Piero Trepiccione
No hay duda que los acontecimientos del 23 de enero de 1958 tuvieron una significación de gran importancia en la Venezuela contemporánea. La historia política del país se partió en dos a partir de ese momento y durante más de cuarenta años. Esta fecha representaba una referencia especial para la mayoría de la sociedad y ocupaba un plano estelar en la agenda pública de entonces. Luego de la victoria electoral en diciembre de 1998 de Hugo Chávez y su posterior ascenso oficial a la presidencia de la república el dos de febrero de 1999, los hechos del 23 de enero fueron adquiriendo una “resignificación” histórica impulsada desde el poder. Obviamente, como lo hemos visto durante los últimos 18 años, la interpretación y el peso en la agenda institucional ha disminuido o intentado diluir, la importancia de tal acontecimiento y la visión en el imaginario del venezolano. Y aquí entra en juego la polarización y la forma de entender los grandes eventos históricos que tienen que ver con la evolución política de Venezuela.
Desde la polarización se le da y se le resta importancia al 23 de enero. En el mundo opositor nacional, la fecha está asociada indisolublemente al rescate de la democracia y a la derrota de la dictadura militar que gobernó al país desde 1948, dando paso al sufragio universal y a gobiernos civiles con separación de poderes y contrapesos institucionales. Su significación por tanto, está asociada a lucha popular, liberación democrática y conquista de libertades públicas y ciudadanas. El “pacto de Punto Fijo” ha sido el acuerdo político de mayor trascendencia y estabilidad hasta ahora alcanzado entre las diferentes fuerzas vivas. En la memoria colectiva, especialmente, de las generaciones de venezolanos que vivieron o conocieron de primera mano la información detallada de la fecha, está afianzada una visión de enorme importancia. En el chavismo y desde las nuevas instituciones del Estado venezolano surgidas a partir de la constitución de 1999, se trabajó estratégicamente en una “resignificación” de la trascendencia de la fecha para restarle méritos a los adversarios políticos y dejarlos sin bandera. Con la denominaciones despectivas “puntofijismo” y “acuerdo de cúpulas” que traicionaron al pueblo más “partidocracia” o gobiernos de partidos con exclusión de las mayorías, se ha cuestionado abiertamente y desde el poder del Estado a la fecha origen de la democracia que inclusive se ha catalogado como “pseudo-democracia” por estos factores políticos. Además se ha impulsado el 4 de febrero de 1992 (día de la dignidad nacional para el chavismo) como fecha real de despertar y nacimiento a la democracia participativa, con conmemoraciones institucionales y militares.
No ha escapado entonces el 23 de enero de 1958 a las pugnas polarizantes que hemos tenido en las ya casi dos décadas continuas. No obstante, la fecha ha servido para actividades de concentración popular y de reclamos del deterioro de la democracia que estamos viviendo. Hemos apreciado manifestaciones masivas de venezolanos exigiendo reivindicaciones democráticas a lo largo del tiempo. En tal sentido, más allá de los significados o resignificados expresados desde la polarización política, el 23 de enero está fuertemente arraigado en el imaginario colectivo de la población venezolana como expresión de lucha en favor de la democracia. No hay duda que el concepto democracia y el 23 de enero de 1958 están indisolublemente ligados más allá de las interpretaciones ideológicas o interesadas que se pueden hacer o se hacen según la óptica del sector que las exprese.
Hoy el 23 de enero tiene un nuevo desafío para mantener su valor histórico frente a la aguda polarización que en las abstracciones le ha intentado restar importancia. La Venezuela de 2017 ciertamente es muy diferente a aquella de 1958. Las circunstancias políticas, económicas y sociales tanto nacionales como internacionales son extremadamente distintas. Hoy la globalización es mucho más fuerte que hace 59 años y su incidencia ha despertado la llamada “glocalidad”. Hoy el ciclo petrolero mundial ha entrado en una fase de precios inestables que impactan sobremanera el desarrollo económico del país. Hoy los indicadores sociales muestran un deterioro constante que afecta la cotidianidad de millones de venezolanos. En la larga e interminable lucha de la dialéctica, pareciera asomarse una nueva resignificación del 23 de enero. Una que impulse el deseo de construcción, de desmontaje de estructuras obsoletas que aprisionan las condiciones de vida y el estado de la nación.