Considerando que la hiperinflación en Venezuela tardará en desaparecer, y con un Gobierno con pocas herramientas para corregir los desequilibrios detrás de este proceso, se espera que la dolarización local será un proceso difícil de revertir en el mediano y largo plazo, lo que obliga a entender, a grandes rasgos, algunos de los efectos que este proceso ha tenido (y seguirá teniendo) en nuestra economía
Luis Arturo Bárcenas R.*
Desde los inicios de la hiperinflación local, los venezolanos hemos sido testigos en una escalada del uso de la moneda extranjera en las transacciones más cotidianas. Así, el dólar pasó de ser la forma predilecta de ahorro de los hogares y de empresas locales, a un medio de pago cada vez más usual (dolarización transaccional), además de un nuevo método para denominar precios y salarios (dolarización real) y como un nuevo servicio ofrecido por la banca doméstica (dolarización financiera). Si bien, desde hace algunos años, ya era común observar como algunas transacciones internas específicas eran pactadas en divisas (como la adquisición de inmuebles), así como el completo desuso del bolívar en algunas regiones de Venezuela (como en el estado Bolívar, donde el oro destaca como medio de pago), el adverso entorno económico y social por el que atraviesa el país ha terminado por elevar el rol de la divisa en nuestro quehacer diario, avalado además por los reguladores desde la derogación de la Ley de Ilícitos Cambiarios a mediados de 2018.
En ese sentido, lo que distingue este proceso de ese contexto previo es un uso nunca visto del dólar (en gran medida en efectivo) en los pagos más básicos realizados internamente, desde compras en supermercados hasta propinas, pagos en farmacias, servicios, entre otros. Sin embargo, a diferencia de otros países que han adoptado un esquema de dolarización (completa o parcial), lo que ocurre en la economía local con el dólar no puede ser catalogado como un proceso planificado y ordenado. Ello ha terminado por añadir múltiples costos y limitaciones a las transacciones que se realizan en el país, indiferentemente del medio que se emplee. (Ver Gráfico 1)
Considerando que la hiperinflación en Venezuela tardará en desaparecer, y con un Gobierno con pocas herramientas para corregir los desequilibrios detrás de este proceso, se espera que la dolarización local será un proceso difícil de revertir en el mediano y largo plazo, lo que obliga a entender, a grandes rasgos, algunos de los efectos que este proceso ha tenido (y seguirá teniendo) en nuestra economía.
Las secuelas
Para analizar los efectos que tiene la dolarización local sobre el día a día de los venezolanos, es necesario primero entender el tipo de dolarización en el que está inmerso el país. A pesar de que el uso de las divisas en las transacciones locales es cada vez más frecuente y ha trascendido a otros ámbitos (como los depósitos bancarios), la dolarización en Venezuela no ha sido un proceso formal y completo. En particular, el Gobierno aún no ha autorizado una plena sustitución del bolívar por dólares u otra moneda de reserva. De ser ese el caso, no solo observaríamos divisas en efectivo cambiando de mano a mano, sino también veríamos a los bancos ofreciendo financiamiento en dólares, o sueldos y precios fijados y pagados exclusivamente en moneda extranjera. En su lugar, lo que vemos en Venezuela es más un esquema de dolarización de facto (informal) y no de jure (formal).
Lo anterior implica que, desde la visión común, el BCV (la autoridad monetaria del país) no está obligado de manera rigurosa a proporcionarle a la sociedad la cantidad de divisas o los medios electrónicos necesarios para que los venezolanos logren adquirir bienes y servicios localmente usando dólares sin dificultades. Ello ha provocado que ambas monedas circulen de manera conjunta, ocasionando que el tipo de cambio (el precio de cada dólar, medido en bolívares) siga siendo relevante para los hogares y empresas locales al momento de decidir cuántas divisas o bolívares emplear en sus transacciones. Lo anterior también evita, en parte, que haya una mayor oferta de divisas en efectivo de baja denominación, o que la calidad de estas se vea afectada por su elevada circulación interna (dada su escasez).
No obstante, en el contexto económico actual, las secuelas de este esquema de dolarización parcial parecen ir más allá. Por un lado, el uso del dólar como medio de pago y de ahorro lleva a que los precios fijados internamente crezcan con menor agresividad que antes. Esto ocurre debido a que los venezolanos emplean en sus pagos una moneda (el dólar) de la cual no tienen incentivos de desprenderse del todo, pues retiene una mayor parte de su valor en el tiempo. En otras palabras, al pagarse en dólares, los venezolanos emplean una moneda que puede ahorrarse, evitando así que se genere un “exceso” en la circulación de divisas lo suficientemente elevado para que su valor se reduzca drásticamente y, con ello, que los precios fijados según esa moneda crezcan de forma sostenida.
Otro aspecto que incide en la fijación de precios en Venezuela bajo la dolarización se asocia con el comportamiento del tipo de cambio. Conforme los pagos en divisas se incrementan, el precio del dólar tiende a aumentar más lentamente. La razón es simple: con más dólares en circulación en relación a la cantidad de bolívares existentes, es más difícil para quien vende dólares ofrecer estos a un tipo de cambio muy elevado. Frente a ello, aquellos comercios o importadores que tienden a fijar sus precios según los incrementos de ese tipo de cambio serán menos agresivos al momento de ajustar las tarifas de los bienes que venden. Si bien ambos elementos sugieren que la dolarización ha mitigado el costo de vida que enfrentan los venezolanos, también indican que, con un tipo de cambio más estable, la población local deba vender cada vez más dólares para adquirir un mismo bien en bolívares (elevando su costo de vida en dólares).
Por otro lado, la dolarización también ha mejorado el acceso de los venezolanos a una canasta mínima de bienes y servicios, a través de la mayor dotación de efectivo en divisas asociada con este proceso. A diferencia de lo visto a inicios de la hiperinflación en 2018, donde la escasez de billetes era la norma, una mayor proporción del estrato social más vulnerable parece contar hoy en día con recursos que le permiten adquirir bienes de primera necesidad.
Sin embargo, la mayoría de las divisas que circulan en Venezuela no parecen estar en manos de los estratos sociales más pobres. En efecto, un estudio realizado por Ecoanalítica en agosto de 2020 mostró que aproximadamente 59,0 % de los dólares en efectivo del país están concentrados en el 2,3 % del total de la población, mientras que una medición más reciente (marzo de 2021) mostraba que los rubros donde más del 60 % de las transacciones se pagaban en divisas excluían a los alimentos, es decir, aquellos bienes de mayor interés para ese estrato de la población. De igual forma, es usual que la falta de dólares de baja denominación que caracteriza a la dolarización local ocasione que las personas (incluyendo los más pobres) terminen por emplear más divisas de los deseados en cada compra. Así pues, tal parece que el alcance de la dolarización en Venezuela sobre el bienestar de los venezolanos se ve limitado (incluso, sobrepasado) por su propia idiosincrasia.
*Msc. en Economía, Pontificia Universidad Católica de Chile. Economista jefe de Ecoanalítica y antiguo investigador económico en el BCV. @barcenasluis