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Economía social de mercado

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La economía social de mercado, así se denominó la política económica implementada por los gobiernos que sucedieron al nacional socialismo de Adolfo Hitler, después de la catástrofe de la Segunda Guerra Mundial. Alemania quedó destruida después de la guerra. Dos grandes estadistas, Konrad Adenauer y su ministro de Economía, Ludwig Erhard, quien más tarde accedería a la jefatura del gobierno alemán, pusieron en práctica el programa de economía social de mercado que provocó lo que los comentaristas de todo el mundo llamarían después el Milagro Alemán. Es decir, la recuperación de Alemania en poco tiempo y con un progreso impresionante.

Adenauer era más político que economista. Erhard era más economista que político. Juntos hicieron una llave formidable que logró la recuperación económica, política y moral de la gran nación alemana. Al cabo de algún tiempo, el nombre de la política económica fue cambiado al de Economía Social y Ecológica de Mercado (ESEM diremos en adelante). Eso con el propósito de subrayar la importancia que los gobiernos alemanes le atribuían a los valores ecológicos y a la defensa de la naturaleza, porque hay algunos –y van en aumento– que, por afán de lucro, en los pocos años que les toca caminar por el planeta Tierra, les importa muy poco el daño que le ocasionan a la tierra que los recibe y les permite vivir y, particularmente, el daño que causan a las generaciones venideras.

¿En qué consiste la economía social y ecológica de mercado? Voy a citar algunos elementos que definen esa doctrina. En primer lugar, el modelo está concebido como un proyecto a ser realizado dentro de un escrupuloso respeto al Estado de derecho. A las reglas de juego, tal como ellas han sido definidas en la constitución y en el ordenamiento legal del país. Respeto a la constitución, al Estado de derecho, a la libertad esencial de los ciudadanos, a la seguridad jurídica. Su lema es “tanto mercado como sea posible y tanto Estado como sea necesario”.

Foto: Canva

Y los hechos demuestran, con estadísticas irrebatibles, que mientras más mercado, menos desempleo y menos pobreza. O sea, mientras más libertad y más mercado y menos interferencia del Estado, más social será el modelo. En la ESEM todos los actores están obligados a someterse al Estado de derecho. A las reglas de juego convenidas por los ciudadanos en la constitución nacional y en el ordenamiento jurídico. El Estado, en primer lugar, el gobierno, los empresarios, los trabajadores, todos los actores sociales deben actuar conforme a derecho. Esto diferencia claramente a la ESEM de los sistemas autoritarios, el comunismo, el socialismo, el fascismo, el populismo. Sistemas en los cuales el Estado o el gobierno (realmente, los pocos que mueven los hilos del gobierno) actúan a su arbitrio, a su discreción.

Un segundo elemento que caracteriza a la ESEM es el respeto a la propiedad privada. La propiedad es un derecho sacrosanto. Nadie puede ser despojado de su propiedad, salvo en el caso de una expropiación por causas de utilidad pública. En cuyo caso, debe producirse un juicio con todas las garantías para el propietario y con una compensación adecuada. La confiscación de bienes no existe en un sistema donde impere la justicia. Esa es otra diferencia con los regímenes arbitrarios.

Una tercera característica es el respeto al principio de la autonomía e independencia de las ramas del poder público: el legislativo legisla y controla la marcha de la administración pública. Aprueba los presupuestos de ingresos y de gastos. El ejecutivo gobierna la nación de acuerdo con las normas del Estado de derecho, sometido al control de la rama legislativa. Y el poder judicial administra justicia con total independencia de las otras ramas del poder público. Administración de justicia conforme al Estado de derecho con celeridad y eficacia procesal. Recordado el principio de que cuando la justicia es lenta, no es justicia, cuando la justicia es cara, no es justicia y cuando la justicia es parcializada por razones políticas o económicas o de cualquier índole, no es justicia.

