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Editorial de SIC 745: La ciudadanía responsable

Editorial  de la revista Sic 745. Junio, 2012

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De todos es conocido que quien decide en este Gobierno es el presidente Chávez. Al faltar la deliberación a todos los niveles −pues el modo como entiende la participación es meramente colaborar con lo que él decide, y la manera como responde a la crítica es descalificando al que la hace−, aparecen dos opciones: la reducción al entorno de un coro que aplaude y colabora o la militancia en la sombra que denigra de todo lo que hace ―pero de todos modos es un reflejo de su mandato.

Como a través de estos trece años ha calado hondamente la matriz populista de recibir por gracia a cambio de lealtad lo que es derecho de ciudadano; como ha adquirido carta de naturaleza para un número creciente de ciudadanos la costumbre de recibir del Gobierno, existe la gravísima tentación para el abanderado de la oposición de seguir esa matriz política y seguir prometiendo dar y dar, y seguir manteniendo a los ciudadanos en esa condición estéril de clientes.

Como además este tiempo electoral es proclive a exacerbar esa matriz viciosa de prometerlo todo y llevar a la ciudadanía al papel infecundo de ver qué oferta es más ventajosa, en el sentido de quién me da más, y apuntarse a caballo ganador, por eso nada es más importante en este tiempo que estimular nuestra condición de sujetos.

El caso de la gasolina

Todos estamos de acuerdo en que, puesto que la producimos y el petróleo es de todos, no debería costarnos más que los costos de producción y distribución. Pero, a poco que pensemos, todos tendríamos que convenir en que no tiene sentido que el Estado la subsidie y a unos costos tan elevadísimos. Si el Presidente, con toda su popularidad, no se ha atrevido a subirla progresivamente hasta llegar a no tener que subsidiarla, es porque no quiere correr con ningún costo. Prefiere mantener su popularidad pagando el precio que sea, aunque eso entrañe mantener a la ciudadanía como rentistas despilfarradores e irresponsables. Si el Presidente hubiera querido estimular la condición de sujeto de los ciudadanos, habría emprendido una campaña de concientización y educación sobre el sinsentido de los precios actuales y la necesidad de subirlos drásticamente y de asumir cada uno los costos del producto.

Así se hizo en Irán, que era el único país que podía compararse con el nuestro, aunque nuestra gasolina era (es) incomparablemente más barata. Con una campaña larga y muy pedagógica la subieron a nivel de los costos. El Gobierno venezolano no se ha atrevido porque prefiere su popularidad, al bien del país, a la adultez y responsabilidad de los ciudadanos.

Pues bien, se queda uno abrumado al leer que el candidato de la oposición dijo que no va a tocar el precio de la gasolina. Si era impolítico decir que lo iba a tocar, ¿por qué no se calló? ¿O es verdad que no lo va a tocar? Porque entonces ¿dónde está la alternativa? ¿Tan hondo caló el populismo? ¿Se sigue prefiriendo clientes a ciudadanos adultos y responsables?

Frente a la incertidumbre

La decisión de ser sujeto se vuelve más perentoria ante el misterio de la salud del Presidente y los rumores sobre los posibles desenlaces y escenarios. Es el caso más paradigmático de la falta de trasparencia que rodea al Gobierno. Como todo se mueve entre los círculos más cercanos al poder, impenetrables, los venezolanos de a pie estamos condenados a recomernos en nuestra incertidumbre sin saber qué pensar ni qué hacer.

Se tiene la impresión de que nos van a arrastrar adonde ellos quieran llevarnos. La tensión puede llevar a aceptar que se salga de esto a cualquier precio y de cualquier modo, con elecciones o sin elecciones, con democracia o sin ella. Eso no lo podemos admitir. Tenemos que hacer saber, a los que mandan y a los que buscan mandar, que no aceptamos ninguna salida que no sea la pautada por la Constitución.

También tenemos que hacer saber a ambos contendientes que el país no puede paralizarse por las elecciones. Que los funcionarios de los distintos ministerios y los gobernadores y alcaldes tienen que seguir ejerciendo sus funciones. Que, por ejemplo, a un funcionario de Pdvsa no lo pagamos los ciudadanos para que haga propaganda del Gobierno, sino para que trabaje.

Responsabilidad personal

Ésta es una oportunidad de oro para asumir nuestra responsabilidad personal. Para poder asumirla responsablemente tenemos que desprendernos de las consignas, de los estereotipos y de los prejuicios, y acostumbrarnos a pensar analíticamente: informándonos a conciencia y razonando sobre los datos y discutiendo con otros, porque cuatro ojos ven más que dos. Si las clases medias siguen con sus prejuicios sobre las clases populares y un número creciente de gente popular no hace sino repetir frases hechas diseminadas por los medios oficiales, no hay nada que hacer: hemos renunciado a ser personas y nos hemos reducido a caja de resonancia.

Limitarse a decir que nosotros somos las clases productivas, por un lado, o a tildarles de opresores, por otro, no son juicios de realidad de los que puedan extraerse conclusiones prácticas. Tenemos que acostumbrarnos a analizar situaciones concretas con descriptores precisos, no a enjuiciarlas en base a puros calificativos. Tenemos que manejar datos y conceptos teóricos, no frases hechas que no explican la realidad, sino que la recubren. Y eso exige una disciplina. Para lo otro, en cambio, basta con oír al líder o al funcionario o al compañero y memorizar. Cuando uno ve que muchos repiten lo mismo y hasta con el mismo tono, palpa entristecido la renuncia inconsciente a pensar por cuenta propia. Es, a nivel político, el mismo fenómeno que el dejarse llevar por la publicidad y vestir o calzar lo que está en la onda.

Es explicable que en un cuartel se diga ordene, mi comandante; pero no es aceptable que se le diga al presidente de la República. Él, aunque se nos haya olvidado, es un mandatario nuestro, de todos los venezolanos, y está a nuestro servicio para que cumpla la Constitución y las leyes. Él no está por encima de ellas ni de los ciudadanos. Los ciudadanos no son súbditos suyos. Por el contrario, él está para servirlos. Como tampoco el candidato de la Mesa de la Unidad Democrática puede estar al servicio del capital o del imperio, para usar la jerga del Gobierno.

En Venezuela hoy, solo los ciudadanos podremos lograr que los gobernantes se acepten como mandatarios nuestros. La mayor dificultad para lograrlo es la posesión del petróleo por parte del Estado y la usurpación del Estado por parte del Ejecutivo. El Presidente tiende a olvidar que el poder que se arroga disponiendo de un modo discrecional de la renta petrolera proviene del subsuelo, no de su propia persona. Pero para lograr que los gobernantes y los funcionarios se acepten como mandatarios nuestros, tenemos que adensarnos, ganar en peso específico, exigiéndonos a nosotros mismos para llegar a ser los dueños de nuestra vida. Solo desde esa densidad personal podremos salir a ejercer una ciudadanía responsable.

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