Jesús María Aguirre
Ya el año 1968 ha sido tan asociado al “Mayo francés”, que remite automáticamente a las revueltas estudiantiles de París, y así como el cartel del Ché Guevara evoca al rebelde con causa de la guerrilla revolucionaria, la imagen vaporosa de las manifestaciones estudiantiles se ha convertido en un símbolo kitch de la revuelta juvenil, ambos deglutidos por la cultura popular industrializada.
Cincuenta años después, en el imaginario de las generaciones que vivieron esa etapa, no queda sino la nostalgia de la rebeldía juvenil con su revuelta de costumbres y un vaho de izquierdas fracasadas entre la guerrilla y los socialismos de rostro humano.
Pero hablar del mayo francés sin los antecedentes de las rebeliones norteamericanas o latinoamericanas, como si la turbulencia mundial hubiera surgido en la ciudad de las luces no deja de ser una injusticia con las convulsiones sociales y culturales americanas.
Para Mark Kurlansky, 1968 fue el punto de inflexión que marca el abandono de la modernidad y el comienzo de un mundo postmoderno regido por unos medios de comunicación en los que la televisión, que ya se empezó a transmitir vía satélite. Un año en el que cambiaron muchos valores, actitudes y modos y maneras de entender la vida. Al mismo tiempo, un año que sembró utopías. Un crítico autorizados y conocedor de su obra comenta que vuelve a su fórmula: cerrar el ángulo de encuadre del objeto sobre el que reflexiona y no complicarse con el contexto histórico (1).
Una rememoración crítica puede ayudar a comprender mejor las consecuencias de los eventos que trascendieron no solamente ese año, sino que impregnaron el espíritu de la siguiente década y de una nueva generación, especialmente en Latinoamérica.
Estados Unidos: algo más que hippies y liberación sexual
Antes aún que, en París, ya en Estados Unidos, la Universidad de Columbia en Nueva York y la de California fueron escenario de levantamientos inauditos contra la guerra de Vietnam, contra las discriminaciones raciales y sexuales y contra los rígidos programas de enseñanza. En la de California, en el campus de San Diego, enseñaba Herbert Marcuse, un francfurtiano convertido en ídolo intelectual, cuyos textos no solamente criticaban el sometimiento del hombre unidimensional del capitalismo, sino también del comunismo soviético. En esa amalgama ideológica, sobre todo izquierdista con tintes francfortianos se difundía el potpourri de las tres M (Marx, Mao y Marcuse) y entre sus adeptos se confundían comeflores hippies y guerrilleros del black power, poetas beatnik y emprendedores de las alternativas informáticas.
Merece destacarse la lucha de Luther King por los derechos civiles. Es cierto que Martin Luther King es asesinado precisamente ese año, pero también lo es que la sociedad norteamericana llevaba varios años luchando por la igualdad racial. En este país el 8 de febrero fueron asesinados tres estudiantes negros en Carolina del Sur cuando intentaban acabar con la segregación racial de una bolera. El 4 de abril murió de un disparo Martin Luther King, lo que dio lugar a una semana de disturbios y saqueos en distintas ciudades. Los movimientos por las libertades civiles en Estados Unidos dieron un salto irreversible hacia delante, y el empoderamiento actual sería incomprensible sin esas revueltas de largo alcance. Las luchas antibelicistas y sociales provocaron un maremoto social.
Latinoamérica: escenario de profundos conflictos sociales
La revolución cubana, como modelo superador del subdesarrollo frente a los reformismos, inspirados en el manifiesto anticomunista de Rostow, tuvo un efecto de demostrador entre los partidos de izquierda y su épica de carácter heroico sedujo a numerosos estudiantes, que se incorporaron a la guerrilla.
El Ché Guevara, copratogonista con Fidel del triunfo revolucionario en Cuba, capturado en combate, herido, pero vivo, fue ajusticiado el 9 de octubre de 1967 por órdenes del gobierno de Bolivia. La difusión de su Diario de Bolivia y su trayectoria vital harán de él un símbolo de la rebeldía, la solidaridad y la generosidad, por cuanto el Ché había dedicado su vida a luchar por la liberación de pueblos que no eran el suyo.
