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Dirección política militar

Francisco José Virtuoso sj

En los últimos días se ha dejado colar en el argot del oficialismo, especialmente en boca del presidente encargado Nicolás Maduro, la existencia de un nuevo órgano de gobierno, con funciones supremas de dirección de Estado. Se trata de la “Dirección Político-Militar del Gobierno Bolivariano”, conformada “por ahora” por ministros del gabinete ejecutivo, la dirección política del PSUV, gobernadores oficialistas y el Alto Mando Militar.

El debut de este ente colectivo de gobierno fue el pasado 5 de marzo, unas horas antes del anuncio, por parte del entonces vicepresidente Maduro, del fallecimiento del presidente Chávez. En esa oportunidad, Maduro, flanqueado por los componentes del nuevo cuerpo político, lanzaba una estruendosa arenga contra los peligros que atraviesa la patria, las amenazas de conspiración de la derecha y los terribles planes del imperialismo. De igual manera, anuncia la expulsión de dos agregados militares estadounidenses.

El modo como ha sido conformado el comando de campaña para este nuevo proceso electoral presidencial, en el que se incorporan activamente ministros del Ejecutivo Nacional (incluyendo la activa participación proselitista del actual ministro de la Defensa, almirante Diego Molero), la presidencia y parlamentarios de la Asamblea Nacional, altos dirigentes del PSUV, gobernadores de estados, entre otros, parece indicar que este será el primer experimento de esta dirección colectiva.

La aparición de esta dirección político-militar de gobierno, por la vía de facto, contradiciendo expresamente lo establecido en la Constitución, sobre el comportamiento institucional de los poderes públicos, de su respectiva separación, autonomía y control entre ellos, así como la flagrante violación del carácter imparcial que deben mantener las Fuerzas Armadas, nos pone frente una grave amenaza.

Desaparecido el presidente Chávez se intenta imponer por la puerta de atrás una suerte de federación de poderes de hecho, de cuyo equilibrio y cooperación depende la conducción del Estado. En este esquema de articulación de intereses, Nicolás Maduro es actualmente el “vocero” oficial.

Si los resultados de las elecciones presidenciales favorecen a Maduro, los significados de la victoria pueden correr en dos direcciones. La primera lectura posible es la legitimación de su papel como vocero mayor de esta especie de junta de gobierno cívico-militar que se ha intentado conformar. Otra visión posible es que ha emergido un representante autónomo del Poder Ejecutivo, heredero del presidente Chávez y de su legado, y con la suficiente legitimidad para mantener su relativa independencia y poder de mando.

¿Qué está dispuesto a permitir el pueblo venezolano?

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