Un tercer elemento que caracteriza a la ESEM es la disciplina fiscal y la disciplina monetaria. El Estado (gobierno) en la ESEM no puede gastar a su antojo. El presupuesto de ingresos debe estar absolutamente equilibrado con el presupuesto de gastos. Y viceversa. El Estado no puede gastar más de lo que le ingresa. No puede crear dinero inorgánico. No puede endeudarse más allá de los límites establecidos por el ordenamiento legal. La ESEM impone la existencia de un instituto emisor de dinero, Banco Central, independiente y autónomo. Se recuerda constantemente que la autorización del gobierno para imprimir billetes, para crear dinero inorgánico, dinero artificial que no es fruto del esfuerzo productivo de la nación, es la principal fuente del peor de los impuestos, la inflación.

Foto: Canva

En la ESEM, el equilibrio fiscal entre ingresos y gastos es un principio fundamental. Lo mismo debe decirse del equilibrio cambiario. El tipo de cambio debe ser establecido por el mercado, no por el Estado. Es el mercado, sin interferencias arbitrarias del Estado, el que determina cuántos bolívares vale un dólar o cuántos dólares vale un bolívar.

Otro postulado fundamental de la ESEM es que el protagonista fundamental del orden social, político y económico es el ciudadano. El Estado existe para servir al ciudadano y no al revés. Es “el gobierno del pueblo, por el pueblo y para el pueblo” en la insuperable definición de Abraham Lincoln. La inversión privada debe ser privilegiada. El Estado no tiene por qué ser empresario. Los empresarios pueden y deben arriesgar su dinero. El Estado (gobierno) no puede ni debe arriesgar el dinero de los contribuyentes, de los ciudadanos.

En un país donde la economía se ha manejado arbitrariamente por el Estado (gobierno), se sostuvo el principio de que el Estado debía ser dueño y administrador de las llamadas “empresas estratégicas”. Se consideraron “empresas estratégicas” las que tenían que ver con el petróleo y el hierro, el aluminio, los teléfonos y las comunicaciones en general, pero se llegó al extremo de considerar que el Estado (gobierno) debía ser dueño y administrador de “empresas estratégicas” tales como hoteles y hasta hipódromos.

En la ESEM, el Estado tiene un rol importantísimo: promover las condiciones óptimas para que el mercado pueda funcionar libremente, sin interferencias artificiales por parte del sector público. Es bueno recordar que después de la Segunda Guerra Mundial, el mundo se convirtió en un escenario para la confrontación de dos modelos: de un lado, la Unión Soviética, en donde el Estado era dueño de todas las empresas. No existía la propiedad privada. Del otro lado, los Estados Unidos de Norteamérica, en cuya economía no existe el concepto de “empresas estratégicas”. Todas las empresas están en manos privadas. Incluido el petróleo, el hierro, el acero, el aluminio, los teléfonos y las comunicaciones en general.

Al cabo de unos años, el modelo soviético colapsó y, en cambio, el modelo norteamericano ha prevalecido con un éxito impresionante. Lo mismo ocurrió en Alemania. El país quedó dividido y destruido después de la derrota sufrida en la Segunda Guerra Mundial. Alemania Oriental asumió el modelo soviético. Todas las empresas en manos del Estado. Cero iniciativas privadas. Cero propiedades privadas. Del lado occidental se adoptó el modelo de ESEM. La economía en manos del mercado, de la iniciativa privada. Nada de “empresas estratégicas”. Al cabo de unos años, Alemania Oriental colapsó y, en cambio, en Alemania Occidental se produjo el “milagro alemán” bajo la conducción de Adenauer y de Erhard. Finalmente, Alemania logró su reunificación en los términos de la ESEM.

Lo mismo podría decirse de la península de Corea. Corea del Norte, socialista, fracaso total. Pobreza total. Oscuridad total. Falta de libertad. Autoritarismo. Dictaduras. Hambre. Miseria. Corea del Sur, ESEM. Progreso económico, libertad política, democracia, calidad de vida. Erradicación de la pobreza. Justicia social. Bienestar. Testimonios similares se repiten por todo el mundo.

