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Edificio Centro Valores, local 2, Esquina de la Luneta, Caracas, Venezuela.

El abismo social en Venezuela hoy

Crédito: Federico Parra AFP

El abismo social en nuestra Venezuela es un hecho inocultable. Vamos a referirnos a las causas, al modo como es vivido y a las alternativas; pero ante todo haremos una descripción somera

Pedro Trigo, s.j.

Lo primero que hay que decir es que apenas existe clase media, es decir por encima de las necesidades básicas y sin llegar a la posibilidad de satisfacer preferencias. Existen los que tienen casi todo lo que quieren o sin casi. Y por eso en el país se vende y se compra lo más lujoso que se produce en el mundo y a precios más caros que en otras partes. La mayoría de los venezolanos giran alrededor de las necesidades mínimas, en el sentido de que unos días pueden satisfacerlas y otros no. Es decir, que la mayoría vive en la pobreza. Son muchos menos los que giran alrededor de las necesidades básicas, es decir que unos días pueden satisfacerlas y otros no, o que para satisfacer unas tienen que privarse de otras. Son lo que llamamos gente popular. O sea que hoy en Venezuela se vive en los extremos. La inmensa mayoría en el inferior y una minoría en el superior y unos cuantos satisfaciendo con holgura sus necesidades básicas. Así vivimos, aunque ni el gobierno ni los medios controlados por él lo reconozcan.

De dónde venimos y cómo hemos llegado aquí

Tenemos que decir que en los años 60 la mayoría de los venezolanos girábamos alrededor de las necesidades básicas; luego venían los que vivían entre las necesidades mínimas y las básicas y los que vivían más holgadamente, pudiendo satisfacer preferencias, aunque sin ser ricos; y finalmente venían a partes iguales los ricos y los que giraban en torno a las necesidades mínimas.

La consecuencia de esta estratificación social, en la que la inmensa mayoría se ubicaba en el medio y no eran muchos los que vivían en los extremos, teniendo en cuenta que casi eran excepciones los que vivían sin satisfacer las necesidades mínimas, era que en el país todos nos sentíamos sujetos activos y responsables de la marcha de la nación y por eso lo que daba el tono era el dinamismo personal y social y la concordia, a la vez que el contento de sentirse venezolanos. Quiero recordar que en ese tiempo no hubo rentismo, porque el barril de petróleo nunca llegó a 4 dólares y el gobierno recibía algo menos de un dólar por barril. Lo que se vivía era gracias al esfuerzo cualificado y mancomunado. Había posibilidades y se aprovechaban, el país se modernizaba a pasos agigantados. Por eso vinieron tantos emigrantes dispuestos a trabajar y a integrarse a esta aventura tan fecunda y humanizadora.

Caldera en su campaña planeó la promoción popular desde organizaciones de base. Era lo que pedía el dinamismo en marcha del pueblo; pero al llegar a la presidencia no lo implementó, lo que ocasionó la estampida de la mayoría de la juventud del partido. Ahora bien, el rentismo, la corrupción y el dejar de ser sujetos de nuestro desarrollo empezó en el primer gobierno de Carlos Andrés. La ocasión fue el primer boom petrolero. El salto que promovió hacia la “gran Venezuela” fue tan abrupto, que los puestos especializados de las industrias básicas que creó los ocuparon en gran medida técnicos que vinieron de fuera. Además, la dificultad de los despidos propició la poca productividad en el trabajo. La corrupción y el rentismo se acentuaron en el gobierno de Luis Herrera con el segundo boom petrolero y su dejación en el gobierno y la consiguiente impunidad. Los partidos dejaron de mediar entre las clases y los gobiernos dejaron de ser solventes.

En su segundo mandato Carlos Andrés dejó todos los incentivos sin ningún estudio de casos y sin ninguna progresividad para propiciar la transición. El resultado fue la venta de muchas empresas a extranjeros y el estallido social: “el Caracazo”. Luego todo se fue desmantelando y el pueblo se vio absolutamente desprotegido.

Por eso muchos cobraron esperanza cuando Chávez convocó al pueblo. Sin embargo, no lo convocó para que se activara, le echara cabeza y se pusiera en pie. Él no daba que pensar al pueblo, sino le dio siempre qué pensar, es decir consignas para que las corearan. Él unimismó al pueblo en torno a sí, robándole su subjetualidad. Pero el pueblo, y probablemente él mismo, no lo percibió por su capacidad monstruosa de encantar. Por eso la gente decía y escribía en las paredes como si fuera lo máximo: Yo soy Chávez; Todos somos Chávez, sin percibir que eso era una alienación.

Además, el petróleo llegó a su cota máxima de 160 US $ por barril. Y él, en vez de invertir productivamente, declaró que el socialismo venezolano era rentista, es decir que no hacía falta explotar a nadie en el trabajo. No percibió que el trabajo no era sólo un medio de vida, sino un modo indispensable para capacitarse y ser productivo y útil. Y así degradó al país a la condición de adolescentes irresponsables. Y, en parte por la oposición absoluta de muchos empresarios, se puso totalmente en contra de la empresa privada y todas las que incautó o dejaron de funcionar o funcionan a pérdida. Lo mismo pasó con Pdvsa, que, a raíz del paro petrolero, pasó a funcionarios leales a él, pero incompetentes para la industria que, muy pronto, dejó de ser productiva. Por eso cuando cayeron los precios del petróleo, resultó inocultable que se había destruido el aparato productivo. La mayoría se quedó sin empleo y los salarios empezaron a ser de hambre. Mientras hubo cómo, el Gobierno subsidió miserablemente a los de abajo a cambio de fidelidad. Ahora predomina el abandono. Aunque la explotación del eje minero de Guayana, en su mayor parte por cauces ilegales, que está acabando con el bosque y adulterando las aguas y atropellando a las etnias indígenas, da para mantenerse las élites y sus aliados. Ahora el Gobierno ha propiciado algunas empresas y, al emprendimiento que, en su mayoría, sin atenerse a la correlación de costos y retribución y sin pagar impuestos, está contribuyendo a la postración de la mayoría y a la brecha social.

