José Virtuoso sj
El Universal
Una sociedad dividida como la nuestra tiene ante sí el reto de reconocer sus diferencias para respetarlas y encontrar sus coincidencias para seguir avanzando como colectividad. El diálogo es el mecanismo más civilizado para ello. Como bien lo acaba de decir el Papa Francisco, se trata de establecer un diálogo basado en la verdad, de reconocimiento mutuo, en la búsqueda del bien común y el amor por la nación.
Lamentablemente, los representantes de los poderes públicos se oponen abiertamente al diálogo, asumiendo como política de Estado posturas de abierta confrontación, exclusión, rechazo y descalificación. La polarización sigue siendo vista como el instrumento más idóneo para fortalecer la identidad política del Gobierno, diluida en la votación del pasado 14 de abril.
La oposición formuló su legítimo reclamo ante el CNE, solicitando la verificación de los resultados electorales emitidos oficialmente. El directorio de esta institución acordó proceder a la auditoría del 46% de las cajas que contienen las papeletas de la votación. También fue admitida la solicitud de auditar los registros por mesa de la autenticación biométrica de los electores y la no duplicidad de las huellas dactilares. El acuerdo fue celebrado por el presidente de la OEA y los países miembros de Unasur.
Por los vientos que soplan parece que el CNE no quiere tomarse en serio sus propios acuerdos, quitándole importancia a las solicitudes formuladas y generando confusión con sus declaraciones. El camino que se perfila será el de proceder a la impugnación y a la denuncia internacional.
Al mismo tiempo, el resto de los órganos del Estado y su sistema de medios públicos sostiene que este reclamo es la causa de un conjunto de hechos violentos que han conmovido a la opinión pública, buscando con ello deslegitimar los derechos constitucionales de quienes reclaman.
¿Cómo salir de este callejón sin salida? Ambos actores políticos, Gobierno y oposición, tienen que replantearse sus estrategias. El Gobierno tiene que dar algunas señales de apertura, bajar el tono agresivo y excluyente, y dejar de lado la política de caza de brujas que lleva adelante entre los beneficiarios del empleo público y las políticas sociales.
Además de mantener su legítimo reclamo de verificación electoral, los dirigentes de oposición tienen que diseñar rutas de acción que favorezcan la consolidación de un amplio movimiento que se fortalezca como opción alternativa de poder en medio de los múltiples problemas que agobiaban a la gente. Salir del juego de la confrontación política para convertirse en instrumento de reivindicación social.