Marino Alvarado | Provea
El creciente autoritarismo que viene caracterizando el estilo de gobernar del presidente Nicolás Maduro es preocupante. Mas si ello se expresa en asumir progresivamente la doctrina de la Seguridad Nacional. La misma que sustentó a los regímenes dictatoriales en el cono sur del Continente. La misma con la cual se justificó las graves violaciones a los derechos humanos que se cometieron en Brasil, Argentina, Uruguay, Paraguay y Chile.
Paradójicamente, la élite política que nos gobierna cuestiona en el discurso esa doctrina, pero en la práctica se acerca cada día más.
Cuáles son algunas de las características de esa doctrina:
1.- La seguridad de Estado prevalece sobre la seguridad ciudadana. Según esa doctrina lo fundamental es defender al Estado y sus instituciones. En tal sentido se considera sospechoso y peligroso todo acto o conducta que se oriente a criticar y cuestionar el funcionamiento del Estado y sus instituciones y se crea un marco jurídico con duras sanciones para quienes se atrevan a desafiar la institucionalidad existente
La estructura estatal y principalmente los cuerpos de seguridad son organizados y privilegian la seguridad del Estado, más que la seguridad de los ciudadanos. Más bien los ciudadanos se convierten en objetivo para la investigación y represión.
2.-Se da a los militares un rol destacado en la gestión del Estado. Una de las particularidades de esta doctrina es que da a los militares un papel destacado en la vida política y social del país copando espacios que tradicionalmente ocupan los civiles. Así, participan en la gestión de Estado convirtiéndose en el motor principal de su accionar no solo para las labores de represión, sino para atender los asuntos cotidianos de la gestión pública de gobierno y del resto de instituciones.
3.-Se establece que además de enemigos externos existen enemigos internos que hay que aniquilar. Las personas no se consideran como portadoras de derechos incluyendo el derecho a expresar opiniones diversas y disentir, sino como sospechosas habituales ya sea porque son parte directa de los enemigos internos, o son colaboradores o simpatizan con esas “fuerzas del mal”. Desde esa perspectiva, el aparato del Estado se organiza para investigar, perseguir y aniquilar ese enemigo interno. En las dictaduras del Cono Sur, ese enemigo eran los comunistas a quienes se les calificaba de traidores a la patria, agentes de enemigos extranjeros, conspiradores y subversivos. Se convocaba al pueblo a que delatara a esos enemigos y colaborara con las fuerzas de seguridad para identificarlos, neutralizarlos y de ser necesario aniquilarlos. Con esa filosofía, se persiguió, se realizaron detenciones arbitrarias, se torturó y se asesinó
Hay suficientes razones para preocuparnos. Si esta doctrina hoy promovida por algunos sectores en la gestión del Estado y particularmente del gobierno empieza a afianzarse, los tiempos por venir en materia de derechos humanos no son nada alentadores.
Afortunadamente hay mucha reserva democrática en la sociedad venezolana principalmente en sus organizaciones sociales.