Hay que tomar en cuenta también otros dos elementos: el primero es el cristianismo del Concilio Vaticano II, tal como fue recibido fiel y creativamente por la Iglesia latinoamericana que eclosionó en Medellín, que no se basaba en doctrinas, normas y ritos, sino que concebía la vida cristiana como vivir humanamente desde la humanidad de Jesús, porque en lo que se nota que Jesús es Hijo de Dios es en que nos supera infinitamente en humanidad. Estos cristianos comprendieron que su ámbito era la vida y se propusieron vivirla digna y solidariamente, acentuando que el seguimiento de Jesús implicaba vivir fraternamente desde el privilegio de los pobres. Por eso, en nuestro país muchos cristianos se solidarizaron con el pueblo y muchas congregaciones religiosas se inculturaron en barrios y allí crearon no sólo comunidades cristianas de base, sino muchos grupos y asociaciones de ayuda mutua y promoción. Hay que decir que este acompañamiento compensó en gran medida el abandono creciente del Estado. 

Pero en la segunda mitad de los años 80 comenzó a posesionarse en nuestro país el horizonte neoliberal. Hasta entonces todos habíamos compartido, lo que podemos decir, un horizonte cristiano secularizado en el que la honradez, la laboriosidad y la solidaridad eran valores de cambio aceptados por todos, aunque no todos los practicaran. Desde entonces, sin embargo, si uno tiene mucho dinero establemente, ya no se averigua más: es una persona apreciable. Lo que se inculca es que sólo existen individuos que trabajan para su provecho y que esto es bueno porque así todos se ven obligados a dar el máximo y todo se dinamiza.

Este ambiente, si no justificó, al menos hizo que se transigiera con este régimen basado únicamente en su capacidad de imponerse, ya que, si no hay valores, no puede ser juzgado por ellos. Confieso que, personalmente, en ese momento sentí que me había quedado sin piso, no tenía lugar en el orden establecido. En este ambiente, en que no se transmite ambientalmente el cristianismo y lo que se transmite es frontalmente opuesto a él, si no se vive muy personalizadamente, el cristianismo, deja de practicarse. 

Además de esta crisis de sentido confluyeron otras dos crisis para que gran parte de las comunidades religiosas dejaran los barrios: la disminución drástica de sus miembros y la crisis económica que llevó a refugiarse instintivamente en macroinstituciones. El pueblo se sintió solo, lo cual ayudó a que muchas organizaciones populares de inspiración cristiana se hicieran chavistas.

Cortesía: runrun.es
Cortesía: runrun.es

Estado actual del país y cómo se vive

Este recorrido nos hace ver que hoy en Venezuela la estratificación social no tiene mucho que ver con las clases sociales que derivan de la diferente ubicación en el mundo del trabajo. Hoy el capitalismo no da el tono a nuestro país, ya que hay pocas empresas privadas productivas. Más aún, se ha roto la cadena productiva: la obtención de materias primas con costos lo más bajos posibles, la producción de bienes y servicios con la más alta productividad y el acceso a los mercados sin encarecer los precios. No va a ser fácil rehacerla. La mayor parte de las ganancias vienen por otras vías. Casi la mitad del producto interno bruto proviene de lo que podemos llamar economía criminal o de la economía informal o de las remesas. Los asalariados, en cualquier escala que sea, no ganan lo suficiente, tan sólo para vivir y la mayoría no gana ni para alimentarse.

La pregunta es cómo vive. Creo que la respuesta es que la mayoría que no tiene para vivir y vive, es capaz de vivir porque vive humanamente, es decir porque tiene libertad liberada, es decir, que la realidad le afecta, pero no le influye. Él vive desde su condición de sujeto: responsablemente. Y por eso vive sin amargura, con coherencia básica, sin quejarse. Como decimos, guapeando: “al mal tiempo, buena cara”. Y por eso vive abierto a los demás, ayudando y recibiendo ayuda. Como decimos: “hoy por ti, mañana por mí”. Insisto en que la situación le afecta hondamente, pero se las arregla para que no le influya. Y se crean ambientes en los que el tono es de normalidad, aunque se sabe que no hay normalidad, sino que se vive como se puede, “a salto de mata”. Creo que no es exagerado decir que la mayoría que tiene la capacidad de vivir así lo hace porque se sabe en manos de Dios, que nunca desampara.

¿Qué hacer para revertir la situación?

De buenas a primeras no hay salida. La salida, para que sea una alternativa superadora, tiene que contener los siguientes pasos: El punto de partida indispensable son estas personas con libertad liberada: sólo si se vive esta situación con libertad a pesar de todo, hay capacidad para correr con los costos de construir una alternativa. El segundo paso es la construcción de comunidades y todo tiempo de asociaciones en las que impere la deliberación y que sean abiertas. El tercero es la interlocución democrática entre ellas de manera que lleguen a constituir un cuerpo social robusto. El cuarto es la conformación de partidos que se apoyen y que para eso expresen a este cuerpo social. Sólo entonces podrá sostener ese gobierno el embate de todas las fuerzas que se basan sólo en la fuerza, sea la del ejército y la policía, sea la del capital.

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