Piero Trepiccione
Se ha puesto de moda en Venezuela hablar sobre el potencial aumento de los precios de la gasolina para el mercado interno.
Todo el mundo lo señala ya como algo impostergable, de primera necesidad para poder compensar las finanzas del Estado. No se puede seguir subsidiando hasta tales extremos el combustible que se usa el país porque es tal la magnitud del subsidio que hasta se malbarata todos los días.
Este tipo de información se ha hecho más común en los últimos tiempos a propósito del creciente déficit fiscal que arrastra nuestra alicaída economía que –en honor a la verdad- lejos está de una potencial quiebra como por allí se ha señalado con insistencia, sino más bien, el cúmulo de ingresos por producción petrolera que es cuantioso –con precios sólidos durante toda la presente década, y con la misma tendencia al menos por el siguiente lustro- no alcanza realmente para cubrir el enorme gasto público que se ha ido incrementando de manera desmedida a la par de la subida de los ingresos del país.
Es decir, no estamos quebrados ni cerca de estarlo porque realmente seguimos recibiendo muchos recursos. El problema de fondo es que el esquema rentístico ha facilitado el formato de pretender solucionar todas las contradicciones de nuestra sociedad a punta de tutelaje del Estado o como lo dijera Luis Jose Oropeza en los años ochenta “el pluralismo tutelado” que en la Venezuela polarizada del siglo veintiuno no es tan “plural”.
Esto nos lleva a lo siguiente: no podemos caer en la trampa de permitir como sociedad que se nos incremente el precio del combustible si no se modifica la forma de administrar el Estado venezolano.
Para que haya un aumento de la gasolina y se mejoren los ingresos de las arcas nacionales tiene que haber un proyecto de reforma profunda de la administración pública para que no sea tan discrecional la forma de manejar los recursos de todas y todos los venezolanos. Vale decir, hay que potenciar de verdad y con mucha profundidad la democracia protagónica y participativa para que no sigamos malbaratando el futuro y mucho menos el presente.
La sociedad debe tener mecanismos más explícitos y expeditos para controlar el gasto público y que no sean solamente los altos funcionarios del Estado quienes dispongan de los ingresos públicos porque en cada oportunidad que se les presenta terminan gestionando enormes déficits fiscales que es el pueblo quien los paga con inflación y devaluación generándose un proceso de debilitamiento de la calidad de vida de las grandes mayorías.
Para tristeza de muchos, esta película se ha repetido en varias oportunidades. Por eso, es muy necesario potenciar la gestión pública sin más dilaciones. Estamos totalmente de acuerdo que los precios de los combustibles en Venezuela son irrisorios. Esto no puede seguir así. Pero el ajuste de los precios debe pasar por un verdadero plan aprobado por una mayoría calificada de venezolanos. Un plan real y no abstracto…