Por Albern Mendoza | @albernmendoza.
“El mundo es del hombre justo, del hombre de bien y no del valiente, el que siempre ha vivido y vivirá feliz sobre la tierra y seguro sobre su conciencia.” (Doctor José María Vargas).
Como si de los primeros diarios en circulación en nuestro país se tratase, hoy vale este espacio para recordar y escribir lo que fue y ahora es Venezuela: un país que nunca se recuperó de aquella guerra civil llamada Independencia. Hoy, viendo la manera en que poco a poco el socialismo del siglo XXI acaba con lo que ha quedado en pie tras 20 años en el poder, vale recordarnos que en algunas horas se cumplirá el plazo de seis meses que el “Tribunal Supremo de Justicia” otorgó a la Universidad Central de Venezuela (UCV) para realizar elecciones universitarias bajo criterios que van en contra de la academia y lo que representa la universidad autónoma.
En medio de este vil ataque a la universidad venezolana, cabe recordar aquel episodio de junio de 1835, cuando estalla en Venezuela la llamada “Revolución de las Reformas” y se origina la leyenda de dos personajes: uno ilustre como lo es la UCV y otro que de por sí sólo evoca la trágica muerte de Sucre. De allí surge una frase desafiante, que ahora define parte de la historia: un militar, Pedro Carujo, en el ínterin del golpe de Estado le dice al presidente Vargas: “El mundo es de los hombres valientes”, a lo que el Doctor Vargas le refuta: “No, el mundo es del hombre justo, del hombre de bien y no del valiente, el que siempre ha vivido y vivirá feliz sobre la tierra y seguro sobre su conciencia”.
Cabe hasta aquí preguntarse si nuestra historia ha estado mayormente en manos de hombres que emulan a los Carujos de sus tiempos. Con la sentencia 0324, los gobernantes de turno hacen ver que Venezuela jamás logró sanar de aquella enfermedad del siglo XIX: el Caudillismo. Quienes hoy propician esta sentencia, son los mismos que dieron las órdenes de perseguir y asesinar a los ilustrados de los siglos pasados, los nuevos Boves, Carujos o Zamoras se visten hoy de “TSJ”.
No deja de sorprender, pues, que sea la misma juventud que tiempo atrás hacía frente y se valía de la autonomía universitaria para luchar cada jueves en la Puerta Tamanaco, la que decidió hoy destruir su propia Casa de Estudios, cuna del pensamiento libre, plural y democrático que les permitió darse a conocer. A sus casi 300 años de historia, la Universidad Central de Venezuela es asediada por la gran sombra que se erige desde el cuarteto rectoral —hoy incompleto— hasta la oprobiosa Sala Constitucional del Tribunal que dice ser “supremo” y de “justicia”.
Está en las manos de los miles de ucevistas activos, además de los que no están en sus aulas de clase, hacer que nuestra ilustre casa de estudios sea mucho más que sus pasillos y pupitres, más que los cubículos y salas múltiples, que su comedor y su transporte. Ahora toca hacer valer lo que ha sido desde el principio la Universidad Central de Venezuela, nos corresponde hacernos parte de la reconstrucción del país, desde la base de nuestra sociedad. Para nunca olvidar: “Malo Periculosam Libertatem Quam Quietum Servitium”.