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Editorial de SIC 746: ¿Resignación compartida en la ruina de las instituciones?

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Editorial de la revista SIC 746. Julio, 2012

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Cuando comenzaron las misiones, el pueblo se sentía completamente desasistido. Tanto, al menos, como en el Chile de Pinochet o en la Argentina de los militares. Ellas despertaron una gran esperanza: las masas populares comprendieron intuitivamente que existían, por fin, para el Estado y que se revertía,  por tanto, el abandono sentido de dos décadas ominosas. Por eso, ellas constituyen la base más firme del apoyo del pueblo a Chávez. Como tienen objetivos muy específicos, muy fácilmente visualizables, ellas expresan para gran parte de nuestro pueblo el índice de lo que les va dando Chávez. Por eso periódicamente van saliendo nuevas misiones para que les quede patente que esa relación no solo no está agotada, sino que pica y se extiende porque es un mar sin fondo, como, según sus reiteradísimas palabras, lo es el amor de Chávez para cada uno de los que componen el pueblo.

Sin embargo, ellas expresan también los límites de su propuesta. Como están concebidas al modo de los operativos, se da en ellas un proceso de lanzamiento muy efectista, que culmina en su implantación. Pero luego, no resulta nada fácil su estabilización. Lo normal es que se desgasten y no lleguen a cumplir sus objetivos. Pero esta deficiencia se recubre, en parte, por la propuesta de otra nueva misión que copa toda la eficacísima red propagandística del Gobierno. En esa primera fase de lanzamiento todo lo demás pasa a un segundo plano. Y, aunque las deficiencias de las misiones envejecidas las sufren los usuarios, lo que no alcanzan de un modo lo logran por otro y, de todos modos, “la culpa no es de él sino de los que lo rodean” y además, “agarrando aunque sea fallo”, porque su voluntad se ve en que siempre tiene algo para darnos.

El objetivo de fondo

Esto último es la verdad de fondo: mucha gente popular, sobre todo del sector E (que vive en torno a las necesidades mínimas) y no pocos del sector D (que ronda las necesidades básicas) afectos al Gobierno y muchos de ellos en aparatos del Gobierno, desde hace no pocos años, por un capítulo u otro, siempre reciben algo del Gobierno, incluso la mayor parte de sus ingresos y hasta su totalidad. A cambio, porque amor con amor se paga, repiten sistemáticamente las consignas del mandatario y lo apoyan incondicionalmente porque evidentemente están convencidos de que nadie ha hecho más por ellos, por el pueblo pobre.

Por eso, a pesar de lo que él sabe sobre el funcionamiento concreto de las misiones y, sobre todo, de lo estrecho de su concepción, el candidato opositor no se cansa de proclamar que con él van a seguir las misiones, solo que con eficiencia y sin discriminaciones sectarias, sin pedir el peaje de la adhesión clientelar.

¿Una versión mejorada de Chávez?

Si el candidato de la Mesa de la Unidad no se ha pasado al populismo de su contendor y no habla solo como candidato, entendiendo que de lo único que se trata ahora es de ganar las elecciones, y que luego se verá qué hace de verdad verdad, si en verdad expresa que coincide con Chávez en la estructura de las misiones como el modo de solucionar las carencias populares, eso significa que en este punto clave no se propone como alternativa a Chávez sino como una segunda versión, mejorada, de él. Porque las misiones aceptadas pacíficamente proclaman la resignación al no funcionamiento de las instituciones.

La debilidad congénita de las misiones

Tratar cada problema aparte implica que para el que hace esta propuesta la realidad es un agregado de cosas, no una estructura de estructuras abierta y dinámica; es una sumatoria de elementos porque no existen conexiones orgánicas entre las partes que componen el todo y no existen independientemente de él. Pero cualquiera ve que la realidad no es un montón de problemas y emprendimientos, porque todo está conectado, y pretender resolver un aspecto prescindiendo del resto, probablemente no hace más que correr la arruga, resolver un problema creando otros muchos.

Por ejemplo, se hacen mil cuatrocientas viviendas en Macarao; si ahora para salir a Las Adjuntas hay una tranca perenne ¿qué va a pasar cuando salgan seis mil personas más? Desalojan negocios en Catia para construir viviendas ¿y de qué van a vivir los que vivían de su negocio? ¿Y a dónde van a acudir quienes acudían a esos negocios? Desalojan solares utilizados para estacionamientos y garajes en el centro ¿y dónde van a estacionar los carros y de qué van a vivir los de los negocios?

Mucho más podemos decir de las diversas misiones relacionadas con la salud o la educación. Es cierto que a fin de siglo estos ministerios no funcionaban bien, casi podemos decir que no funcionaban. ¿Pero por qué arbitrar soluciones puntuales, en vez de emprender el camino de sanear las instituciones? Éste es un camino más complejo y por eso más real, aunque ciertamente más costoso, pero más estable y autosustentado. Porque el florecimiento de las misiones es el paliativo al desmantelamiento de las instituciones.

Es clarísimo el caso de las policías y la Guardia Nacional y la justicia. Ya se pueden proclamar todas las misiones y todas las comisiones presidenciales del mundo. Mientras no se saneen las policías y los jueces, la impunidad, tan desastrosa, tan lamentable, tan inhumana, tan destructora de toda convivencia, va a seguir en aumento. Se puede volver a intervenir la policía nacional, como se hizo con la metropolitana. Se la puede volver a cambiar de nombre cien veces. Pero no se cambia la realidad. Y no hay visos de que se quiera poner remedio. Peor todavía, no hay ningún indicio de que haya capacidad de llevarlo a cabo.

Lo de la misión vivienda es muchísimo peor porque el Gobierno, en su primer año, comenzó un ambiciosísimo y muy bien pensado plan de rehabilitación de los barrios. En ese primer año se crearon nada menos que ciento ochenta consorcios para llevarlo a cabo. Si se hubiera seguido implementando, se habría disminuido drásticamente no solo el problema de la vivienda popular sino el de la inseguridad, el de la capacitación y el del empleo y, sobre todo, sus habitantes habrían dado un paso gigante en su condición de sujetos personales y sociales capacitados y solventes. Pero lo más triste es que se desechó por el éxito que tuvo: por la densificación de los sujetos populares y las organizaciones de base que se iba operando.

Si persistimos en acometer los problemas, uno a uno, como van viniendo, acabaremos por desmantelar todas las instituciones y el resultado será un Estado omnipresente y absolutamente ineficaz para todo lo que no sea control de los ciudadanos, frente a una ciudadanía desarticulada, a la que el único camino que se le ofrece es colaborar con el Gobierno, al precio de abandonar su condición de sujetos, en definitiva de persona. ¿Es eso lo que deseamos?

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