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El arte de gobernar en la encrucijada

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La política, en su esencia más pura, debería ser el arte de lo posible, la herramienta para construir sociedades más justas y prósperas. Sin embargo, en la actualidad venezolana, nos encontramos inmersos en un escenario global donde la confianza ciudadana en las instituciones flaquea, las políticas públicas parecen no traducirse en beneficios tangibles para la gente común, y la democracia –pilar fundamental de nuestra convivencia– muestra signos alarmantes de erosión.

 ¿Cómo, entonces, pueden los líderes y actores políticos navegar este complejo panorama y, más importante aún, cómo pueden reconstruir el puente entre el gobierno y la ciudadanía?

Estamos en un punto de inflexión. La percepción generalizada es que la política se ha divorciado de las necesidades cotidianas del ciudadano. La inflación, el desempleo, la inseguridad y la desigualdad persisten, a pesar de los anuncios y las grandes promesas. Esta desconexión genera un profundo desencanto y una peligrosa apatía que, en su forma más extrema, puede derivar en movimientos antisistema o en la búsqueda de soluciones populistas que, a menudo, agravan los problemas en lugar de resolverlos.

La ciudadanía cansada: ¿por qué la indiferencia?

El ciudadano de hoy, hiperconectado y con acceso a una avalancha de información (y desinformación), es más crítico y menos paciente. Ha visto desvanecerse promesas, ha sentido el peso de decisiones que no lo favorecen y ha sido testigo de la corrupción o la ineficiencia que socavan cualquier esfuerzo por mejorar su calidad de vida. Este agotamiento se manifiesta en varios frentes:

  •  Baja participación electoral: un síntoma claro de la desafección es el declive en la afluencia a las urnas, especialmente en elecciones locales o intermedias.
  • Protestas recurrentes: la calle se convierte en el último recurso cuando los canales institucionales no ofrecen respuestas.
  • Desconfianza en los políticos: la figura del político ha sido estigmatizada, asociada a intereses personales o partidistas por encima del bien común.
  • Búsqueda de alternativas fuera del sistema: el auge de movimientos que prometen soluciones rápidas y radicales, a menudo populistas, es un reflejo de esta búsqueda desesperada por el cambio.

 En este contexto, hacer política no es solo gestionar; es sanar una fractura social y emocional.

Reconstruyendo la confianza: pilares de una nueva forma de hacer política

 Para transitar estos tiempos turbulentos y revitalizar la democracia, es imperativo que los actores políticos adopten un enfoque radicalmente diferente. No se trata de retórica, sino de acciones concretas que demuestren un compromiso genuino con el bienestar ciudadano.

1. Escuchar activamente y empatía genuina: más allá de los sondeos

La política no puede ser un monólogo. Es fundamental que los líderes salgan de su zona de confort y se conecten directamente con la gente. Esto implica:

  • Diálogo constante: establecer canales permanentes de comunicación que permitan a los ciudadanos expresar sus inquietudes, propuestas y frustraciones. No solo encuestas, sino asambleas comunitarias, mesas de trabajo, foros abiertos.
  • Empatía real: no es suficiente escuchar; hay que comprender el dolor, la frustración y la esperanza de la gente. Ponerse en los zapatos del otro y reconocer las dificultades cotidianas es el primer paso para diseñar políticas efectivas.
  • Transparencia radical: combatir la opacidad es crucial. Los ciudadanos deben saber cómo se toman las decisiones, cómo se gastan los fondos públicos y cuáles son los resultados de las políticas implementadas. Datos abiertos, informes detallados y accesibles, y rendición de cuentas son imprescindibles. 
2. Políticas públicas con impacto real: del discurso a la transformación

El gran desafío es traducir las buenas intenciones en beneficios palpables. Las políticas públicas deben ser diseñadas con un enfoque en la resolución de problemas concretos y en la mejora de la calidad de vida de las personas.

  • Foco en lo esencial: priorizar las necesidades básicas de la población: salud, educación, seguridad, empleo y acceso a servicios. Son las áreas donde el impacto directo es más evidente y donde la gente espera resultados inmediatos.
  • Evaluación y adaptación: las políticas no son estáticas. Es vital establecer mecanismos de evaluación constantes para medir su impacto. Si algo no funciona, se debe tener la valentía de corregir el rumbo, aprender de los errores y adaptar las estrategias.
  • Innovación y eficiencia: buscar soluciones creativas y eficientes para los problemas. Esto puede implicar la adopción de nuevas tecnologías, la colaboración con el sector privado y la sociedad civil, y la simplificación de procesos burocráticos.
3. Fortalecer las instituciones democráticas: la estructura de la confianza

La erosión de la democracia no es un fenómeno espontáneo; es el resultado de un debilitamiento de sus pilares. Reconstruir la confianza implica fortalecer las instituciones.

  • Independencia de poderes: garantizar que los poderes Ejecutivo, Legislativo y Judicial (además el Poder Ciudadano y el Poder Electoral) actúen de forma autónoma y se contrapesen mutuamente, sin injerencias políticas que menoscaben su función.
  • Estado de derecho: respeto irrestricto a la ley y a las normas, con un sistema de justicia que sea imparcial, accesible y expedito para todos los ciudadanos.
  • Partidos políticos renovados: los partidos deben ser verdaderos canales de representación ciudadana, con mecanismos internos transparentes, renovación de liderazgo y programas que respondan a las demandas actuales. Deben dejar de ser meros clubes de élite para convertirse en plataformas de participación ciudadana.
  • Educación cívica: fomentar una ciudadanía activa, informada y consciente de sus derechos y deberes. La educación es clave para empoderar a las personas y fortalecer su capacidad de discernimiento.
4. Liderazgos éticos y transformadores: el ejemplo inspira

En un ambiente de desconfianza, el liderazgo ético se vuelve fundamental. No basta con la capacidad técnica; se requiere integridad, honestidad y una visión clara para el futuro.

  • Coherencia entre discurso y acción: los líderes deben predicar con el ejemplo. Sus acciones deben estar alineadas con sus palabras, generando credibilidad y respeto.
  • Humildad y autocrítica: reconocer los errores, escuchar las críticas constructivas y estar dispuesto a aprender es una señal de fortaleza, no de debilidad.
  • Visión a largo plazo: superar la visión cortoplacista y electoralista para desarrollar políticas con un impacto duradero en el desarrollo del país. Pensar en las próximas generaciones, no solo en las próximas elecciones.
  • Unidad y consenso: en tiempos de polarización, es vital buscar puntos de encuentro, construir puentes y fomentar el diálogo entre diferentes actores políticos y sociales.

Un llamado a la acción colectiva

Hacer política en tiempos difíciles es un desafío monumental, pero no imposible. Requiere de un compromiso renovado por parte de los líderes, pero también de una ciudadanía activa y vigilante. No podemos esperar que los problemas se resuelvan por arte de magia. Es un camino de doble vía: los políticos deben escuchar y responder, y los ciudadanos deben participar y exigir.

La reconstrucción de la confianza y la revitalización de la democracia no son tareas exclusivas de los gobernantes; son una responsabilidad compartida.

Solo a través de un esfuerzo colectivo, basado en la empatía, la transparencia, la eficiencia y el respeto por las instituciones, podremos superar la encrucijada actual y asegurar un futuro donde la política vuelva a ser, verdaderamente, el arte de mejorar la vida de las personas. El reloj avanza, y la hora de la acción es ahora.

Leer también: La trampa de la tribu

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