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Efectos de la Paz Total

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Por Félix Arellano

Desde que el presidente Gustavo Petro asumió la presidencia en Colombia (07/08/2022) ha tratado de mantener una línea de prudencia y equilibrios en el complejo ambiente de la política exterior, conservando viejas y estratégicas alianzas con los Estados Unidos, la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE) y la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN), pero también promoviendo nuevos compromisos con gobiernos y movimientos radicales como Cuba, Venezuela, el Foro de San Pablo y el Grupo de Puebla.

En ese contexto pareciera que el ambicioso proyecto de la Paz Total, que ha sido adoptado con carácter legal mediante la Ley 418, se convierte en una prioridad y, en alguna medida, se está transformando en una obsesión para el presidente, lo que empieza a vislumbrar efectos que podrían alterar los equilibrios y la prudencia en la política exterior, con particular repercusión en las relaciones con Venezuela.

El reciente incidente con el Ejército de Liberación Nacional (ELN) ha generado señales contradictorias. Recordemos que el propio Jefe de Estado anunció un cese del fuego bilateral con los grupos irregulares que participan en la negociación de la Paz Total, particularmente con el ELN, formalizado de inmediato por el Decreto Nro. 2657, el 31 de diciembre del 2022, pero que pocas horas después fue desmentido por el ELN mediante un comunicado público. Esto ha afectado sensiblemente el proceso de negociación, debilitando particularmente al presidente Petro, e incrementando la desconfianza y la incertidumbre en un proceso que se presenta muy complejo por la diversidad de actores e intereses que están en juego.

El auto golpe que se ha generado el propio gobierno conlleva el fortalecimiento de las posiciones de los grupos irregulares –en particular del ELN–, pero también ha beneficiado al gobierno de Venezuela, un actor fundamental en la negociación, como se ha confirmado con la visita urgente del presidente Petro a Miraflores el pasado 07 de enero, a los pocos días del incidente con el ELN.

El incidente abre el espacio para diversas lecturas, que en su mayoría afectan al presidente colombiano. Entre ellas podemos destacar algunas que giran en torno al talante del presidente, evidenciando su marcado protagonismo, personalismo, improvisación y deficiente coordinación con el equipo de trabajo. Si el presidente hubiera delegado en un miembro de alto nivel de su equipo o en la figura de un vocero oficial, la crisis no le habría afectado directamente.

El presidente Petro tiene que estar consciente de la profunda complejidad que caracteriza el proceso de negociación de la Paz Total. Por una parte, la diversidad de actores involucrados: el ELN, las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC) disidentes, el Clan del Golfo directamente vinculado al narcotráfico y las Autodefensa de la Sierra Nevada, un grupo paramilitar; ninguno de ellos caracterizado por la responsabilidad, la coherencia y la confianza, todo lo contrario.

Otro elemento que hace compleja la negociación, tiene que ver con la estructura descentralizada de toma de decisiones al interior del ELN, una suerte de confederación donde los diversos grupos gozan de importante autonomía; en consecuencia, las decisiones globales exigen de un proceso de consulta, coordinación y consenso que no resulta fácil ni rápido, una dinámica distinta al rígido esquema vertical que caracteriza a las FARC.

Conviene tener presente que para los grupos irregulares la negociación se presenta poco atractiva, un beneficio importante sería la reincorporación en la sociedad, empero, por una parte, el costo puede ser muy alto, pues son grupos que se han formado en el mundo de la ilegalidad, disfrutando de beneficios económicos multimillonarios e incluso logrando el apoyo de gobiernos autoritarios.

Otro elemento que dificulta el proyecto de la Paz Total tiene que ver con las negativas experiencias que se registran en la historia colombiana reciente sobre la incorporación de grupos irregulares en la sociedad que, en la mayoría de los casos, han sido objeto de persecución por grupos paramilitares. Adicionalmente, otro precedente que ensombrece el panorama, tiene que ver malestar que ha dejado en gran parte de la población colombiana el acuerdo negociado por el gobierno del presidente Juan Manuel Santos con las FARC, que fue rechazado por una mayoría en el referéndum consultivo.

Otro actor importante para el desarrollo del proyecto de la Paz Total y que también genera complejidad es el gobierno de Venezuela. Por su relevancia ha sido definido como garante, posición que comparte con los gobiernos de Chile, Cuba, México y Noruega. Adicionalmente, debemos resaltar que al ELN lo definen como una guerrilla colombo-venezolana y la dimensión de su presencia en Venezuela, y el apoyo que recibe, está cargada de una profunda opacidad.

Que el presidente Petro haya viajado de urgencia para una reunión con Nicolás Maduro en Caracas el 7 de enero del presente año –a pocos días del incidente con el ELN– evidencia la importancia del gobierno de Venezuela y contribuye a fortalecer la estrategia de Miraflores orientada a lograr una mayor legitimidad internacional.

Ahora, de nuevo saltan las dudas: ¿era necesario llevar la solución del caso a nivel de los presidentes? ¿Será el protagonismo del presidente Petro o la desconfianza en su equipo? Otra versión destaca la posible desconfianza en el nivel técnico y ministerial del lado venezolano, pues el proceso de apertura y normalización de las relaciones bilaterales que se está trabajando a esos niveles se desarrolla muy lentamente.

La visita a Miraflores ha dado como resultado la convocatoria a una reunión informal en Caracas, que ha concluido con la convocatoria de una nueva ronda de negociaciones, que tendrá como uno de los temas centrales el cese del fuego, y se realizará en México el 13 de febrero.

En estos momentos cabe preguntarse si la obsesión del presidente Petro por el proyecto de la Paz Total le llevará a perder la necesaria y conveniente prudencia en el manejo de la política exterior; incluso, algunos temen que la obsesión de la negociación con el ELN lo convierta en un rehén del proceso bolivariano venezolano y de los grupos más radicales vinculados con ese movimiento guerrillero.

No olvidemos que al interior de la plataforma política del presidente Petro, el Pacto Histórico, se mantiene un grupo ideológicamente radical, que promueva posturas antisistema y rechaza sus posiciones prudentes; por ejemplo, la interesante relación que está desarrollando con el gobierno de los Estados Unidos y la distancia que ha mantenido con las posiciones radicales de gobiernos autoritarios en la región.

Podríamos considerar que, frente a las grandes expectativas que se han generado con el relanzamiento de las relaciones con Venezuela, el tema de la negociación con el ELN constituye la prioridad, lo demás, entre otros, las relaciones económicas y comerciales, cargadas de tantos obstáculos e intereses contradictorios, avanzarán con la lentitud que las circunstancias lo permitan y sin complicar los vínculos del poder con la telaraña de negocios oscuros que se ha creado en el marco de una frontera tan extensa y porosa.


Nota:

Este artículo ha sido publicado originalmente en TalCual Digital talcualdigital.com

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