Editorial Revista Sic 722. Marzo 2010
Al rendir su memoria y cuenta ante la Asamblea Nacional, el Presidente confesó que era marxista, aunque reconoció que no había leído El Capital. Fue una confesión, es decir el acto trascendente de sacar fuera de sí lo que se lleva dentro como su verdad más íntima. Lo hizo ante sus seguidores y ante la historia, pero sobre todo ante su padre ideológico Fidel Castro.
Este desnudarse así ante la nación, sobre todo ante el pueblo que lo sigue y ante la oposición y la opinión pública mundial no puede ser interpretado como una manifestación política calculada. Fue, por el contrario, una efusión de su corazón, la de alguien que se sabe ya formando parte de la Historia Universal y que desde esa altura se permite dar la clave de su actuar.
Si quien hace esta confesión no es un intelectual sino un político, para conocer su sentido hay que leerla a la luz de su actuación como Presidente. ¿Qué lectura arroja su presidencia? Para nosotros no hay duda de que para Chávez marxista significa, no marxista sino leninista castrista, con la diferencia de las elecciones libres, aunque sean con toda clase de ventajismo.
Por qué no es marxista
Quien no valora el desarrollo de los medios de producción y la productividad de los trabajadores, no es marxista. Para Marx, el socialismo es una etapa superior del capitalismo, su negación dialéctica, que implica la conservación y potenciación de sus logros y la superación de sus estrecheces y su explotación. Ante todo Marx reconoce que la burguesía ha sido la clase más revolucionaria de la historia. Es, sin duda, explotadora como las clases dominantes anteriores, pero tiene sobre ellas su carácter dinámico.
Permítasenos una cita de El Capital que condensa esta apreciación: “Uno de los aspectos civilizadores del capital consiste precisamente en que arranca este trabajo sobrante de un modo y bajo unas condiciones más favorables al desarrollo de las fuerzas productivas, de la relaciones sociales y de la creación de los elementos para un nueva y más alta formación que las formas anteriores de la esclavitud, la servidumbre, etc. De este modo instaura de una parte una fase en que desaparece la coacción y la monopolización del desarrollo social (incluyendo sus ventajas materiales e intelectuales) por una parte de la sociedad a costa de la otra, y de otra parte crea los medios materiales y el germen para relaciones que en una forma superior permitirán a la sociedad vincular este trabajo sobrante con una mayor limitación del tiempo consagrado al trabajo material en general”.
De este texto se desprende que sólo puede arribarse a un modo de producción superior cuando las fuerzas productivas, y sobre todo el mundo de los trabajadores, haya asimilado de tal manera el secreto de la máquina y la organización de la producción, que los capitalistas sobren y por eso degeneren en una clase meramente rentista.
Dejando de lado esta última apreciación que ha sido desmentida por la historia, ya que los capitalistas han demostrado una iniciativa creciente y no menguante, quisiéramos insistir en que en los once años del gobierno de Chávez la productividad de los trabajadores, lejos de aumentar, ha declinado alarmantemente de tal modo que todo lo que han tomado directamente o, más exactamente, que el Gobierno les ha entregado, desplazando a los dueños de esas empresas, ha dejado de dar ganancias y tiene que ser subsidiado.
Para Marx (y también para nosotros) los capitalistas siguen explotando a los trabajadores, pero sin la coacción y la monopolización del desarrollo social que hubo en las fases anteriores al capitalismo y por eso dentro de él los trabajadores se desarrollan en los aspectos económicos, culturales y políticos.
El ejemplo más claro fue nuestro país en las dos primeras décadas de la democracia, en las que el Estado, dando educación de calidad y propiciando el aumento incesante de trabajos productivos, puso las condiciones para que el pueblo venezolano, en su mayoría rural e iletrado, se pusiera a la altura del tiempo. La tripartita, más como esquema que como realidad, fue el índice más elocuente de hasta dónde se había llegado en esta democracia social de mercado.
Nosotros durante todo ese tiempo, conociendo todos esos logros, combatimos para que esta dinámica no se estancara sino que se profundizara. Lamentablemente la mayoría de la burguesía no estuvo dispuesta a hacer ningún sacrificio, y mediatizaron a los políticos e incluso a los líderes sindicales, más políticos que representantes de los trabajadores, y por eso los últimos veinte años antes de llegar Chávez al poder fueron de declive vertiginoso en la productividad.
Chávez sólo fue sensible a la explotación de los trabajadores por parte de la burguesía, pero no comprendió nada del aporte específico de Marx, que consiste en asentar que el “socialismo científico” sólo puede construirse como una etapa superior sobre las realizaciones del capitalismo, sobre su productividad y sobre su no monopolización del desarrollo social.
Lamentablemente el Presidente no ha demostrado ninguna capacidad para plantear una política económica basada en una economía política que aumente la productividad y la capacitación de los trabajadores, disminuyendo progresivamente la expropiación del fruto de su trabajo. Porque nosotros, como cristianos, aunque no estamos de acuerdo en que el trabajo y menos aún las horas de trabajo sean la única fuente de valorización, sí convenimos con Marx en que el trabajo a la altura del tiempo es la fuente principal tanto de la valorización de la mercancía como de la valorización del propio trabajador.
En este sentido diríamos que ojalá fuera Chávez algo marxista. Claro está que, si no ha entendido esto, que es decimonónico, mucho menos ha entendido la última revolución del trabajo que se basa en el trabajo de producir conocimiento aplicado. Por eso su desprecio por la universidad y el fomento de universitarios con título y sin ningún saber.
Lo que sí es Chávez
Si, como hemos visto, no es marxista, ¿qué es? Estatista. Lo cual quiere decir que tampoco ha comprendido que, según Marx, el capitalismo coaccionó mucho menos que los anteriores modos de producción y diseminó el desarrollo social de la población, que los anteriores habían monopolizado. El capitalismo se desarrolla en la democracia, que aunque tiene mucho de democracia meramente formal por la mediatización de los massmedia, en manos del capital, sin embargo ha permitido que surgieran gobiernos de izquierda. También permite la sindicalización de los trabajadores, aunque luche por coaptar a sus líderes. Es claro que para Chávez las elecciones son un mal necesario y que es lo único que retiene de la democracia, junto con la libertad de expresión, mediatizando ambas al máximo, porque para él son un mal que hay que tolerar, no algo que debe ser respetado e incluso fomentado.
No es leninista en cuanto que no se apoya en los comités de trabajadores altamente productivos y organizados (soviets) ni en el partido como conciencia de las masas.
Es estatista, en el entendido de que el Estado es él mismo. ¿En que se diferencia de Luis XIV? Difiere por el toque populista y doctrinario. Él se siente la encarnación del pueblo y, como Castro, pero mucho más que él, dialoga (mejor dicho, monologa) constantemente con el pueblo fiel. Además cada vez se parece más a él en que la utilización de la cultura popular va siendo más secundaria como vínculo con el pueblo y cada día cobra más fuerza, como en Fidel, el cariz doctrinario.
¿Qué le queda de Marx? El andar insultando a todo el mundo y el deseo, creemos que sincero, pero en su caso ciego y por eso extraviado, de redención popular.