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Edificio Centro Valores, local 2, Esquina de la Luneta, Caracas, Venezuela.

¿Dónde estamos y hacia dónde debemos ir?

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Dr. Leonardo Carvajal

Foto por Katie Moum en Unsplash

Diagnóstico y propuesta en veinte puntos*

Como premisa de las veinte ideas que plantearé, debo indicar que ellas se inscriben en la lógica de la política, hipotética y probabilística. No en la de la metafísica parmenídea.

1. Estamos en el peor y más difícil momento del Gobierno. Entre otras razones, porque sus reservas líquidas no alcanzan ni los mil millones de dólares; porque las reticencias china y rusa cada vez son más notorias; porque hasta Uruguay, México y Argentina le reculan de a poco; porque el Foro de Sao Paulo reunido en Caracas es la única empalizada internacional que les queda a quienes dispusieron de varias murallas como UNASUR, MERCOSUR, CELAC y ALBA; y, encima, con unas temidas elecciones legislativas a la vuelta de la esquina.

2. También estamos en el peor y más peligroso momento de la oposición. Por varias razones, de las cuales solo destacaré la más importante: no tenemos una oposición, sino cuatro oposiciones. La del G4, hasta ahora hegemónica, de Primero Justicia, Voluntad Popular, Acción Democrática y Un Nuevo Tiempo, con posibles fisuras a lo interno y probable posición abstencionista; la de quienes apuestan por la vía electoral como ruta estratégica, donde están el Movimiento al Socialismo, Avanzada Progresista, COPEI y otros grupos; la de quienes abiertamente claman por una salida de fuerza, como Vente y Alianza Bravo Pueblo; y la de una enorme mayoría silenciosa del pueblo que está en contra del desgobierno de Maduro, pero que no se siente interpretada por los tres grupos opositores.

3. El grupo denominado G4 se mantiene amarrado al un, dos, tres de su catecismo político. No recitan sus líderes cada día lo de Padre, Hijo y Espíritu Santo, pero sí el: Cese de la Usurpación, Gobierno de Transición y Elecciones Libres. Y aunque hace mes y medio Guaidó planteó que iniciaba una fase de diálogos y rectificación, ésta más bien ha devenido en ratificación de esa fórmula metafísica que no política. Podría haber dicho al respecto, cáusticamente, el siempre lúcido Teodoro Petkoff, que: “Solo los estúpidos no cambian de opinión”, o de axioma estratégico.

4. Con esa estrategia de exigir primero el todo, la salida del Gobierno, el grupo del G4 se mantiene en la lógica extremista de la polarización, dialéctica que instauró Chávez desde 1998 y que recicló hasta el final de su vida con la repolarización; estrategia que siempre ha sido útil al Gobierno y perjudicial a la oposición.

5. La estrategia polarizadora en la que han incurrido los partidos del G4 ha estado teñida o, más bien, enchumbada de: maximalismo (Maduro debe aceptar irse antes de negociar lo demás); voluntarismo (Fuerza y Fe que falta poco); inmediatismo (el de las horas cero y el de “Pronto estaré en mi despacho de Miraflores”); aventurerismo (mostrado patéticamente sobre el asfalto de La Carlota el 30 de abril); juridicismo, por engolarse con grandilocuentes declaratorias de abandono de cargo y de usurpación presidencial, para finalmente enredarse en los fútiles leguleyismos de disputar quiénes tuvieron el quórum debido y disponen del acta auténtica.

6. Ha habido mucho ruido este año y pocas nueces. No se supo valorar la trascendencia, de doble filo, del retorno de los diputados del PSUV a la Asamblea Nacional. No se supo sacar ventajas. Se incurrió en el berrinche y la gritadera de la histérica dialéctica polarizadora. No se tuvo astucia. No se intentó preparar el camino para nombrar por consenso el Comité de Postulaciones para elegir el CNE. Tanta negligencia solo se explicaría si el G4 tuviese el designio de que, por la previsible comisión legislativa, el nuevo CNE lo nombre el TSJ; para así poder usar tal hecho como coartada justificativa de un llamado a la abstención.

