Por Cáritas Venezuela | Prensa CEV
La directora de Caritas de Venezuela, Janeth Márquez de Soler fue reconocida con el Premio Humanitario 2019 otorgado por InterAction, red conformada por 180 organizaciones no gubernamentales de todo el mundo, dedicadas al trabajo para la superación de la pobreza extrema, el desarrollo sustentable y la promoción de la dignidad humana.
La labor de la venezolana, con una amplia trayectoria de trabajo social en la Iglesia católica y al frente de Cáritas en Venezuela, fue reconocida entre cientos de líderes sociales por “su liderazgo y esfuerzo al llevar adelante la labor humanitaria con valor, iniciativa, coraje creatividad, actuando con acierto bajo condiciones de presión, con integridad y sacrificio”, de acuerdo al jurado organizador, quien valoró no sólo el alcance de las actividades de Cáritas Venezuela sino la compleja situación económica y política en la cual se desempeña la organización, que ha podido diagnosticar a más de 20 mil niños, proveer tratamiento para su recuperación a 12 mil y acompañar, espiritual y materialmente, a miles de familias afectadas por la falta de servicios de salud, agua, transporte, educación y fuentes de empleo digno.
Janeth Márquez, quien es socióloga, politóloga y educadora comunitaria, señaló que este reconocimiento no sería posible sin el ejemplo y testimonio de amor cristiano de obispos, sacerdotes, religiosas, laicos y más de 20 mil voluntarios que sin esperar nada a cambio dan una mano a sus hermanos. “Este premio ilumina un camino de fe, esperanza y de trabajo para una Venezuela que no se rinde ante tantas adversidades “.
Una vida de compasión y servicio
Janeth Márquez, comenzó a servir a la Iglesia católica a los siete años de edad, en la populosa barriada de la Cota 905 en Caracas, donde creció en medio de una robusta familia de quince hermanos. Fue en las comunidades eclesiales de base, de la mano de los sacerdotes Redentoristas, donde aprendió a vivir una Iglesia en salida, en la que el amor al prójimo y la acción de trasformación social se unían para verle la cara a la pobreza, a la migración urbana y a las injusticias de su tiempo. La muerte de Monseñor Romero la signó y definió un camino de trabajo a favor de la justicia, la democracia y los derechos humanos de su gente
Con más de 35 años de trabajo social en la Iglesia venezolana, en cuyas instituciones ha acompañado a las víctimas de El Caracazo (1989), a los sobrevivientes de deslaves como el de Vargas (1999) y, más recientemente, a los miles de niños, mujeres y ancianos asistidos por Cáritas de Venezuela, en medio de la dolorosa tragedia humanitaria que vive su país desde hace cinco años.
Su mayor riqueza es su familia, su esposo, sus dos hijos y la satisfacción de haber podido sumar un pequeño aporte a la construcción del reino de Dios en su amada tierra, país al que sigue apostando con una fe que no se quebranta ante la adversidad.