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Edificio Centro Valores, local 2, Esquina de la Luneta, Caracas, Venezuela.

Educar para la paz en entornos violentos: “valen más las acciones que los discursos”

Fuente_ AFP

Por Luisa Pernalete (@luisaconpaz)*

Les confieso que tenía otro tema para esta semana: los aprendizajes de este año escolar, difícil, que se está cerrando, pero después de los sucesos del oeste y sur de Caracas, con los que uno no puede dejar de imaginar a niños y niñas creciendo entre balas y armas, y recordando que este domingo fue el Día del Niño –aunque no tengan mucho qué celebrar–, decidí dejar los aprendizajes para la próxima columna, y dedicar ésta a la necesidad, y posibilidad, de educar para la paz en contextos violentos. La paz que los niños y niñas necesitan para crecer y desarrollarse sanamente.

Un amigo, que vive cerca de El Paraíso, en Caracas, me comentaba que pasaron noches sin dormir. Tal era la cantidad de ruidos de balas que “me sentía en un país en guerra”, me dijo. Pensaba en el miedo de los niños y niñas.

Un obrero, de una escuela de Fe y Alegría, le comentaba a una maestra que daba dolor ver a jóvenes en esas bandas delictivas. Desde hace unos años se sabe que las bandas delictivas reclutan niños y adolescentes para diversos “trabajos”, desde servir de informantes hasta que entren en sus filas. Sí, da dolor.

Los niños y niñas tienen derecho al buen trato, dice la Ley Orgánica de Protección de Niños, Niñas y Adolescentes (LOPNNA) y, además, tienen derecho a crecer y vivir en paz, en sus hogares, en las escuelas, en las calles y lugares públicos para que puedan transitar, jugar, visitarse…

En este sentido, ¿es posible educar para la convivencia pacífica en entornos violentos? Doy algunos tips:

  • Debemos recordar que los niños de 0 a 7 años aprenden por imitación, así que lo primero es que, en sus hogares, en los primeros años de educación formal, deben verse rodeados de cariño, buen trato, nada de gritos y golpes, disciplina positiva, como esa que promueven los compañeros de los Centros Comunitarios de Aprendizajes (Cecodap). Se trata de corregirlos sin maltratarlos, escuchar los “buenos días” y las “buenas noches” de los adultos que les rodeen, llamarles por su nombre –nada de apodos ni bonitos y mucho menos feos–, sin gritos… Si no quieren niños gritones, no griten ustedes. Si quieren niños y niñas amables y que sonrían, sean ustedes amables y sonrían ustedes, recuerden que en el cerebro hay unas células como espejos. Haga usted la prueba: sonríale a un bebé y el terminará sonriendo también, porque está imitando lo que usted hace.

Ya en educación inicial, los maestros de ese nivel, que deben ser muy cariñosos, especialmente cariñosos, deben llamarles por su nombre, y deben felicitarles por las cosas buenas que hacen. Los psicólogos recomiendan utilizar más el estímulo positivo que el negativo –ello no significa que cuando hagan algo mal hecho se lo hagan ver y que sean orientados para hacer las cosas mejor–. Esta es una edad en la cual los niños aprenden muy rápido, pero además es una edad excelente para que descubran cosas de sí mismos. Las maestras tienen mucha importancia para ellos. Y por eso, aún en educación a distancia, hay que tejer lazos afectivos con ellos: preguntar por sus sentimientos, que dibujen cómo se sienten, que puedan expresar alegrías, tristezas, miedos, afectos… eso es educación emocional; importante para la formación de una persona, y eso debe comenzar en estos primeros años de la educación formal.

  • Tanto en la primaria, como en el bachillerato, es muy importante que se trabajen los temas de la violencia y la paz: ¿que entendemos por violencia? Ver que violencia no es sólo la física, está también la verbal que hace mucho daño y, como bien me dijo una vez un chico “huelepega”: a veces hace más daño que la física. “Si a usted le dan un golpe, queda el morado, pero eso se quita, pero si a usted le dicen ¡desgraciado!… eso se mete el corazón, y cuesta que se quite”. También está la violencia psicológica, como la amenaza. Pero también hay que trabajar qué les da paz. Una vez, un niño de primer grado me dijo que adornar su casa para la Navidad le daba paz. Es importante que puedan ver ambas caras de su vida. Igual que expresar los miedos, si son muy pequeños, que lo dibujen; si son más grandes e incluso adolescentes, que escriban sobre situaciones de miedo. Compartir los miedos, los suaviza, pero además les va enseñando que hay situaciones de las cuales ellos no se pueden hacer cómplices.
  • Educar para la paz supone también que los chicos aprendan a manejar sus rabias, que puedan resolver sus problemas con los demás por vías pacíficas, que sepan hacer reclamos sin insultar. No se trata de “aguantar”, se trata de resolver sin violencia. Y eso se enseña y se aprende. Resultan muy útiles estas estrategias: que recojan experiencias pasadas en las cuales hayan tenido éxito en resolver problemas con otros compañeros, sean de ellos o de gente que ellos conozcan, exponer problemas que tengan en estos momentos y preguntar a los demás qué se puede hacer. El docente también puede inventar casos hipotéticos de conflictos interpersonales y colocar varias opciones y discutir sobre ellas. En esta línea, aprender maneras para calmarse cuando se está muy “bravo”: respirar profundo, contar hasta veinte… Saber que la violencia trae siempre más violencia, pero eso más que decirlo, hay que compartir ejemplos.
  • Ayudar a descubrir las potencialidades de los alumnos, trabajar con las inteligencias múltiples también contribuye a educar para la paz y prevenir las conductas violentas. Les eleva la autoestima y facilita que orienten energías en cosas positivas. Escuela activa, escuela que tendrá menos problemas de violencia escolar.
  • No olvidemos que las madres y los padres también deben ser educados para la paz. Algo ya mencionamos, pero añado que los padres sepan administrar sus emociones, reducir su estrés y angustia, y serán menos violentos. Igualmente, deben rechazar explícitamente las conductas violentas del entorno. Y nada de promover el “ojo por ojo, si te dan, devuelve”.

No entra en una columna todo lo que se puede hacer para educar para la paz, pero no quiero finalizar sin apuntar que valen más las acciones que los discursos. Hay actividades muy formativas para educar para la paz. En Barquisimeto hay una experiencia muy interesante, en el barrio El Trompillo, barrio muy pobre y violento, en donde la Fundación “Esperanza Activa”, lleva el proyecto Madiba –por Mandela– con el que, a través del rugby, enseñan a los chicos de difícil conducta de la escuela de Fe y Alegría de la comunidad, a que sepan trabajar en equipo, sean solidarios, sean campeones en la cancha y en sus vidas. Los resultados han sido muy buenos, se vuelven líderes positivos después de ser los “mala conducta” del salón.

La educación –presencial o a distancia– tiene que servir para ampliar el horizonte de niños, niñas y adolescentes, deben tener otras referencias en sus vidas para que puedan optar y no terminar en las bandas delictivas.

Ojalá que el Día del Niño haya sido una oportunidad para pensar en la paz necesaria para ellos, y en lo que cada uno de nosotros puede hacer para que crezcan en paz.


*Educadora del Centro de Formación y Educación de Fe y Alegría. Defensora de Derechos Humanos. Miembro del Consejo de Redacción de la Revista SIC.

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