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Edificio Centro Valores, local 2, Esquina de la Luneta, Caracas, Venezuela.

Educar en paz no es imposible

Luisa Pernalete

Bandas que  ordenan  a directores  parar clases, niños de primer grado que juegan a ser “pranes”, maestros que renuncian por sentirse agobiados por la violencia en escuelas… ¡Sí, todo eso está pasando! Sin embargo, también es bueno saber que, a pesar de lo anterior, y muchas dificultades más, hay equipos de docentes, con terquedad evangélica, que se han empeñado en parar espirales de violencia.

vidrio roto

No es ingenuidad ni deseos de esconder la gravedad y complejidad de la situación,  pero anima recoger y compartir reseñas como las que escribimos a continuación porque son pruebas de que sí se puede. Son tres casos de escuelas con edades distintas, las tres en zonas populares, con entornos violentos de diferente grado, Ciudad Guayana, Valencia y el estado Nueva Esparta son los escenarios. Las tres de Fe y Alegría. 

Empecemos por la más antigua, la de Valencia, un colegio grande con más de mil alumnos, niños desde  educación inicial hasta media general completa, técnica, ubicada en un sector popular consolidado. Desde hace unos años  comenzaron un trabajo con los liceos públicos de la comunidad para ayudar a bajar el nivel de violencia inter–escolar, problema que obligó a suspender clases en más de una oportunidad. Trabajo hacia afuera y hacia dentro. Tienen un aula de convivencia para atender casos  de alumnos con problemas de conducta, se les ayuda a ellos y a sus padres  a  que pueden asumir la responsabilidad de sus vidas. Los resultados son buenos. Da gusto hablar con María Victoria, la directora. Dice que ha aprendido mucho, que sabe que escuchar es base para comprender  y tomar decisiones. Forman líderes positivos entre los alumnos. Buscan alianzas para emprender acciones conjuntas en la comunidad. Son coherentes con el discurso: los muchachos se sienten acogidos y bien tratados. Se combina la firmeza con el cariño.  Las estrategias pueden  variar, pero el horizonte está claro.

La segunda, una escuela de Ciudad Guayana, fundada hace 21 años en una comunidad llena de guyaneses pobres que venían buscando empleo.  Sus hijos no eran recibidos en las escuelas regulares porque no hablaban español ni tenían documentos. Fe y Alegría les abrió las puertas. Hoy todavía hay rostros cobrizos ente sus alumnos,  ya no se irán a pesar de seguir siendo pobres. La comunidad es de las consideradas como peligrosas en la ciudad. Bandas y narcomenudeo son parte de la cotidianidad. La escuela llega hasta el tercero de bachillerato. Yanitzia, su directora y todo su equipo, pusieron hace unos años la paz como objetivo central de su proyecto educativo. Conocer y comprender a los alumnos es la base. Es sorprendente cómo saben la historia de cada familia. Visitan los hogares aún  con lo peligroso  que se ha vuelto esa actividad pedagógica. Todo el personal participa en los planes de formación, desde el portero hasta la directora. También las madres, la cuales cooperan hasta con el grupo de parranda en navidad. El año pasado el grupo de tercer año se graduó si haber tenido una sola pelea.  No evaden problemas. Los enfrentan. ”No siempre podemos ayudar a todos salvarse”, dice Yanitzia,  pero se levantan y siguen.

La tercera, más pequeña y más joven, Municipio Marcano – Nueva Esparta-. Se fundó en el 2006, en un barrio muy pobre, “donde no llega el asfalto”.  El local, lindo, hecho por la Gobernación de entonces, pero los niños que llegaban, llenos de violencia y sin normas. Belkys, su directora se empeñó en dar formación a las maestras, de buena voluntad pero sin  herramientas. Con los niños difíciles fue negociando en los recreos para que cambiaran piedras y puños por trompos y perinolas. También entró en diálogo con los adolescentes de mala conducta del barrio. Ahora son sus  aliados  y  ellos también cuidan de los niños.  “Aquí le traigo a éste, maestra, andaba por ahí, en lugares  peligrosos”, comenta Belkys que le dijo uno el otro día.

Elementos comunes: directoras extraordinarias –siempre son importantes los directores– con metas claras, formación de todo el personal, el cual entra por concurso, pedagogía de mano extendida para alumnos y familias,  no  se evaden los problemas, relación estrecha con la comunidad, alianzas, terquedad evangélica… ¡Sí, claro que anima saber que existen María Victoria, Yanitzia y Belkys y todo su personal! La esperanza existe porque hay anticipos.

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