7. Quienes están sumergidos en el pozo del radicalismo inane, no han tenido empacho en dar un portazo, con una misiva anti diplomática, al reciente intento del Reino de Noruega de explorar si era posible negociar una salida política con el Gobierno.

8. Pero en la lógica polarizadora el Gobierno, lo reitero, siempre lleva las de ganar. Así, sus fascistoides grupos de apaleadores callejeros entraron en juego usando dosis de violencia calculada, con el fin de estimular la adrenalina opositora y su reacción de forcejear en las calles y saltar verjas. Despilfarro de coraje y energía física cuya resultante ha sido la pérdida de la sede de los asambleístas y el camino abierto para la enésima intromisión del Tribunal Supremo de Justicia en el campo de las competencias legislativas, para decidir sobre los nombramientos para el CNE.

9. Persistir en tal ilusoria ruta estratégica, en esta dialéctica confrontativa, en este clima polarizado, solo nos entramparía más en el callejón sin salida al que una dirigencia política nos ha ido empujando.

10. Por el contrario, afirmo que la ruta de salida es la electoral. Para asumirla nos asisten al menos cinco razones: 1) es la que todas las sociedades usan para resolver pacíficamente sus conflictos; 2) es el campo en el que tenemos ventaja clara, de 80 a 20, sobre el Gobierno; 3) es la que, desde el 2015 en adelante, rehúye, atrasa, adelanta y enreda el Gobierno porque en ella se sabe superado; 4) es la que quiere al menos el 70 por ciento de los venezolanos; 5) es la que constantemente han recomendado los 56 países amigos.

11. Hay que explicarles, para persuadirles, a los que padecen, al mismo tiempo y sobre el mismo asunto, un doble complejo, que ambos son infundados. ¿Qué complejos? El de superioridad, que les hace suponer, panglosianamente, que la oposición siempre ganó todas las elecciones; y el de inferioridad, que les hace creer, masoquistamente, que en todas las ocasiones el Gobierno cometió fraude y no fuimos capaces de detectarlo o de impedirlo.

12. Debemos asumir, con realismo político y no con aspavientos juridicistas, que difícilmente podremos obtener las mejores condiciones electorales, porque un Gobierno autoritario al extremo y acorralado no las va a conceder. Pero sí debemos luchar por las condiciones suficientes, como el cambio de la directiva del CNE y la presencia de una auténtica observación internacional; ella a sabiendas que, de cada seis venezolanos, cinco están contra Maduro y su elenco. Por lo tanto, nuestro reto político es persuadirles de ir a votar.

13. Tenemos que interpretar las necesidades del pueblo. Pienso que la oferta político-electoral debe centrarse en ejes como: medidas legislativas para eliminar la hiperinflación; medidas para asegurar el consumo alimenticio necesario y la adecuada atención médica; y medidas para rescatar los servicios públicos básicos. Y todo ello envuelto en un llamado dramático y concreto a la Reconciliación Nacional.

14. Sostengo que hay que hacer visible el propósito de la Reconciliación y la Unidad Nacional, a través de la presentación al país de un bloque de los candidatos a diputados (167 principales y sus suplentes). Pienso que desde la sociedad civil se podría organizar con sindéresis el esfuerzo de estructurar ese bloque plural en el que estén representados las organizaciones sociales, los partidos políticos y, muy importantes, los hombres y mujeres capaces y honestos que fueron o, incluso, son chavecistas, más no maduristas. Hay que arriesgarse a salir de la rutina de los forcejeos partidistas y armar ese equipo de candidatos de la Unidad Nacional. Me voy a atrever, aquí y ahora, a ofrecer un botón de muestra de una treintena de personas que yo incluiría en ese equipo. Todo ello aclarando que no consulté con ninguna de las que ahora mencionaré: María Verdeal, Mercedes Malavé, Jesús Torrealba, Ramón Guillermo Aveledo, Daniel Santolo, Rafael Uzcátegui, Damián Prat, Edgar Zambrano, Oliver Blanco, Susana Raffalli, Vladimir Villegas, Rubén González, Enrique Márquez, Luis Fuenmayor Toro, Alfonso Marquina, Luis Augusto Romero, Gerardo Blyde, Isabel Pereira, Humberto Prado, Edgar Silva, Jorge Botti, Mary Pili Hernández, Maribel Guédez, Daniel Fermín, Felipe Mujica, Pedro Pablo Fernández, Juan Manuel Raffalli, Víctor Álvarez, Enrique Ochoa Antich, Alfonso Campos y Johel Orta.

