Editorial de la Revista SIC 751. Enero-Febrero 2013
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Desde hace más de un mes nuestro Presidente está en estado estacionario. Las noticias concretas sobre su salud se nos dan cuando la perspectiva mejora. Si el presidente reconoce o cuándo podrá respirar sin asistencia o si le está empezando a remitir la infección. Como al cabo de un tiempo vuelven a decir cosas parecidas, se infiere que ha empeorado y luego ha vuelto a mejorar. Quiere decir que no acaba de salir y que tampoco empeora de tal manera que su estado sea irreversible. El resumen de la información es, pues, que su estado es estacionario.
Unos más sinceramente que otros, pero todos queremos, en una medida mayor o menor, lo mejor para el Presidente. Nosotros concretamente desde hace años pedimos todos los días a Dios que el Presidente acierte, por supuesto que desde el punto de vista de Dios, que no necesariamente coincide con el de él o el de la oposición. Ahora también pedimos que acierten con él. Así pues, en lo que diremos a continuación no está en juego su persona sino el país.
Lo que afirmamos es que el país no puede mantenerse estacionario. Que no puede ser que tengan razón los eslogans y resulte que como Chávez es el corazón de la patria, la patria esté en cuidados intensivos. Cuando se abusa de los símbolos, los resultados pueden ser muy contraproducentes. El personalismo llevado hasta el extremo se está mordiendo la cola. La ausencia de Chávez está produciendo un megahueco. Pareciera que el país está descorazonado.
Los dolientes
Es cierto que tal vez una cuarta parte del país, sobre todo perteneciente a los pobres y más aún a los más pobres, está realmente con la misma sensación que cuando está muy grave el pariente más querido. Le cuesta vivir la cotidianidad porque teme quedarse sin un ser a quien le debe mucho, en primer lugar la posibilidad de vivir mejor, de vivir con una cierta estabilidad económica y, sobre todo, con visibilidad social. A él le debe ir con la cabeza alta, no sentir vergüenza sino orgullo, saberse con una palabra sobre la vida nacional y con un peso en las decisiones. Sienten que Chávez se ha ocupado de ellos y los ha hecho sus compañeros de camino: los ha atendido personalmente y les ha ilustrado constantemente sobre la situación y las decisiones que toma. Sienten, en verdad, que Chávez forma parte de su vida y que los ha dignificado. Y, por eso, sienten dolor por la posibilidad de perderlo y una gran aprehensión sobre lo que puede pasar sin él. Porque, a pesar de que el aparato es sólido para los operativos, ellos sienten que Chávez es solo Chávez y por eso, porque la administración no funciona, dicen muchas veces, demasiadas, que si Chávez lo supiera, las cosas andarían mejor.
Hay que comprender a estas personas. Y, sobre todo, hay que hacerse cargo de su situación y encargarse de ellas, no ciertamente como lo hizo Chávez, pero sí de manera que se sientan igualmente atendidos, respetados y queridos; y que se les proporcionen elementos para que no sigan dependiendo sino que puedan llegar a vivir desde sus propias capacidades y, desde ellas, de sus propios recursos. Esto es muy exigente y debe ser comprendido y aceptado, tanto por la gente del Gobierno como por la de la oposición y, no menos, por la ciudadanía organizada y, particularmente, por los empresarios. Éste tiene que convertirse en un punto de honor de todos los venezolanos.
Elementos que revelan un país estacionario
Pero, dicho esto, hay que insistir en que el país no puede vivir o, mejor, vegetar, en estado estacionario. Al posponer los problemas y la discusión sobre ellos y los acuerdos y las decisiones y la ejecución de políticas responsables, el país se cae a pedazos. Ninguna razón es válida para que persista esta parálisis.
Que el país se paralice por su ausencia es el peor homenaje que le pueden hacer sus adeptos, porque es dar la razón a los que decían que no vivimos en una democracia sino en una autocracia. En una democracia con división de poderes y relativa independencia del Estado respecto del Gobierno, no tiene por qué suceder nada de esto. Más bien, todos tratan de dar lo mejor de sí como un homenaje al que en esa coyuntura no puede comandar la nave. Es decirle: lo hizo usted tan bien, dejó tan atados los cabos, fue tan eficiente en sus nombramientos y en el aceitamiento de la institucionalidad que parece que todo marcha solo. En esa marcha expedita está presente su perspicacia y su impulso. Pero, si al ausentarse, todo se paraliza es que no estamos en una democracia sino en un ejército, que paraliza todas sus operaciones porque espera órdenes. El ordene mi comandante se muerde la cola.
Al ser un país petrolero en el que los recursos energéticos están en manos del Estado, en cualquier hipótesis, la salud del Estado es un asunto prioritario. Si el Estado está lo más desligado posible del Gobierno, que detenta la dirección general y los controles de eficiencia, la estabilidad es mucho mayor; pero como este Gobierno se ha empeñado en intervenir al Estado de manera que todo el aparato se ha partidizado y, como en el Gobierno nada se mueve sin Chávez, sin Chávez se paraliza el país. Ésa es la grave anomalía que padecemos.
La prioridad la tiene el país, no la nación ni la patria
Por eso, hay que volver a poner en marcha todo, el Gobierno deber hacerlo como un homenaje al Presidente; pero el Gobierno y los demás lo tenemos que hacer, sobre todo, porque el país, la gente, las instituciones, la economía, la infraestructura, la seguridad, la productividad… no aguantan más. Todo se paraliza, estamos en estado estacionario. Y eso lleva a la descomposición del cuerpo social. Eso no puede ser. No hay ninguna razón que justifique que el país se haya vuelto estacionario.
Todas las demás discusiones vienen después. La prioridad la tiene el país, no la patria ni la nación. La prioridad la tienen las cuestiones concretas de las que depende la vida cotidiana de la gente, de toda la gente que hacemos vida en Venezuela, porque todos formamos parte del país.
La patria, o sea, definiciones de nuestra identidad y de nuestro destino por parte de un sector que se arroga la representación del conjunto y excluye a los demás, eso puede y debe aplazarse.
Incluso la nación, el diseño del perfil de la institucionalidad más deseable para lograr que se optimice el bien común, viene para cuando el país se haya normalizado mínimamente.
El bien concreto del país debe ser la medida de la pertinencia de cualquier discurso sobre la nación y sobre la patria. Lo contrario es extravío.
Que los médicos acierten con Chávez. Pero que en cualquier hipótesis el país salga de su estado estacionario y se aboque a resolver problemas inaplazables. No es la hora de quimeras.