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¿Efecto disruptivo y creativo?

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Por Félix Arellano

El malestar popular que se va extendiendo en varios países democráticos en nuestra región latinoamericana está propiciando fragmentación, polarización y salidas radicales. El descontento se expresa, entre otros, en el rechazo a la política y los políticos tradicionales.

En ese contexto, resultan ilustrativos los casos de Nayib Bukele en el Salvador, Javier Milei en Argentina o José Antonio Kast en Chile; proyectos que exigen de una reflexión, pues si bien se caracterizan por enfatizar una tendencia disruptiva, también pueden resultar creativos, al servir de estímulo para cambios necesarios en las erráticas y, en algunos casos, anacrónicas estrategias de los partidos políticos tradicionales que, en principio, apoyan la democracia; pero, paradójicamente, con sus conductas, están contribuyendo a erosionar la institucionalidad democrática y exacerbar del desasosiego popular.

El caso del llamado “efecto Bukele”, que está ganando amplio apoyo en varios sectores políticos en la región, ilustra sobre la urgencia de lograr soluciones concretas y efectivas para los graves problemas sociales, por ejemplo, la miseria y la inseguridad. El presidente Nayib Bukele ha concentrado la atención en el grave problema de inseguridad, que vive toda la población salvadoreña, con un marcado énfasis mediático; empero, no debemos menospreciar los altos costos sociales de sus políticas de seguridad. Al respecto, conviene resaltar que la eficiencia y la competitividad, no deberían estar reñidas con la sensibilidad social.

Ahora, nos encontramos con lo que podríamos definir como el “efecto Milei” en la Argentina, un candidato conservador que promueve una propuesta radical, que está impactando la política y los políticos tradicionales. Un proyecto con propuestas ambiciosas y complejas, que algunos definen como “un potencial tsunami social”, con graves efectos en la gobernabilidad y la estabilidad del país; empero, está logrando un amplio respaldo popular.

Es importante destacar que en las primarias abiertas, simultáneas y obligatorias (PASO), celebradas el pasado 13 de agosto, Javier Milei, el candidato del partido de la derecha radical la Libertad Avanza, logró el más alto respaldo popular con un 30 %; en segundo lugar, se ubicó Sergio Massa del oficialismo Unión por la Patria con un 21 % y, en tercer lugar, Patricia Bullrich del partido Juntos por el Cambio (del sector conservador de Mauricio Macri) con un 17 %.

Adicionalmente, las encuestas que circulan recientemente, con miras a la segunda vuelta para la elección presidencial que se efectuará el próximo 22 de octubre, siguen destacando el respaldo popular a Milei en la mayoría de las provincias de Argentina. No podemos garantizar que tal tendencia se confirme en las urnas, pues las encuestas en varios casos han fracasado y, por otra parte, el carácter disruptivo de las propuestas de Milei atrae, pero también espantan.

Es factible que en estos días de campaña electoral algunos argentinos deben estar reflexionando sobre los costos sociales y la crisis de gobernabilidad que puede generar el proyecto Milei. Ahora bien, el importante respaldo popular que está logrando, debería llamar a la reflexión a los políticos argentinos, sobre los cambios en la agenda y en las prácticas que se deberían adoptar para enfrentar la crisis económica y social que avanza en Argentina.

El país exige soluciones profundas y complejas, que seguramente conlleva costos sociales; pero, paralelamente se deben diseñar los mecanismos de equidad, que permitan hacer frente a la crisis social que se puede generar.

Las propuestas de Milei ponen la atención en temas fundamentales que exigen atención y reingeniería, como la excesiva burocracia clientelar e ineficiente o temas delicados como la dolarización del país.

La agenda que plantea Milei resulta un desafío para los políticos, aborda problemas fundamentales, pero sus soluciones generan serias dudas. Sería un error menospreciar la situación de los más vulnerables, dado que puede conllevar escenarios de inestabilidad social y deterioro en la gobernabilidad, un cuadro que puede espantar las inversiones, necesarias para la generación de empleos y bienestar social.

Los radicalismos apasionan al electorado, en particular a los más débiles, que necesitan soluciones urgentes, pero la efectividad y sustentabilidad del proyecto que presenta Milei genera una alta incertidumbre. En la práctica política reciente podemos apreciar cómo los discursos radicales en las campañas electorales de Gabriel Boric en Chile o Gustavo Petro en Colombia, están experimentando cambios al llegar al poder, progresivamente van comprendiendo la importancia de la gobernabilidad para poder avanzar en los cambios. Por el contrario, en el caso de Perú, el presidente Pedro Castillo, no logró superar los radicalismos y contradicciones de sus propuestas electorales y el fracaso resultó inexorable.

En Chile también estamos observando un efecto disruptivo y potencialmente creativo con el auge que ha logrado recientemente José Antonio Kast y su Partido Republicano del radicalismo conservador. Para los políticos tradicionales que han luchado por la defensa de la democracia desde los tiempos de la concertación, las propuestas del radicalismo conservador constituyen un desafío.

Los partidos tradicionales están perdiendo apoyo popular y deben reconstruir sus estrategias. Naturalmente los conservadores, también se enfrentan con otros desafíos, pues la radicalidad de sus propuestas conlleva el camino para la inestabilidad social y política.

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