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El angustioso camino de la supervivencia

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Por Jesús Alberto Castillo

Muchos de los que habitan afuera se preguntarán cómo logran vivir los venezolanos en las precarias condiciones a las que están sometidos. Es algo que sorprende a propios y extraños. No es nada fácil para un país que experimentó una de las más boyantes economías y niveles de movilidad social en América Latina y hoy, producto de políticas erráticas, se encuentra inmerso en un elevado cuadro de miseria. Con unos salarios insuficientes y altos precios de la canasta básica, el poder adquisitivo se ha desvanecido en la población y ha generado hambre, desnutrición y diversas enfermedades que alarman a la comunidad internacional. Un tema de suma preocupación, relacionado con la ayuda humanitaria, sin precedentes en esa nación poseedora de grandes riquezas naturales, pero con líderes políticos irresponsables e indolentes.

El venezolano promedio hace milagros diariamente para llevar el pan a su hogar. Inventa permanentemente para no sucumbir a este oprobioso vía crucis económico. De acuerdo a las circunstancias, se ve obligado a vender las pocas cosas que tiene. Aprovecha los primeros rayos del sol para dedicarse a la economía informal o, simplemente, regatear los precios en los diversos establecimientos públicos. Esto, sin tomar en cuenta, las remesas y transacciones financieras de familiares desde el exterior. Un sector social menos afortunado no puede librar esta batalla diaria y muere de mengua. Mientras una élite, conformada por burócratas y jerarcas militares, monta grandes negocios comerciales y exhiben fortunas en medio de esta vorágine social.

Hasta ahora esta paradójica realidad se traduce en un malestar colectivo hacia el mandatario nacional. No es casual la merma progresiva del caudal electoral del partido de Gobierno, a pesar de mantenerse en el poder ante la obstinada dispersión y falta de coherencia de las fuerzas opositoras. El descontento social sigue su curso y, sin embargo, no hay todavía un liderazgo que pueda capitalizarlo. Las condiciones de vida de la población venezolana han llegado a niveles críticos que vulneran la dignidad humana. No obstante, la gente hace todo lo posible para sobrevivir. Tal problemática debe ser abordada urgentemente o desencadenará una situación con consecuencias muy lamentables para esta deprimida nación. Tanto va el cántaro al agua que termina rompiéndose.

El cálculo político salta a la vista

Hoy el Gobierno hace gala de un discurso orientado a la “paz política” y la “prosperidad económica”, a través de su portentosa maquinaria comunicacional para cautivar a una población empobrecida y descontenta. Sus principales voceros están al tanto de las condiciones infrahumanas de los venezolanos y de las amenazas que pueden derivarse en torno al proyecto político que han impuesto por más de 23 años.

A regañadientes, el “Socialismo del siglo XXI” tuvo que ceder a las fuerzas del mercado para abrir la economía, dándole momentáneamente la espalda al legado anticapitalista del “Comandante Supremo”. Para evitar un alto costo político procura vender un discurso moderado, abrazado de reconciliación nacional y emprendimiento. Necesita llegar al 2024 con aires remozados y competir en la contienda presidencial, la cual puede marcar la consolidación o caída del modelo político reinante. Todo dependerá del movimiento de piezas en estos dos años por parte de las fuerzas en pugna.

Valdría la pena preguntarse si Nicolás Maduro será capaz de convencer a sus adversarios internos de la viabilidad de una economía abierta sin importar echar por la borda los postulados anticapitalistas de Chávez.

¿Tendrá el Banco Central de Venezuela la capacidad de inyectar dólares suficientes para garantizar la estabilidad de nuestra economía ante este nuevo giro? ¿Habrá plena confianza de los empresarios a invertir su capital en un país con incertidumbre política? ¿La Casa Blanca apostará definitivamente este viraje económico y reconocerá la legitimidad del gobierno de Maduro?

Son algunas interrogantes que el tiempo se encargará de responder oportunamente. Mientras tanto, los indicadores del “buen vivir” no se reflejan por ninguna parte en Venezuela. La gente sigue mostrando un cuadro de pobreza generalizada que pone en vilo su propia supervivencia.

La pobreza de los venezolanos atenta contra la dignidad humana

Diversas asociaciones civiles han denunciado ante los organismos internacionales esas precarias condiciones que atentan contra la dignidad humana y han unido esfuerzos para mitigar este oprobioso camino de los venezolanos mediante programas de ayuda humanitaria. Es una tarea titánica, digna de reconocimiento, que se proyecta con mucha fuerza y ha puesto en la escena mundial la violación flagrante de los principios contenidos en la Declaración Universal de los Derechos Humanos de las Naciones Unidas. Incluso, han calificado a la administración de Nicolás Maduro de propiciar crímenes de lesa humanidad, lo que ha permitido la apertura de un expediente en la Corte Penal Internacional y la creación reciente de una oficina de esta instancia en Caracas para tramitar toda denuncia sobre violación de Derechos Fundamentales.

Iniciativas de esta naturaleza ponen en tela de juicio el papel de la Defensoría de Derechos Humanos y la Fiscalía General, organismos que deben velar por la buena marcha del Estado Social de Derecho y de Justicia, plasmado en la Constitución de la República de Venezuela.

El angustioso camino de la supervivencia
Crédito: Pedro Rances Mattey / DPA_ PA Images

Expertos y analistas en el tema social, preocupados por las desfavorables condiciones de vida, se han pronunciado en calificar de indolentes las políticas implementadas por el Gobierno a la hora de articular las múltiples demandas de una población ávida de oportunidades y movilidad social. Consideran que los diversos programas sociales (Clap, Campo soberano, Gran Misión Vivienda, Bonos, entre otros) son mecanismos de control social y refuerzan la dependencia del sujeto respecto al Estado paternalista. Tal situación constituye un freno a las potencialidades e iniciativas de las personas que son fundamentales para su desarrollo integral y calidad de vida.

Hacia la Venezuela inclusiva y productiva

Superar el asfixiante cuadro de miseria en el país no depende de un liderazgo mesiánico ni de un cambio de gobierno por otro. En primer lugar, la experiencia ha demostrado que aquellos regímenes basados en el culto personal son perniciosos para configurar una ciudadanía crítica y activa, capaz de promover ideas transformadoras del entorno social, político, cultural y económico.

El mesianismo, con el devenir del tiempo, se traduce en demagogia, autoritarismo y perpetuidad en el poder. Este modelo de gobierno emplea criterios ideológicos y un sinfín de símbolos legendarios que terminan alienando a la gente en torno al proyecto político dominante. Por otro lado, el “quítate tú pa’ ponerme yo” no es la solución si se repiten los mismos vicios. Se trata de una real reinvención en la forma de gobernar y en las instituciones del Estado.

Hoy más que nunca requerimos de un liderazgo responsable y visionario que apueste a la disciplina, el trabajo en equipo, la pluralidad y la creatividad de la gente. Es una nueva ética del quehacer político orientada a formar ciudadanos de carne y hueso, conscientes de repensar en la Venezuela inclusiva y productiva. Un país que rescate la cultura emprendedora, con educación de calidad y meritocracia en todos los órdenes de la vida nacional.

Afortunadamente, todavía contamos con valiosos talentos humanos capaces de superar este angustioso camino de la supervivencia. Hombres y mujeres, de diversas edades y pensamientos, que sueñan con un país próspero y democrático. Todos estamos llamados a hacerlo bien en la política, las artes, la ciencia y tecnología, las empresas, el deporte y demás campos de la actividad humana.

¡Venezuela se lo merece!

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