La ESEM tiene tres propósitos: crear riqueza en primer lugar. Riqueza para todos. Generar empleo en segundo lugar. Empleo para todos. Empleos modernos, productivos, bien remunerados. En tercer lugar, erradicación de la pobreza, calidad de vida, servicios públicos modernos y eficientes: educación de calidad, servicios de salud eficientes y asequibles, seguridad, telecomunicaciones, luz eléctrica, agua. Eso es lo que tenían los ciudadanos en Alemania Occidental y no tenían los de la Alemania comunista. Por eso colapsó el comunismo en Alemania Oriental. Eso es lo que tienen los ciudadanos en Estados Unidos y nunca tuvieron los ciudadanos en la Unión Soviética. Por eso colapsó la Unión Soviética. Eso es lo que tienen los ciudadanos de Corea del Sur. Y eso es lo que no tienen los ciudadanos en Corea del Norte bajo un régimen comunista.

 Eso es lo que aspiramos a tener los ciudadanos, cuando logremos superar la catástrofe del socialismo del siglo XXI. Siendo muy joven, en la década de los años sesenta del siglo pasado, tuve la suerte de ser invitado, con otros jóvenes latinoamericanos, por la fundación Konrad Adenauer, para hacer una visita a la entonces llamada República Federal de Alemania. La visita incluyó la posibilidad de compartir un rato de conversación con el gran estadista Konrad Adenauer. Ya estaba retirado de la política. Estaba dedicado al oficio de jardinero en el jardín de su casa de habitación familiar. Cultivaba unas rosas bellísimas.

En el transcurso de esa conversación me atreví a preguntarle: “Señor Adenauer, ¿cómo visualiza usted el futuro de Alemania? ¿Será posible la reunificación de su país? (dividido en dos toletes: Alemania Oriental, comunista y Alemania Occidental, en democracia y con el programa ESEM). Para lograr ese objetivo, ¿será necesaria una nueva guerra?” Cuando el traductor terminó de traducirle mi pregunta, el viejo canciller reaccionó como un resorte y dijo en alta y clara voz: “No, guerra no. Nunca más guerra. La reunificación de Alemania será posible. Para eso se necesitan dos cosas: paciencia e inteligencia”. Y agregó: “Si ellos tienen razón y yo estoy seguro de que no la tienen, Alemania se reunificará como una gran potencia socialista. Si, por el contrario, nosotros tenemos razón. Y yo estoy seguro de que nosotros tenemos razón, Alemania se reunificará como una gran potencia democrática. Para eso no hace falta una guerra. Hace falta paciencia e inteligencia.”

La historia le dio toda la razón al viejo canciller alemán. Alemania se reunificó sin disparar un tiro. Con paciencia y con inteligencia. Y se reunificó no como una gran nación socialista. El socialismo fracasó. Se reunificó como una gran potencia ejemplarmente democrática y con un modelo de ESEM que ha asegurado el progreso y el bienestar de los ciudadanos alemanes.

Una virtud fundamental de la ESEM es que erradica la pobreza y promueve el progreso y el bienestar de los ciudadanos. Uno de los teóricos de la ESEM llegó a decir: “Mientras más mercado menos pobreza”. La experiencia universal confirma esa afirmación. Y las estadísticas también. Mientras más mercado menos pobreza. Así son las cosas.

Una economía abierta, sin intervenciones artificiales por parte de las autoridades del Estado (del gobierno) con respeto al Estado de derecho, a la iniciativa individual, a las leyes del mercado, apertura al comercio internacional y a la libre competencia, es una garantía de democracia política, de progreso económico y de bienestar social. Eso es, en mi modesta opinión, lo que representa la economía social y ecológica de mercado.

Agosto, 2025

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