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Ecuador: ¿esperanza efímera?

Fernando Sandoval

Por Félix Arellano

El triunfo de Daniel Noboa Azin como presidente de Ecuador para completar el periodo de Guillermo Lasso por un lapso de 18 meses, representa un cambio esperanzador para un país, que ha dejado de ser la llamada “isla de paz” y está azotado por una creciente violencia y múltiples problemas, varios de ellos estructurales. Enormes desafíos para un corto tiempo; ahora bien, si logra sentar las bases para enfrentar la magnitud de la crisis, y construir gobernabilidad, podría tener garantizada su reelección en el 2025.

Los medios resaltan que es el presidente más joven en la democracia ecuatoriana y su juventud se tiende a vincular con creatividad, fortaleza, apertura; pero, no siempre ocurre. Para el pueblo ecuatoriano, como para la mayoría de las democracias latinoamericanas, Noboa representa el rechazo a la política y a los políticos tradicionales, recordemos la lapidaria expresión “que se vayan todos”. Noboa, si bien es hijo de un político de la vieja guardia, con cinco procesos electorales perdidos, es una cara nueva en la política ecuatoriana.

Entre los aspectos relevantes de su elección podríamos destacar su estilo y orientación política. Acertadamente ha proyectado la imagen de un nuevo político prudente, respetuoso; que además resalta su posición política de centro; tendencia que pareciera en extinción en nuestra región, donde el radicalismo político se está imponiendo, generando polarización y destrucción.

Los extremos en el fondo coinciden y tienden a utilizar las mismas prácticas de manipulación; estimulan pasiones, sin generar soluciones efectivas, sostenibles y sustentables.

Que el presidente Noboa insista en resaltar el carácter centrista de su orientación política, constituye una señal positiva, tiene consciencia del fracaso de los extremos; sin embargo, tanto algunos de los miembros de su entorno, en particular Verónica Abad su vicepresidenta, como varios de los nombres que circulan para la conformación de su gabinete, transmiten señales de un desequilibrio marcadamente conservador.

De la composición del gabinete integrado por 20 ministerios, han circulado cuatro potenciales nominados y se estima confirmada la Sra. Gabriela Sommerfeld empresaria quiteña como Canciller. Cabe destacar que los señalados pertenecen al mundo empresarial y varios a la costa, en particular a Guayaquil. Seguramente el presidente Noboa está consciente, tanto de las tradicionales diferencias entre la serranía y la costa, como del marcado déficit de sensibilidad social en la política ecuatoriana.

La toma de posesión está prevista para el 20 de noviembre, queda un margen para consultas y negociaciones, pero resultaría lamentable que el presidente Noboa repita la experiencia del expresidente Lasso, de concentrarse en los temas de competitividad, que son importantes, pero menospreciando los temas que están afectando a los más débiles y vulnerables.

El presidente Noboa debería tener presente la equivocada experiencia de su antecesor y, en particular, las declaraciones del ex canciller Juan Carlos Holguín, quien en una entrevista con la BBC (22/06/2022), destacó: “Ganamos una elección escuchando a la sociedad civil, pero al llegar al poder abandonamos esa prioridad”.

Los desafíos para el nuevo Gobierno son inmensos, la violencia ha crecido de forma impresionante en gran parte del país. La inserción del Ecuador en la geopolítica del narcotráfico, con la activa participación de mafias transnacionales, ha incrementado diversas formas de enfrentamientos para el control del millonario negocio de las drogas.

Al respecto, cabe destacar que:

En la primera mitad del año, la Policía registró 3.500 asesinatos. Casi la mitad de estos, 1.390, se registraron en la ciudad costera de Guayaquil, anteriormente apodada como la ‘perla del Pacífico’ y ahora es considerada como la ‘capital del crimen’ en el país. Las autoridades explican la violencia por el gran crecimiento del crimen organizado vinculado con el narcotráfico. Los tipos de delitos se han diversificado. Aparte de muertes violentas, la población se enfrenta a extorsiones, secuestros, y atentados con explosivos como los carros bomba (france24.com 11/08/2023).

Para la mayoría de la población la inseguridad asociada a la violencia representa el problema fundamental; empero, viejos problemas, definidos como estructurales se mantienen y agudizan, entre otros, desempleo, pobreza, marginalidad y exclusión; que se incrementaron producto de la pandemia del covid 19, afectando significativamente los sectores más vulnerables, como la serranía y la población indígena.

Para poder construir soluciones efectivas ante la complejidad de problemas que vive el país, resulta urgente que el presidente electo establezca el diálogo que le permita conformar una base de apoyo en la Asamblea Nacional que, como en el caso del expresidente Lasso, le resulta adversa. La Revolución Ciudadana de Rafael Correa cuenta con 52 escaños de los 137 que conforman la Asamblea y, Acción Democrática Nacional (ADN) el partido del presidente apenas ha logrado 14.

Es muy probable que el correismo juegue a obstruir la gestión, para eliminar la alternativa Noboa, experiencia que ya conocemos; en consecuencia, en el horizonte resalta el potencial papel del llamado Movimiento Construye, políticamente de centro, que inicialmente tenía como candidato presidencial a Fernando Villavicencio, asesinado en plena campaña. Movimiento que surge como la segunda fuerza política en la Asamblea con 33 escaños.

Para la estabilidad política del país, también resulta prioritario para el presidente Noboa el diálogo y la concertación con el poderoso sector indígena, en particular con la Confederación de Nacionalidades Indígenas del Ecuador (Conaie) que incluye 53 organizaciones, 18 pueblos y 15 nacionalidades indígenas.

El movimiento indígena tiende a controlar la calle y puede desestabilizar el país. El diálogo resulta fundamental; incluso, su potencial participación en el equipo de gobierno, podría confirmar el carácter de centro y equilibrio de la nueva administración.

Un corto periodo que puede abrir el camino para la construcción del estadista que se merece el pueblo ecuatoriano, retomando la paz, convivencia y prosperidad que le caracterizó por varios años o, por el contrario, engrosar la lista de las esperanzas fallidas.

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