Las llamadas de Ernesto Ché Guevara para promover focos guerrilleros en América Latina con el propósito de convertir el subcontinente en un nuevo Vietnam – “¡Crear uno, dos, tres… muchos Vietnam!”-, captaron seguidores, no tanto entre el campesinado, sino entre los jóvenes frustrados por su condición social o ganados por las prédicas antisistema en ámbitos universitarios, liderados por vanguardias izquierdistas. No hay que olvidar que en el mundo académico la intelectualidad izquierdista más granada, desarrolló la teoría de la dependencia, partiendo de la tesis leninista del imperialismo como suprema fase del capitalismo. Falletto y Cardoso en Brasil, Aníbal Quijano en Perú, Fals Borda en Colombia o Maza Zavala en Venezuela, por no citar sino algunas figuras significativas, fueron exponentes de una corriente intelectual que permeó el pensamiento de esa generación.
Entre los grupos cristianos la figura del cura guerrillero Camilo Torres cautivó también a algunas juventudes cristianas, llenas de ideales y deseosas de un cambio radical en el continente de la esperanza, justificando su aventura armada con la tesis de la lucha contra la “violencia estructural del sistema”. El grupo de sacerdotes Golconda promoverá este planteamiento y su influencia se extenderá tanto en Colombia como en Venezuela.
La conjunción de las propuestas revolucionarias con las estrategias concientizadoras, inspiradas en la educación liberadora de Paulo Freire y otros pedagogos afines, permeó a muchos grupos de cristianos de los sectores populares, acompañados de sacerdotes y religiosas, insertos en el campo y en las barriadas populares.
El encuentro de la II Conferencia General del Episcopado Latinoamericano en Medellín, precedido por la visita del Papa Paulo VI, quien el año anterior había difundido la Encíclica “Populorum Progressio”, sirvió también de cauce no solamente a la empresa teológica, llamada de liberación, sino a cuanta aventura antisistema se autoproclamaba como liberadora (2).
En el ámbito de influencia jesuítica la Carta de Río Janeiro, escrita por el Superior General de los jesuitas, P. Pedro Arrupe, tuvo también una incidencia significativa en la selección de los ministerios y en la reorientación de la educación hacia los sectores más excluidos.
Por otro lado, las alianzas surgidas entre marxistas y cristianos en diversos ámbitos, no provenían tanto de los cenáculos intelectuales, alimentados con las tesis del eurocomunismo o del socialismo de rostro humano, sino de la vida real de las comunidades y de los movimientos liberadores, que se encontraban codo con codo, trabajando juntos, cristianos -católicos y protestantes- y marxistas -ortodoxos y revisionistas-.
Las fuerzas sociopolíticas desatadas en el continente propiciaron el auge posterior de gobiernos izquierdistas (Perón, Velasco Alvarado, Allende, Torres…), que fueron desplazados en el tiempo por golpes de estado o putsch militares, pero la implantación de regímenes de seguridad, particularmente en el cono sur, no apagó las brasas de unos movimientos que volvieron a resurgir en la década de los ochenta y noventa en unos nuevos giros de la espiral histórica. La excepción mexicana, aunque sin los espantos de los golpes militares, escarmentó en octubre a los estudiantes rebeldes con una masacre en la Plaza de las Tres Culturas – La noche de Tlatelolco-, que cerró el año con una rúbrica sangrienta. A su vez la singularidad venezolana culminó con el triunfo presidencial de Rafael Caldera, quien propició la pacificación de la guerrilla, pero algunas fuerzas soterradas, rescoldos del pasado que él contribuyó a apagar, treinta años después, se encendieron para conducirnos a la situación que actualmente vivimos.
Notas:
(1) Mark Kurlansky (2005 )1968. El año que conmocionó al mundo. Destino. Barcelona, 2005
(2) En mi artículo: “Los barrenadores del sistema”, se ilustran las corrientes tan contradictorias que cruzaban el mundo académico y cultural venezolano.
http://www.gumilla.org/biblioteca/bases/biblo/texto/SIC1969319_407-409.pdf