alainet.- En 2013, la Asamblea General de las Naciones Unidas designó el 30 de julio como el Día Mundial contra la Trata de Personas. En la resolución, se señala que la conmemoración es necesaria para “concienciar sobre la situación de las víctimas del tráfico humano y para promocionar y proteger sus derechos”. En el protocolo de la ONU para Prevenir, Reprimir y Sancionar la Trata de Personas, Especialmente de Mujeres y Niños, se define la trata como “la captación, el transporte, el traslado, la acogida o la recepción de personas, recurriendo a la amenaza o al uso de la fuerza u otras formas de coacción, al rapto, al fraude, al engaño, al abuso de poder o de una situación de vulnerabilidad o a la concesión o recepción de pagos o beneficios para obtener el consentimiento de una persona que tenga autoridad sobre otra, con fines de explotación”. En definitiva, la trata de seres humanos constituye una forma moderna de esclavitud.
Según la ONU, combinando el tráfico a larga distancia con el contrabando transfronterizo emerge un panorama global de “comercio de seres humanos” que afecta al menos a 4 millones de personas cada año, generando ingresos para las redes criminales de entre 7,000 y 10,000 millones de dólares. Por su parte, la Interpol estima que al sumar los beneficios obtenidos de la trata de seres humanos a los del tráfico de migrantes, la cifra asciende a 39,000 billones de dólares al año, cada vez más cerca de las ganancias del tráfico de drogas y el de armas. Más recientemente, un informe del Servicio Jesuita a Migrantes de España, titulado “La trata de seres humanos. El negocio del comercio con personas”, ofrece algunos criterios de análisis para conocer el impacto mundial de la trata y los modos de encararla.
De acuerdo al documento, el tráfico de personas aún no constituye la forma más rentable de comercio ilegal (la más lucrativa es el narcotráfico), pero está experimentando el crecimiento más rápido. La trata de seres humanos constituye un floreciente negocio que no deja de crecer dentro de la nueva economía global, en la que la migración es dinámica fundamental. En la mayoría de los casos, el proceso migratorio transcurre a través de cauces legales y es ejercido libremente por las personas que cambian de país en busca de mejores oportunidades. En otras ocasiones, la migración se produce de manera clandestina, dando lugar al tráfico ilícito de personas. Este fenómeno aúna dos situaciones diferentes con distinta problemática: el contrabando de migrantes y la trata de seres humanos.
El estudio delimita conceptualmente ambas circunstancias. El tráfico ilícito de migrantes consiste en facilitar o controlar el tránsito fronterizo de migrantes con ánimo de obtener un beneficio económico, mientras que la trata de personas implica controlar o participar en la captación, traslado o recepción de personas con fines de explotación. El tráfico ilícito de migrantes tiene carácter transnacional, y para los Estados tanto los traficantes como las personas traficadas vulneran la legislación sobre la entrada y permanencia de extranjeros en sus territorios.
La investigación explica que si bien una de las expresiones más notorias de la trata es la explotación sexual, existen otras formas igualmente graves. A modo de ejemplo cita la explotación laboral para la mendicidad, los matrimonios serviles y el tráfico de órganos, entre otros. Por otra parte, a la hora de definir el perfil de las víctimas, uno de los factores determinantes es el género. El argumento se apoya en los datos que registra la OIT, que indican que el 55% de todas las víctimas de trabajo forzoso son mujeres y niñas pertenecientes a la población empobrecida. Los tratantes buscan a sus víctimas entre las personas más vulnerables, y la pobreza es un factor determinante de vulnerabilidad. Otro dato que ratifica este planteamiento es el que recoge la Organización Internacional de las Migraciones, que cifra en 500 mil el número de mujeres que entran todos los años a Europa occidental para ser explotadas sexualmente. La mayoría de ellas no son ciudadanas de países ricos y desarrollados, sino que proceden de zonas que se debaten en el subdesarrollo y el atraso.
La trata de seres humanos también tiene rostro de niños y niñas. El estudio cita datos de la Unicef, que estima que hasta dos millones de menores están sujetos a la prostitución o el comercio sexual alrededor del mundo. Y la trata infantil presenta otras manifestaciones no menos graves que la explotación sexual, como la adopción ilegal, el tráfico de órganos y el secuestro de menores para ser utilizados en conflictos armados o en actividades delictivas. Asimismo, el informe recuerda que el comercio ilícito de personas para su explotación es más que delincuencia o una forma más de violencia contra las mujeres. Se señala que la trata está relacionada con problemas estructurales como la exclusión social, los conflictos bélicos, las hambrunas, el vacío de poder de los Estados fallidos y los efectos devastadores de las catástrofes naturales, que ofrecen un sinfín de oportunidades a los tratantes de personas. De ahí que una de las prioridades que se propone a los Estados y a los organismos internacionales es integrar la perspectiva de los derechos humanos tanto en la lucha contra la trata como en la articulación de las posibles soluciones.
Nosotros agregamos que esta lucha no solo requiere de políticas y acciones estatales integrales, sino también el cultivo de comportamientos colectivos solidarios que sientan como propios los sufrimientos derivados de esta nueva forma de esclavitud. En este sentido, es muy significativo el llamado que hace el papa Francisco en la Exhortación Evangelii gaudium, cuando al referirse a las nuevas formas de pobreza y fragilidad (entre ellas, la trata de seres humanos) dice, al estilo de los profetas de Israel: “Siempre me angustió la situación de los que son objeto de las diversas formas de trata de personas. Quisiera que se escuchara el grito de Dios preguntándonos a todos: ‘¿Dónde está tu hermano?’. ¿Dónde está tu hermano esclavo? ¿Dónde está ese que estás matando cada día en el taller clandestino, en la red de prostitución, en los niños que utilizas para la mendicidad, en aquel que tiene que trabajar a escondidas porque no ha sido formalizado? No nos hagamos los distraídos. Hay mucho de complicidad. ¡La pregunta es para todos! En nuestras ciudades está instalado este crimen mafioso y aberrante, y muchos tienen las manos preñadas de sangre debido a la complicidad cómoda y muda”.