Por Alfredo Infante s.j.
San Ignacio, maestro espiritual, aconsejaba a sus compañeros a «discernir el impulso del amor». Por eso, no hablaba de la caridad a secas, sino que se refería a la «discreta caridad». Caridad y discernimiento como dos amigos inseparables. Ignacio, hombre místico, que se adentró en las honduras del conocimiento interior, supo captar que el enemigo es capaz de disfrazarse bajo la figura de Ángel de luz y corromper nuestros impulsos más nobles, por eso, dice el dicho, «de buenas intenciones está empedrado el camino del infierno».
La discreta caridad de la que insiste San Ignacio es el ejercicio del amor inteligente. En esta emergencia humanitaria que vivimos en Venezuela, el impulso desordenado del amor, nos puede llevar a un activismo desmesurado y a una conciencia de héroes, que nos puede quemar en el intento o, en palabras de Ignacio, corromper el subjecto.
El amor discernido va acompañado de una espiritualidad del cuidado personal. La conciencia de héroes, de «salvarlo todo», nos puede llevar a unos niveles de frustración y culpabilidad inhumanos. El bien, debemos hacerlo bien, y para ello, es justo y necesario, discernir el impulso del amor para administrar concienzudamente nuestras energías y no quemarnos en el intento.
«Sagrado corazón de Jesús, en vos confío».
«San Ignacio de Loyola, ruega por nosotros». ¡Feliz día de San Ignacio!