Gerardo Rosales sj
Aunque no es muy feliz la analogía, permítaseme realizar un pequeño comentario sobre dos grandes sucesos transcurridos en estos últimos días: el lanzamiento del primer satélite venezolano y la elección del presidente de Estados Unidos: Barack Obama.
Al igual que todos los venezolanos de esta patria pujante, estuve observando con orgullo el lanzamiento del primer satélite Venezolano: el Simón Bolívar. Se estima que la inversión fue más de cuatrocientos millones de dólares. Pese a ello, creo que son inversiones como ésta la que esperamos de un gobierno que se declara socialista.
El lanzamiento de nuestro satélite evitará que sigamos dependiendo de Estados Unidos para mantener nuestra tecnología comunicacional de forma eficiente. Además, nos veremos todos beneficiados en cuanto al amplio espectro radial que poseerá. Sus beneficios también se verán reflejados en la medicina, las investigaciones científicas de distinta índole y en muchas áreas más del acontecer nacional.
Me parecía justo que como venezolano y socialista que soy, no dejara pasar por alto tan magno hecho histórico para nuestro país. Pero, sigo insistiendo en que no saldremos adelante mientras que las inversiones se afinquen más en lo bélico que en la seguridad social. Si la mitad de la cantidad de dinero que hemos invertido en armas se hubiese invertido en salud, vivienda, seguridad… otra sería la realidad de nuestra gente.
Sobre esto no me queda más que expresar el orgullo que se siente cuando en el país sucede este tipo de eventos, que nos llevan al progreso… Pero, le pido a todos los que se hacen llamar socialistas, incluyéndome, que no se olviden de quienes no tienen techo, no sólo porque “les da la gana de dormir en la calle y la ley los protege”, como dijo el alcalde Bernal, sino porque lo han perdido todo, o están a punto de perderlo. Porque, a consecuencia de las lluvias de estos días, miles de personas están que se les caen sus ranchos encima o con el agua hasta las rodillas, como sucedió tantas veces en la cuarta, y sigue sucediendo en los diez años que llevamos de la quinta.
El otro lanzamiento importante ocurrido en estos días, fue la elección del nuevo presidente de los Estados Unidos. Barack Obama es el primer afroamericano que gana la presidencia de este país, y todos conocemos la cruenta historia racial que se vivió durante muchos años en ese país. Todos conocemos el Discurso “Tengo un Sueño” que leyó Martín Luther King en las gradas del Lincoln Memorial, y de donde extraigo estas palabras: “Sueño que un día,…, los hijos de los antiguos esclavos y los hijos de los antiguos dueños de esclavos, se puedan sentar juntos a la mesa de la hermandad”.
Era el sueño de un hombre que luchó hasta el final por la liberación y la unión de hermanos, divididos y peleados por su color de piel. Estados Unidos ha lanzado hoy en sus elecciones un gran ejemplo para el mundo: sí se puede votar por un hombre tomando en cuenta sus principios morales, sus propuestas y planes y su deseo de servir, más allá de las ideologías políticas o raciales. El color de piel, en Norteamérica, ya no se elogia para dividir, para diferenciar oligarcas de plebe, pobres de ricos, inteligentes de ignorantes o buenos de malos. El color de piel es visto por Estados Unidos, y así lo ha demostrado en estas elecciones, como la oportunidad de reconocer en las manos del otro, del “distinto”, la posibilidad de construir patria, de construir progreso y paz.
Es de admirar, de igual forma, la manera en que John McCain aceptó la derrota electoral: con un discurso limpio, pacífico, unificante y de respeto y apoyo de quien fuera su adversario, gran diferencia en como trata nuestro presidente a sus adversarios, de estúpidos e imbéciles. La victoria por voto popular de Obama sobre McCain fue de una pequeña diferencia de 2,5%, y McCain no dijo de eso “esto fue una victoria paupérrima”, como hizo nuestro presidente el 03 de diciembre pasado.
Bueno, sólo esperemos que el diálogo internacional también sea en este tono de respeto y conciliación, tanto del nuevo presidente de los Estados Unidos, como el de los demás países del mundo entre ellos y con Norteamérica, que puedan “sentarse en la mesa de la hermandad”.