobre las medidas a tomar en materia de desinfección o aislamiento, y sobre los cuidados paliativos a ser brindados a los pacientes y sus familias. Por fortuna la gripe española abandonó rápidamente Venezuela y, para finales de diciembre de 1918, ya se estaban reactivando los servicios y las reuniones públicas suspendidas por la cuarentena, y será en Mucuchíes donde se registraron los últimos casos en febrero de 1919.
Este evento pandémico ocurrido exactamente hace un siglo, nos lleva a valorar el trabajo de aquellos médicos que, sin recursos y en medio de enormes limitaciones, se dispusieron a enfrentar con valentía esta grave calamidad. Paradójicamente hoy, en la víspera de la beatificación de un médico venezolano que se enfrentó a la gripe española, nos encontramos atravesando otra gravísima pandemia causada por el nuevo coronavirus de la COVID-19 [80], que se manifiesta en el síndrome respiratorio agudo grave por coronavirus 2, denominado SARS-CoV-2. Este virus ha conseguido extenderse por todo el mundo, causando lo que se ha convertido en la quinta pandemia científicamente documentada después de la gripe de 1918. El nuevo coronavirus 2019-nCoV [81] (del inglés 2019-novel coronavirus), también llamado virus de Wuhan, que se reportó por primera vez en diciembre de 2019 con localización en Wuhan, China, hizo una rápida zoonosis y se convirtió en un virus altamente contagioso que evoluciona continuamente en la población humana.
Podemos tener la confianza en que toda la investigación científica adelantada desde la época de Louis Pasteur (1822-1895), y en la cual científicos de la generación y la calidad del Dr. José Gregorio Hernández jugaron un papel preponderante, le darán el impulso a la microbiología, y todas las herramientas tecnocientíficas desarrolladas en las últimas décadas, permitirán desarrollar exitosamente los estudios de patogenicidad, el diseño de antivirales y el desarrollo de vacunas contra este virus [82],[83],[84].
Superado el episodio de la gripe española, quizá uno de los más difíciles que enfrentó el Dr. José Gregorio Hernández en su carrera como médico, la fatalidad lo encontró ejerciendo la atención a un paciente. El 29 de junio de 1919 [85], y a la edad de 55 años, con todo un mundo por delante en materia de investigación médica y experimental, el destino llegó a su encuentro en la forma de un automóvil Essex modelo 1918.
El doctor José Gregorio, que se encontraba comprando el tratamiento para una paciente en la Botica de Amadores [86], al salir se encontró con el tranvía eléctrico Plaza Bolívar – La Pastora, que estaba estacionado entre las esquinas de Amadores y Urapal y, cuando intentó cruzar la calle por delante del mismo, no se dio cuenta de que venía un vehículo sobrepasando el tranvía. El conductor, Fernando Bustamante, difícilmente pudo maniobrar en unas calles angostas que no estaban preparadas para el tráfico automotor, y envistió al venerable Dr. José Gregorio que sufrió un fuerte impacto que lo lanzó por el aire, golpeándose en su caída con la orilla de la acera, un golpe que le fracturó la base del cráneo, le provocó una hemorragia interna, y finalmente la muerte, a pocos minutos de ingresar en el Hospital Vargas [87].
El doctor José Gregorio es un científico y es un creyente, pero no cualquier científico, es un experimentalista que tenía muy claro que, a través de los experimentos, se podía alcanzar un conocimiento más concreto sobre la naturaleza. Y es un creyente, pero no cualquier creyente, era un convencido de las grandes verdades del Evangelio sobre las cuales es posible entender la factibilidad de edificar un mundo nuevo desde el amor al prójimo, a través de la caridad, viviendo en la esperanza y con la alegría de la fe.
La nación venezolana necesita hombres y mujeres con las actitudes del beato Dr. José Gregorio Hernández Cisneros, dispuestos a construir una sociedad a partir de un humanismo verdadero e íntegro. Esperamos que su ejemplo y sus virtudes marquen la pauta, y que Venezuela tenga en el doctor José Gregorio el intercesor de la esperanza, junto con las venerables beata María de San José, beata madre Candelaria de San José (1863-1940) y beata Carmen Rendiles (1903-1977).
*Publicado por Academia de Mérida en 27/08/2020
Referencias:
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[62] Ver referencia 25. Entre los nombres de los alumnos de Dr José Gregorio Hernández se puede mencionar: Rafael Pino Pou, Rafael Ernesto López, Alberto Fernández, Andrés Herrera Vegas, Martín Vegas, José H. Cardozo, Luís Felipe González, Rafael López, Juan Barroeta, Horario Bello, Leopoldo Aguerrevere y Rafael Rángel.
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