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Dos santos venezolanos

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Por primera vez en la historia de nuestro país tendremos santos venezolanos en los altares. La noticia, por supuesto, nos llena de alegría y al mismo tiempo nos lleva a la reflexión: ¿por qué dos santos en este momento? ¿qué significado tiene este hecho?

             Sin duda alguna, la primera explicación es más que evidente, porque a la santidad estamos llamados. Nos lo deja en claro el papa Francisco en la exhortación apostólica Gaudete et exultate:

No tengas miedo de apuntar más alto, de dejarte amar y liberar por Dios. No tengas miedo de dejarte guiar por el Espíritu Santo. La santidad no te hace menos humano, porque es el encuentro de tu debilidad con la fuerza de la gracia. En el fondo, como decía León Bloy, en la vida ‘existe una sola tristeza, la de no ser santos’[1].

             En ambos santos encontramos modelos de santidad distintos y particulares.

             El testimonio de Carmen Rendiles es el de una mujer religiosa. Nacida en los primeros años del siglo XX (1903), su vida es la de una mujer determinada y convencida de ser santa. A pesar de haber venido al mundo sin un brazo, esa condición lejos de desanimarla o intimidarla la llevó a desarrollar un liderazgo y una tenacidad en el logro de sus metas. Desde sus 15 años siente la profunda convicción de consagrar su vida a Dios, ingresará a los 24 en la Congregación de Siervas de Jesús en el Santísimo Sacramento en Caracas. Más adelante, en 1965, se opondrá al gobierno general de la congregación en Francia de establecerse como instituto secular, y esto la lleva a fundar una nueva congregación religiosa que se llamaría en adelante Siervas de Jesús de Venezuela. En 1977, muere en Caracas en olor de Santidad, siendo superiora general de la congregación. A aquella niña lisiada, que nació sin su brazo izquierdo, no la detuvo nada en su vocación a la santidad. La congregación por ella fundada hoy cuenta con unas cien religiosas y unas veinte comunidades en Ecuador, Colombia y Venezuela.

Pero como nos lo recuerda Gaudete et exultate:

[…] para ser santos no es necesario ser obispos, sacerdotes, religiosas o religiosos. Muchas veces tenemos la tentación de pensar que la santidad está reservada solo a quienes tienen la posibilidad de tomar distancia de las ocupaciones ordinarias, para dedicar mucho tiempo a la oración. No es así. Todos estamos llamados a ser santos viviendo con amor y ofreciendo el propio testimonio en las ocupaciones de cada día, allí donde cada uno se encuentra[2].

             El doctor José Gregorio Hernández es precisamente el ejemplo de ello. Conocido por todos, como el “médico de los pobres”, José Gregorio es la figura del hombre laico, profesional comprometido con su vocación y dedicado a hacer el bien como obra de Dios en la tierra. Nace en la población de Isnotú, estado Trujillo, en 1864. Desde su llegada a Caracas, apenas con 13 años, se destaca por su curiosidad intelectual, estudia medicina, se gradúa y se dedica a tres cosas: al ejercicio de su profesión, a la constante investigación y formación académica, y al desarrollo de su vida espiritual como parte integral de su visión católica.

             José Gregorio Hernández muere en Caracas el 29 de junio de 1919 arrollado por un automóvil, cuando salía a atender una paciente. Por su fama de hombre bueno –de hombre santo– comenzó a convertirse muy pronto y desde hace mucho tiempo en objeto de devoción para muchos en Venezuela y en Latinoamérica.

             Tanto Hernández como Rendiles serán formalmente elevados a los altares. El papa Francisco ha traído así para Venezuela anuncios de esperanza en el año del Jubileo de la Esperanza.


[1] Exhortación Apostólica Gaudete et exultate, #34.

[2] Ibid, #14.

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