Noel Álvarez*
“Divide y ven, serás bienvenido al poder”, es una frase que se escucha con mucha fuerza en algunas regiones del continente americano cuyo único objetivo es restarle fuerzas a otro grupo para mantener el poder. Es como una invitación primaria para caer en la otra frase “divide y vencerás” que se atribuye a Julio César, un militar y político romano nacido en el año 100 a.C. La expresión da a entender que, si tu enemigo se encuentra dividido, será más fácil vencerlo. Divide y vencerás es una máxima política que sugiere que, la mejor manera de obtener o retener el poder, es sembrando la intriga entre las partes de un cuerpo, entidad social o política.
Al observar la terminología me vienen a la mente las tácticas aplicadas en el tiempo del emperador Julio César, quien utilizaba la esencia de esta expresión para consumar su dominio sobre el gran Imperio romano. Otros historiadores van más atrás y le atribuyen el término al famoso gobernante de Macedonia, Felipe, padre de Alejandro Magno. Al parecer, la fórmula original era “divide y conquista”. Sin embargo, es difícil atribuir este principio político a la élite gobernante macedonia de aquellos tiempos lejanos. Muchos historiadores creen que dicha estrategia adoptó una posición fundamental en la política del Imperio romano, ya que la expresión “divide et impera” en la mayoría de las fuentes suena precisamente en latín. Se considera que esta era la forma más común de gobierno del Senado romano.
La expresión también conduce a la genialidad de Nicolás Maquiavelo, cuando escribe en su libro El príncipe, toda una gama de sugerencias para mantener el control absoluto del poder sobre el Estado. Según Maquiavelo, los príncipes deben gobernar según las circunstancias que les permitan conservar exitosamente a sus gobiernos en el poder. Y, presenta como principal característica el método de dejar de lado sistemáticamente, con respecto a las estrategias políticas, las cuestiones relativas a la moral y la religión, alegando que solo interesa conservar el poder. En la actividad política, “divide y vencerás” es ganar y mantener el poder mediante las rupturas en piezas de las concentraciones más grandes que adversan al poder establecido, que tienen, en consecuencia, menos energía para competir individualmente.
Este concepto, atribuido también, al general chino, Sun Tzu, en El arte de la guerra, se refiere a una estrategia que rompe las estructuras de poder existentes y evita la vinculación de los grupos más pequeños. La cual podría ser utilizada en todos los ámbitos en los que, para obtener un mejor resultado, es en primer lugar necesario o ventajoso, romper o dividir lo que se opone a la solución de un determinado problema. La característica típica de esta técnica consiste en crear o alimentar disputas y controversias entre las facciones opositoras. Por consiguiente, al proceder de esta manera, los que manejan el poder juegan al debilitamiento y posterior deterioro de las relaciones primarias entre sus adversarios, haciendo imposible o dificultando una alianza entre sí, la cual, de llegar a concretarse, pondría en riesgo el orden establecido.
Divide y vencerás, resume la estrategia con la que los gobernantes y quienes aspiran a serlo nos dirigen y alientan, por estas calles. Su plan consiste en indisponernos a los unos contra los otros. Consiguen su objetivo enfrentando a distintos colectivos, o echando a la sociedad en general encima de algún grupo en particular. Sobran ejemplos de ello y su número aumenta a medida que se acerca cualquier tipo de convocatoria electoral en la que se juegan el puesto. En la campaña se calienta la lucha de clases. La maniobra puede calificarse con distintos adjetivos, excepto inocente, fortuita o casual. Ningún partido político tiene la exclusiva, todos se apuntan a practicarla. Se ejecuta a pecho descubierto, sin sutileza alguna.
Su objetivo es que los ciudadanos levantemos el dedo acusador los unos contra los otros, llegando incluso a convertirnos en jauría humana a la caza de quien los politicastros indiquen. Con esta división los que controlan el poder tratan de desviar nuestra atención de la nube de miseria y podredumbre que los envuelve. Todo con tal de evitar que los gobernados, los señalemos y expulsemos de sus cómodas poltronas, de sus pensiones en muchos casos vitalicias, de las regalías que disfrutan, de las prebendas asociadas al cargo, de los despachos públicos que utilizan como trampolines para futuras hazañas privadas.
Una de las modalidades en el mundo antiguo y que no pasa de moda en la política actual, era la de promover la cooperación financiera no reembolsable, y apoyar cualquier asunto o tendencia afín a dicha cooperación, pues una forma de quitar autonomía a los actores es creando dependencia económica y/o comprando conciencias. El objetivo es separar y debilitar, distraer o comprar a la otra parte para evitar entrar en un conflicto abierto.