15. El proceso que tenemos por delante será largo y complicado, pero estoy convencido de que podemos iniciar la Transición hacia la Democracia, si usamos adecuadamente como nuevo punto de inflexión la participación y el triunfo en las elecciones legislativas. Esa Transición no creo que será rápida. Siempre será más lenta que nuestros anhelos. Lo importante es que no sea reversible. Y, tal vez, deberemos pasar por varias transiciones, pues ellas se deben dar en los planos político, económico, social y sociocultural y no será fácil sincronizar tales procesos.

16. Algo sí tengo muy claro: el marco para retornar a la democracia y la plataforma común en la que podemos y debemos coexistir los venezolanos de todas las tendencias está en el respeto a la Constitución de 1999.

17. Es cierto que en esta lucha tan desigual contra un Gobierno autoritario al extremo, es necesario recabar apoyos internos y externos que, mientras más sean, mejor. Pero juzgo inconveniente que se genere una dependencia política e ideológica hacia el gobierno de una potencia como los Estados Unidos y, en particular, hacia un mandatario tan cuestionable y errático como Donald Trump.

18. Para iniciar la Transición y para darle estabilidad a un régimen democrático, convendrá tener una nueva relación con el mundo militar. No de desprecio. No de sometimiento. No de sonsacamiento. En este terreno, creo que tenemos un enorme déficit que saldar. Porque los militares son parte central de nuestro problema. Y también, por lo tanto, deben ser elemento indispensable para su solución progresiva. Al respecto, la oposición democrática y soberanista debe dejar de mirar al Comando Sur y mirar con más perspicacia a Fuerte Tiuna.

19. Debo insistir en que la Transición hacia la Democracia debe ser una etapa en la que se produzcan, progresivamente, varios cambios, de los que enuncio algunos: recuperar la autonomía de los poderes públicos; respetar las reglas del Estado de Derecho; parar en seco la hiperinflación y rescatar la capacidad adquisitiva de los ingresos; iniciar la recuperación de la producción y refinación del petróleo; comenzar con firmeza la despolarización y la reconciliación de los venezolanos. Al respecto, hay que aislar a aquellos insensatos que pretenden desplegar una orgía de venganzas a la salida de Maduro. Nuestra lógica debe ser: vendettas y represiones no; justicia y reconciliación sí.

20. Pienso que cualquier empeño por desahogar odios y resentimientos a través de persecuciones a los chavecistas no solo demoraría la consecución de la democracia, sino podría provocar un grave retroceso, tal cual ocurrió con aquel alocado gobierno que solo duró 47 horas en abril del 2002. Tampoco sería correcto tratar de quemar etapas, de adelantar, a troche y moche, el futuro que se anhela; pues de los inmediatismos y maximalismos lo que suele sobrevenir es el fracaso y las involuciones.

*Exposición realizada por Leonardo Carvajal como ponente en el foro “Análisis de la coyuntura política y estrategia de los sectores democráticos”, organizado por la Dirección Nacional del MAS, con ocasión de la celebración del 49 aniversario de este partido, el 20 de enero del 2020, en el hotel President de Caracas.

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octubre 9, 2024
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